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MEMORIAS DE LA ACADEMIA MEXICANA DE LA LENGUA

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220 vICENTE qUIRARTE<br />

el triunfo de la imaginación sobre la grisura de los días. Escribió para<br />

comulgar mejor con el silencio, y lo hizo con la misma pasión con que<br />

practicó otras dos formas de salvación o de pérdida: el alpinismo y la<br />

fotografía. Como Pessoa dijo de la poesía, Rulfo podía afirmar del alpinismo<br />

que era su manera de estar solo. El tiempo es el mejor aliado de<br />

los puros y demuestra la solidez de su victoria: como Luis Cernuda, Juan<br />

Carlos Onetti o Ernesto Sábato, Juan Rulfo pertenece a ese linaje que<br />

defiende su individualidad y de tal modo pone en guardia a la especie<br />

contra los señuelos del poder y la fama. Con su obra y su actitud pública,<br />

Rulfo eligió el prestigio del que escribe exclusivamente aquello que desea<br />

y no cede ante los clamores de las furias porque está seguro de que al<br />

hacerlo se convertirá en estatua de sal. Por eso estamos aquí para decirle<br />

gracias y exigir cada vez nuevo fulgor a sus palabras.<br />

UNA LECTURA <strong>DE</strong> TANTAS<br />

Felipe GARRIDO<br />

Vuelvo a Pedro Páramo, en una lectura de tantas. Desatinadamente repito,<br />

como se repite un mantra, vine a Comala, vine a Comala, vine a Comala<br />

porque me dijeron... Mi primer ejemplar, de Letras Mexicanas, tiene<br />

escrito con lápiz, en la portadilla, mi nombre y un año, 1961. Lo cubren<br />

tantas notas que no sé qué quieren decir. En una de las guardas, con letra<br />

diminuta, anoté ahora 25 de mayo de 2005 y, en seguida, tres horas<br />

con 47 minutos. Es el tiempo que esta vez tardé en leer el libro. Nunca<br />

antes lo había leído así, sin soltarlo, sin más interrupción que subrayar<br />

alguna palabra, poner al margen alguna llamada —tampoco nunca antes<br />

me había interesado saber cuánto tiempo le dedicaba—.<br />

Marco, por ejemplo, un lugar donde dar constancia de lo ordinario, lo<br />

cotidiano, lo común, produce un tétrico sobresalto. Recién llegado a Comala,<br />

Juan Preciado tropieza con una mujer que se cubre con el rebozo:

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