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MEMORIAS DE LA ACADEMIA MEXICANA DE LA LENGUA

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TRAZOS pARA UNA bIbLIOGRAfíA COMENTADA <strong>DE</strong> REyES 41<br />

gil, de vivaces ojos traviesos. Don Francisco —o don “Panchito”, como<br />

lo llamaban con respeto cariñoso los empleados y secretarias— llegaba<br />

a las 10:00 de la mañana a un escritorio de hierro gris cubierto por un<br />

grueso vidrio. Corregía a lápiz manuscritos de autores o traductores no<br />

tan primerizos. Usaba una corbata impecable y casi idéntica que iba combinando<br />

con un traje gris —siempre otro y siempre el mismo— y unos<br />

lentes azorinescos con aro de oro para el cristal translúcido. Detrás de<br />

su apariencia de duende y de su aire deportivo —joven de 81 años— se<br />

guardaba una de las plumas más finas y memoriosas y uno de los lápices<br />

más afilados y laboriosos de las letras mexicanas contemporáneas. Discreto<br />

fundador de instituciones, creó revistas como Antena (1924), dio<br />

clase amistosa desde la cátedra, la biblioteca, las revistas, los suplementos<br />

literarios y, a través de sus numerosos prólogos, estudios históricos, bibliografías<br />

comentadas, libros de poemas, estampas y cuentos, Monterde,<br />

creador furtivo de un canon de las letras mexicanas, fue hilvanando<br />

el hilo de la tradición en la trama de la nueva ciudad literaria de la que<br />

fue como un guionista o un apuntador discreto que va siguiendo desde la<br />

sombra la evolución de agonistas, coros y comparsas. De niño tomó clases<br />

de dibujo con José María Velasco, y quizá de ahí le quedó el buen ojo<br />

para las cuestiones tipográficas. Su gran pasión fue el teatro, la imaginación<br />

escénica y su historia. Y a través de la aguja argentina del escenario<br />

presente y pasado fue realzando la dignidad del oficio de leer, escribir y<br />

editar con pulcritud, honradez y conocimiento. Me emociona pensar que<br />

sus finas manos dibujantes pudieron estrechar las del espectacular pintor<br />

paisajista, y que todavía yo a mis 23 años pude tomar entre las mías esa<br />

mano limpia que también había estrechado las de Luis G. Urbina, Amado<br />

Nervo, José Juan Tablada, Alfonso Reyes y Héctor Azar. Me emociona<br />

recordar que esgrimió la pluma con inteligencia incisiva a la hora de<br />

participar en la célebre polémica sobre el afeminamiento de la narrativa<br />

en México y afirmar el valor literario de Mariano Azuela. ¿Y quién no<br />

recuerda que Monterde fue uno de los pioneros en el jardín bonsái de<br />

las letras mexicanas con los haikús de su Itinerario-lírico contemplativo

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