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MEMORIAS DE LA ACADEMIA MEXICANA DE LA LENGUA

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el anciano en la literatura clásica 351<br />

mal: por un lado, la bondad de una larga vida; por otro, el debilitamiento<br />

atroz que consume. Este doble valor de la vejez, su paradoja, esta limitación<br />

a la gloria de la vida humana, la ejemplificaron los antiguos con dos<br />

historias: la de Titonos y la de la Sibila de Cumas.<br />

La historia del primero se narra en el Himno a Afrodita, uno de los<br />

más bellos poemas del compendio conocido como Himnos homéricos.<br />

Ahí Afrodita ilustra con el amor de la Aurora el terror que por la vejez<br />

sienten los inmortales. La Aurora se enamoró perdidamente del apuesto<br />

Titonos, y por ello le rogó a Zeus que lo hiciera inmortal. El dios accedió<br />

a la súplica, pero por tanta pasión la diosa olvidó pedir también para él<br />

la juventud eterna. Cuando a Titonos le brotaron las primeras canas, la<br />

Aurora se alejó para siempre. Titonos fue colocado en una alcoba para<br />

que eternamente envejeciera. Con el tiempo, solo llegó a escucharse su<br />

voz, prendida a un abismo inmortal.<br />

Ovidio narró la historia de la Sibila de Cumas en sus Metamorfosis<br />

(XIV, 130-153). El dios Apolo en vano la requirió de amores hasta que<br />

le prometió concederle el deseo que ella pidiera; tendida en la playa, la<br />

doncella tomó un puñado de arena y le rogó vivir tantos años cuantos<br />

granos de arena le mostraba en la mano. Mil años cupieron en el puño<br />

de la virgen de Cumas. Emocionada por la promesa del dios, olvidó, sin<br />

embargo, pedirle a Apolo la juventud para esos mil años de vida. Setecientos<br />

años después, Eneas la encontró, según relata Ovidio, y ella confesó<br />

melancólica, dulcemente, que aún le faltaban vivir tres siglos más,<br />

que se tornaría cada vez más pequeña, tanto que nadie la reconocería, ni<br />

siquiera el dios que llegó a amarla, y que solo por la voz sería escuchada,<br />

que la voz le dejarían los hados. El final de su historia la leemos en el Satiricón<br />

(XLVIII) de Petronio, cuando Trimalción afirma haberla visto ya<br />

muy empequeñecida por la vejez; se hallaba dentro de una botellita que<br />

colgaba; los niños se acercaban a jugar con ella y le preguntaban “¿Qué<br />

quieres?”, y ella respondía “Quiero morir”.<br />

Esta respuesta de la Sibila es quizás una de las enseñanzas más claras<br />

de la antigüedad clásica sobre la vejez: a saber, que ayuda a morir, que

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