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MEMORIAS DE LA ACADEMIA MEXICANA DE LA LENGUA

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270 Gustavo couttolenc<br />

El Lago, tremente, es un gran manto cerúleo y vermejo;<br />

como los imperiales paludamentos de los reyes<br />

asirios.<br />

Las puntiagudas torrecillas blancas se yerguen entre<br />

el verdor de los árboles: como dos garzas blancas entre<br />

los juncos perennes.<br />

Y sobre el azul radiante surge y palpita la primera estrella: Vésper y Venus,<br />

[la estrella de la tarde:<br />

Lágrima de luz en la gran pupila del cielo; gotita<br />

diamantina y trémula.<br />

Lágrima que llora la muerte del día; y en la que se<br />

concentra y transfigura todo el llanto del mundo.<br />

¿Por qué, Señor, muere la tarde? ¿Por qué, Dios<br />

mío, muere el hombre?<br />

¿Por qué, Señor, la belleza que muere? ¿Por qué<br />

la hermosura que brilla un momento y se apaga?<br />

Porque Tú solo eres Hermosura sin oriente y sin<br />

ocaso; solo Tú tienes el secreto de la eternidad inmutable:<br />

Sol que no nació y que no perecerá: ¡Sol siempre<br />

fúlgido, igual a Ti mismo!<br />

AQUI, frente al Lago, yo quisiera vivir y morir;<br />

aquí, bajo el ardiente crepúsculo:<br />

II<br />

Lejos de las “urbes tentaculares” donde todo es ruido<br />

y vanidad; lejos del estruendo que hacen los hombres para aturdirse.

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