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MEMORIAS DE LA ACADEMIA MEXICANA DE LA LENGUA

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348 vicente quirarte<br />

la poesía artificial e insincera, conceptuosa y neoclásica que infestara el país<br />

desde mediados del siglo xviii. Sustituyó las decoraciones de trapo de los<br />

poemas pastoriles [con] los cuadros de la vida miserable y ruda del México<br />

colonial; los decires retorcidos y pobres de los poetas [con] el habla burda<br />

y casi bárbara de la plebe; las huecas comedias de Clorilas y Filenos [con]<br />

las brutales escenas extraídas de la realidad. Fue, en efecto, Fernández de<br />

Lizardi nuestro primer novelador y nuestro primer realista; el que inició el<br />

estudio de [nuestras] costumbres.<br />

Emmanuel Carballo afirma que Carlos González Peña fue un ateneísta<br />

de segunda fila. Fernando Curiel revindica esta posición desde una<br />

perspectiva estrictamente militar. En lugar del brillo inmediato, apostó<br />

a la larga duración, a la tarea menos notoria, pero eficaz y necesaria, del<br />

educador y el estudioso. Desde esa trinchera nunca dejó de construir<br />

ni de crear. Así lo demuestran sus otras obras didácticas, el Manual de<br />

gramática castellana, donde adopta los principios de Andrés Bello, y antologías<br />

como El jardín de las letras y Florilegio de cuentos. No solo fue<br />

un ateneísta sino, para utilizar otra idea de Fernando Curiel, nunca dejó<br />

de cultivar el ateneísmo, no como un dogma impuesto sino como un<br />

espíritu que otorgaba rigor y flexibilidad, apertura y conocimiento. Profesor<br />

de la Escuela Nacional Preparatoria, eligió un recinto universitario<br />

para hacer su ingreso formal a esta Academia, y fue su censor estatutario<br />

hasta el fin de sus días. Las palabras con las cuales agradeció el otorgamiento<br />

del Premio Nacional de Literatura podrían sonar, en otro, a retórica<br />

vacía. En él, son una vocación de fe en una tarea solo interrumpida<br />

por la muerte: “Amemos a las letras; devolvamos, en calor de simpatía,<br />

lo que en belleza nos dan. Enorgullezcámonos de su grandeza y de su<br />

gloria, contribuyendo a acentuarlas, pues que ello redunda en grandeza y<br />

gloria de la patria”.

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