MEMORIAS DE LA ACADEMIA MEXICANA DE LA LENGUA

404 arturo azuela
Más adelante, como celebrando su obra, ya enemigo de Amadís de
Gaula y de toda la infinita caterva de su linaje, cuando ya está a punto
de escarmentar en cabeza propia, nos dice simplemente: “¡Esto está de
molde!” El personaje va regresando a la realidad y muy lejos queda aquel
final feliz de la Primera Parte, a costa de su sudor, después de afirmar:
“Oh flor de la caballería, que con solo un garrotazo acabaste la carrera
de tus bien gastados años”, y de aquel mal influjo de las estrellas, cuando
leemos con cierta nostalgia que
Reposa aquí Dulcinea,
y, aunque de carnes rolliza,
la volvió en polvo y ceniza
la muerte espantable y fea.
Al final, al no quedar solo con el escapismo y la utopía, la locura de
los molinos de viento o una quimera que se aleje de los sueños más humanos,
ha roto muchos límites y se dice que fue “el espantajo y el coco
del mundo”, pero que reconoce “que nunca había leído en ningún libro
de caballerías que algún caballero andante hubiese muerto en su lecho
tan sosegadamente y tan cristiano como don Quijote”. Nuestro gran autor
juega con el doble, y también con aquel otro, con el apócrifo, o, de
otra manera, con el que soy y no soy, con el que fui y ahora no reconozco,
y en contra de “aquel otro autor que la resucitase falsamente y hiciese
inacabables historias de sus hazañas”, para, al fin, pasar de este presente
y morir naturalmente, ya listos los epitafios de su sepultura. Había llegado
lo irremediable, a pesar de lo que dijo Sancho Panza: “No se muera
vuestra merced, señor mío, sino tome mi consejo y viva muchos años,
porque la mayor locura que puede hacer un hombre en esta vida es dejarse
morir sin más ni más…”
Finalmente, para satisfacer la vanidad de poetas y científicos, de amantes
de la transmutación de los elementos y de las metamorfosis de la palabra,
Cervantes vincula la Poesía —por cierto que en todo el texto la escribe
con mayúscula— ni más ni menos que con la alquimia, esa ciencia ocul-