MEMORIAS DE LA ACADEMIA MEXICANA DE LA LENGUA

370 mauricio beuchot
Primero hace una biografía y una presentación de las ideas filosóficas
del agustino. Particularmente importante es la exposición que hace de la
Physica Speculatio de fray Alonso, con especial atención a su parte dedicada
al III libro, De anima. Oswaldo Robles lo había dejado sin traducir,
y Gómez Robledo hace un resumen muy útil. Solo dejan un poco que
desear los apartados dedicados a la obra lógica del agustino, a saber, lo
tocante a la Recognitio Summularum y a la Dialectica Resolutio.
Gómez Robledo tradujo la Relectio de dominio infidelium et iusto bello de
fray Alonso, dentro de la antología que hizo de trabajos suyos jurídicos, filosóficos
y teológicos. Era una traducción límpida, con el estilo tan clásico
que lo caracterizaba, cosa que hizo decir a Roberto Heredia que don Antonio
“tenía un sentido de la cláusula que en muy pocos se ha visto”.
Él nos ha legado esos textos en su pulcra traducción. Solo cabe decir
que, como era ya muy mayor cuando la hizo, se saltó algunas líneas del
texto, pues se ve que ya no le ayudaban mucho sus cansados ojos. Nos
hizo además el beneficio de una erudita y bien expuesta introducción.
En ella nos explica el contexto cultural de fray Alonso, los autores que
se debatían en esas polémicas acerca del poder omnímodo del papa, y el
poder omnímodo del emperador, cosas ambas que él negaba, en seguimiento
de Francisco de Vitoria, cuyas clases había atendido, en la Universidad
de Salamanca. De manera que fray Alonso continúa esa tradición
salmantina en México.
Don Antonio Gómez Robledo compara las resoluciones de Veracruz
con las de otros contemporáneos, como el famoso “Doctor Navarro”
(Miguel de Ulúrrum), que sí aceptaba el poder omnímodo del pontífice
y del imperio. Veracruz, según nos lo hace ver Gómez Robledo, supera
esas tesis cesaropapistas y asume una postura que ya preludia la democracia.
No se olvide que su maestro Vitoria fue uno de los teóricos que
negaron el origen divino de la autoridad de los gobernantes, y ponían al
pueblo como el que la confería (ciertamente de parte de Dios). Es ya la
gran ruptura con las ideas políticas anteriores.