MEMORIAS DE LA ACADEMIA MEXICANA DE LA LENGUA

EN EL CINCUENTENARIO DE pedro páramo 213
zá sin saberlo, como sucede tantas veces, el creador prestó más atención
al nombre musical que a sus originales atributos.
En Comala, en la Media Luna, esa mujer alcanza la celebridad y demuestra
que solo se entregó a un hombre. Después de la pérdida, la razón
se nubla y ella solo ve visiones, “metida siempre en su cuarto, durmiendo
y, cuando no, como si durmiera”. Pedro Páramo, el del pulso
seguro para dar órdenes de matar, no puede ni tocar el cuerpo de Susana,
solo la mira y cuenta los segundos de aquel nuevo sueño.
Tantos años espera, tantos esfuerzos para traerla a la Media Luna, y se
encuentra con una mujer en el delirio, una mujer rebelde, insumisa, en
ese recuerdo perenne, intenso de tantas cosas. Este rechazo al hombre
dominante, al dueño de vidas y haciendas, al último cacique en tierra de
infinitos horizontes, es único en la narrativa universal.
Entrometido el único amor en sus sueños, ella afirma que este mundo
es el infierno, la vida es un pecado, pero afortunadamente hay recuerdos
para recrear su propio cuerpo cuando se sentía a gusto sobre el calor de
la arena, “los brazos abiertos, desdobladas las piernas a la brisa del mar”.
Todavía hermosísima, después de tantos años, tirada entre sus sábanas,
él solo la mira y no imagina que ella está en sus visiones, con aquel otro
hombre, joven, el que la siguió desde el primer día, desnudo también,
“fosforescente al salir del mar”.
Es tan importante la presencia de Susana San Juan que, con todo y revoluciones
—la última es la Cristera—, Pedro Páramo le pierde interés al
mundo, como si la ausencia de entrega de aquella mujer alucinada fuera
el presagio de la decadencia y la desolación en la Media Luna. Es como
la presencia de la venganza de todas las mujeres violadas, engañadas,
golpeadas, sojuzgadas por ese rencor vivo que es Pedro Páramo.
En todo Comala hay fiestas, hay jolgorio por todas partes, al saberse
que Susana San Juan se está muriendo. Ella se aferra al mar: “moja mis
rodillas, mis muslos…”, “entonces me hundo en él, entera…” El erotismo
más refinado nos lo presenta Juan Rulfo a través del delirio infinito
de Susana San Juan. Antes de morir, de sentir el puñal que se hunde en