MEMORIAS DE LA ACADEMIA MEXICANA DE LA LENGUA

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miento de los principios fundamentales tanto de nuestro quehacer como
de nuestra identidad. Con su libro como caballo de guerra, González
Peña libra una heroica y ejemplar batalla, como lo demuestran las sucesivas
ediciones y su actual subsistencia en la no menos heroica Colección
Sepan Cuantos de Editorial Porrúa. En 1943 fue traducida al inglés por
Gusta Barfield Nance y Florence Johnston Dunstan, y publicada por la
Southern Methodist University Press de Dallas.
El escaso trato de los lectores actuales —iniciados y profanos— con
la obra integral de Carlos González Peña revive la pregunta de qué es un
escritor. En el más exigente sentido del término, quien, tras dominar las
leyes de su oficio, lo ejerce con plena conciencia tanto del conocimiento
y asimilación de su tradición como de la manera en que su personal capacidad
la enfrenta. Nuestro académico perteneció generacionalmente
a un grupo que hacía suya la paradójica y aguda división establecida por
Remy de Gourmont entre los escritores que escriben y aquellos que no
lo hacen. Ya no el “escribo y vivo” de los románticos, sino el pienso y
luego, si es imprescindible, escribo. De ahí la pertinencia de la cita de
José Vasconcelos en Ulises criollo: “—Bueno, y tú, ¿qué escribes, qué
haces? —Yo, pienso”. Al emprender una nueva y personal lectura tanto
de escritores puramente mexicanos como de aquellos que escribieron en
México o sobre México, González Peña desarrolla uno de los principios
fundamentales del Ateneo: ir hacia las fuentes originales, en lugar de repetir
y, lo que es más peligroso e imperdonable, deformar juicios ligeros
emitidos por otros.
Con todo y haber sido una obra encargada por la Secretaría de Educación
Pública, encabezada por Manuel Puig Cassauranc, la Historia de
la literatura mexicana jamás peca de superficial ni de complaciente. No
perdamos de vista que para un trabajo de semejante naturaleza se requiere
gusto literario, capacidad sistematizadora y vocación cartográfica. Se
trata no solamente de elegir las mejores palabras de la tribu sino de hacer
un mapa donde tanto experimentados como novatos navegantes hallen
el lenguaje que sin perder el rigor crítico contenga la transparencia de