MEMORIAS DE LA ACADEMIA MEXICANA DE LA LENGUA

238 Jaime labastida
tes. Por un lado, la que guarda relación con el habla de los mexicanos;
por otro, la que se refiere al posible sistema gráfico de su representación.
¿Qué vínculo hay entre símbolo vocal y símbolo gráfico, entre la imagen
acústica y la imagen plástica? Estos signos, acústicos o plásticos, ¿son
aptos para crear, por sí solos, expresiones filosóficas? A pesar de todo,
aquí el problema surge bajo la forma de la reducción. Es evidente que lo
que hoy conocemos como texto nahuatl fue, en sus orígenes, tan solo
un torrente verbal. El códice tenía carácter único. Olmos y Sahagún no
podían hacer otra cosa que arrancar el himno de su contexto. Al colocar
al informante en una celda monástica y poner ante sus ojos un códice,
desataban la memoria del sacerdote náhuatl: lo que este decía no estaba
fonéticamente escrito y no era un texto: era figura, glifo, que hablaba al
mismo tiempo a los ojos y a los oídos, como dice Humboldt. 15 Los glifos o
los caracteres del códice, hasta sus colores simbólicos, desataban el torrente
verbal del sacerdote. Himno o canto, transcritos al manuscrito de
Sahagún, y que antes habían sido parte sustantiva del ritual (se acompañaban
de la danza y el canto, hasta del sacrificio mismo en algún caso);
el himno, pues, arrancado de su contexto, aquí y ahora se ofrece bajo
forma de otra cosa, digo, un texto, no importa si escrito en náhuatl (con
la grafía que traslitera su fonía al español) o en el propio español (en la
columna en donde Sahagún transcribe e interpreta lo que dice el informante).
En todo caso, lo importante, a mi juicio, es determinar el sujeto
de la enunciación, de qué manera brota su discurso: el sabio náhuatl,
transformado de súbito en informante que conoce la palabra evangélica
(es un latino y se expresa en castilla), al desatar ante el monje español su
torrente verbal ¿pone en duda el saber tradicional? O, por el contrario,
¿sabe que el himno subraya lo que ya se sabe? Antes de ser objeto del análisis
etnográfico católico, el códice formó parte de un complejo ritual (el
sabio náhoa lo sabe). Insisto: el códice mesoamericano no es en su origen
15 Alexander Von Humboldt, Vues des cordillères et monumens des peuples indigènes de l’Amérique,
París, Schoell, 1811 [Vistas de las cordilleras y monumentos de los pueblos indígenas de América, pról, y
trad. Jaime Labastida, Siglo XXI Editores, México, 1995].