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MEMORIAS DE LA ACADEMIA MEXICANA DE LA LENGUA

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alfonso méndez plancarte, campeón de los sorJuanistas 281<br />

Por Estacio (y no en latín) /don Ermilo dice “Statio”.<br />

Porque tiene como fin / hacerlo rimar con “patio”.<br />

¡Ah qué don Ermilo! Es, como Ulises, “fértil en tretas”. El título de la<br />

Carta atenagórica (que sabemos significa “digna de que la redacte Atena<br />

Minerva”) se deriva, según la fantasía de don Ermilo, de “Atenagor”<br />

(p. 251), “raíz que —escribe don Alfonso— no sabemos con qué se come”.<br />

Y la galería de fantasmas de la ciclópea Biblioteca sorjuaniana de Abreu,<br />

tiene en su lugar de honor a: “Virgilio anacoreta y otros colmos”.<br />

Leamos a Méndez Plancarte: “Inicia sus ‘desdoblamientos de personalidad’<br />

la más graciosa de estas suertes metapsíquicas, que metamorfosea<br />

a Virgilio en un padre del Yermo de cuatrocientos años después...<br />

(Juana Inés) designó al egregio poeta de La Eneida por su otro nombre,<br />

tan elemental, de Marón, cuando ella escribe:<br />

Bien como se divertían<br />

de más molesto ejercicio,<br />

con un Mosquito, Marón,<br />

y con una Pulga, Ovidio.<br />

Y don Alfonso comenta: “Pero ella no contó, evidentemente, con que<br />

su ‘bibliotecario’ —en vez de Publio Virgilio Marón, allí inconfundible—<br />

no pararía hasta descubrir a otro ‘Marón, anacoreta del siglo iv...<br />

cerca de Tiro’ (p. 371), y lo incluiría, muy serio, en su Biblioteca”.<br />

No acabaríamos nunca de enumerar las largas filas de autores de la<br />

biblioteca de sor Juana que don Ermilo cree encontrar en sus obras, en<br />

su empeño por demostrar su agobiante saber sorjuaniano, que se reducía<br />

a navegar, casi sin brújula cultural, por las enciclopedias de escritores.<br />

Solo nos permitimos señalar que no puede admitirse el ejercicio de la<br />

“biblioteca ficción” tan caro a Borges, como método de investigación<br />

sorjuaniana.<br />

La principal diferencia radica en que, en el caso del bonaerense, el<br />

autor busca chasquear al lector; mientras que, en el caso del yucateco, ha<br />

sido la biblioteca la que ha desorientado al bibliotecario.

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