MEMORIAS DE LA ACADEMIA MEXICANA DE LA LENGUA

el anciano en la literatura clásica 355
Cicerón escribió en sus últimos años el pequeño y hermoso tratado
De la vejez, donde analiza las principales objeciones y temores que se
anteponen a esa edad. Ahí consigna la célebre respuesta de Gorgias de
Leontino, que a los 107 años de edad trabajaba arduamente en su estudio;
cuando le preguntaron por qué aún deseaba trabajar siendo tan viejo,
contestó (V, 13): “Es que nada tengo en contra de la vejez”.
Pero posiblemente las mejores páginas sobre la vejez fueron escritas
por Séneca, tanto en su tratado De la brevedad de la vida, como en sus
Epístolas a Lucilio. Su reflexión suena a experiencia de la vida, a vivencia,
a comprensión cotidiana. No parece un filósofo, sino un hombre, un anciano
humano. Leyéndolo, uno siente que la vejez es la oportunidad de
reflexionar en la muerte, de entenderla, de esperarla. Pero, también, que
la muerte no es privativa del viejo, sino del niño, del joven, del adulto
(Epístola, XXVI, 7):
Iuvenior es; quid refert?… Incertum est, quo loco te mors expectet; itaque
tu illam omni loco expecta.
[¿Eres joven? ¿Qué importa?… Es incierto el lugar en que te espera la muerte;
así que espérala en todo lugar…]
Aquel que ha llegado a la vejez, a quien no lo truncó la muerte en edades
anteriores, llega a un lugar admirable desde el cual dispone de una
oportunidad de conocimiento de la que no todos gozan. Séneca aconseja,
por ello, acogerse con gozo a la senectud (Epístola, XII, 4-5):
Complectamur illam et amemus; plena est voluptatis, si illa scias uti…Quod
in se iucundissimum omnis voluptas habet, in finem sui differt. Iucundissima
est aetas deuexa iam, non tamen praeceps.
[Abracémonos a ella y amémosla: llena está de placer, si la sabes usar… En
todo placer lo más agradable es lo que está al final. Gratísima es la edad que
ya declina, pero que aún no se precipita…]