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Violencia, duelo y alegoría: “La parte <strong>de</strong> los crímenes” en 2666 <strong>de</strong> Roberto Bolaño<br />

afectada, precisa, clínica, que más que narrar registra: una voz anónima y<br />

enigmática, fantasmal. Es en el elemento <strong>de</strong>safectado <strong>de</strong> esta voz narrativa<br />

que la emergencia <strong>de</strong>l <strong>de</strong>talle irrumpe con la violencia <strong>de</strong> un temblor, el<br />

temblor <strong>de</strong>l lenguaje en un diminutivo, un significante que parece emblematizar<br />

aquello que escapa a la función instrumental <strong>de</strong> la lengua y que,<br />

<strong>de</strong>stacándose en medio <strong>de</strong> la frase, resplan<strong>de</strong>ce como una revelación no<br />

solicitada, no esperada, <strong>de</strong>l horror. Veamos este párrafo:<br />

202<br />

La muerta tenía diez años, aproximadamente. Su estatura era <strong>de</strong><br />

un metro y veintisiete centímetros. Llevaba zapatillas <strong>de</strong> plástico<br />

transparente, atadas con una hebilla <strong>de</strong> metal. Tenía el pelo<br />

castaño, más claro en la parte que le cubría la frente, como si lo<br />

llevara teñido. En el cuerpo se apreciaron ocho heridas <strong>de</strong> cuchillo,<br />

tres a la altura <strong>de</strong>l corazón. Uno <strong>de</strong> los policías se puso a llorar<br />

cuando la vio. Los tipos <strong>de</strong> la ambulancia bajaron a la vaguada<br />

y procedieron a atarla a la camilla, porque el ascenso podía ser<br />

acci<strong>de</strong>ntado y en un traspié dar con su cuerpito en el suelo 33 .<br />

Po<strong>de</strong>mos <strong>de</strong>cir que la palabra “cuerpito” es un lugar <strong>de</strong> irrupción <strong>de</strong> lo<br />

siniestro. Así como el policía se quiebra y llora ante la muerta, es posible<br />

sostener que el diminutivo arrastra al campo <strong>de</strong> la representación el impacto<br />

<strong>de</strong> esa quebradura, poniendo en escena el carácter inmanejable (es como<br />

si esta palabra se le hubiera colado, escapado, al narrador) e intratable <strong>de</strong><br />

lo real, abriendo la dimensión <strong>de</strong>l trauma y el carácter pendiente <strong>de</strong>l duelo.<br />

En la siguiente cita se explica lo que queremos <strong>de</strong>cir con siniestro y su importancia<br />

en tanto síntoma <strong>de</strong> un duelo irresuelto cuando refiere al:<br />

[m]omento <strong>de</strong> la revelación no solicitada y posteriormente tampoco<br />

entendida, esa clase <strong>de</strong> revelación que pasa frente a nosotros<br />

<strong>de</strong>jándonos solo la certidumbre <strong>de</strong> un vacío, un vacío que<br />

muy pronto escapa hasta <strong>de</strong> la palabra que lo contiene. Y el ventrílocuo<br />

sabía que eso era muy peligroso. Sobre todo peligroso<br />

para las personas como él, hipersensibles, <strong>de</strong> espíritu artístico y<br />

con heridas aún no cicatrizadas <strong>de</strong>l todo 34 .<br />

Quizá entonces pueda enten<strong>de</strong>rse la vertiginosa repetición a la que nos<br />

entrega la narración pormenorizada y exhaustiva <strong>de</strong> los crímenes en la novela.<br />

Éstos parecen ser uno y el mismo pero es a fuerza <strong>de</strong> un trabajo obsesivo<br />

sobre el <strong>de</strong>talle que los cadáveres son arrancados, y rescatados <strong>de</strong> su<br />

33 Ibíd., p. 627.<br />

34 Ibíd., p. 146.

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