su historia y sus consecuencias - Unesco
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UNESCO<br />
gaban préstamos, asistían a enfermos, ancianos, velaban a <strong>su</strong>s muertos y se reunían los<br />
domingos y feriados luego de la misa a celebrar <strong>su</strong>s bailes, llamados genéricamente<br />
candombes.<br />
Desde que Rosas a<strong>su</strong>mió el gobierno se hizo asiduo asistente a los tambos. Cada domingo se<br />
presentaba en estos lugares uniformado de brigadier general, con <strong>su</strong> señora, <strong>su</strong> hija y los adulones de<br />
<strong>su</strong> residencia. Se sentaba con aire solemne junto al Rey del Tambo Congo, del Tambo Mina, etcétera,<br />
según lo afirma en <strong>su</strong>s investigaciones Vicente López. Pero Rosas no sólo visitaba asiduamente los<br />
tambos los días domingo, sino que llevaba a los negros a los actos públicos elevando <strong>su</strong>s danzas<br />
africanas hasta el escenario de un teatro. El martes 6 de diciembre de 1831 se realizó en el Coliseo un<br />
acto especial en homenaje al gobernador, con la concurrencia del cón<strong>su</strong>l inglés, <strong>su</strong> familia y altas<br />
autoridades. Durante el Carnaval de 1872 una solicitud firmada “Un Pardo”, en el diario La Prensa<br />
denunciaba: “Dábamos nuestras reuniones de gente de color y nadie nos molestaba, pero hoy vuelven a<br />
turbar este estado pacífico algunos señores de posición que entran en nuestros bailes y como tienen armas y<br />
nosotros no, por orden de la Policía, nos pelean y amenazan a nuestras compañeras”. Durante los carnavales<br />
se advierte una estrategia de algunos afroargentinos para sobrevivir en una sociedad blanca que<br />
los estigmatiza: blanquear las costumbres. No ofrecían en <strong>su</strong>s cantos nada que evocara el ritmo<br />
africano, aún no enmudecido. Los morenos no asistían a bailes en lugares interétnicos, sino que se<br />
concentraban para los carnavales en el Teatro de la Alegría, no para reafirmar <strong>su</strong> folclore sino para<br />
ensayar los signos de una identidad blanqueada. Imitaban a los blancos bailando cuadrillas, valses,<br />
mazurcas, habaneras, schottis de paso doble.<br />
Un artículo de 1905 titulado “La gente de color” congratulaba a los afroargentinos por<br />
<strong>su</strong>s salones aristocráticos donde en vez del grotesco candombe o de la mazemba lasciva se danzaba<br />
con traje moderno a la manera de Luis XV. La prensa porteña había dado a la elite de color<br />
la última señal de aprecio, concluye Reid Andrews.<br />
Las relaciones interétnicas en las últimas décadas del siglo XX, como expone Alicia Martín,<br />
involucraron en un lapso de 40 años a distintos actores sociales en enfrentamientos dramáticos<br />
que significaron la desaparición de algunos y la imposición de un país blanco y europeo.<br />
El sometimiento de los aborígenes desde 1870 es cronológicamente paralelo a la disolución de<br />
la comunidad negra porteña y al arribo de la inmigración ultramarina masiva, así como a la<br />
extinción del gaucho como tipo social. Estos movimientos demográficos, consecuencia del<br />
recambio liberal de la fuerza de trabajo, estuvieron vinculados entre sí por una motivación<br />
político-cultural que constituye un mito motor fundante de la nacionalidad argentina: la Argentina<br />
blanca y europea.<br />
En cuanto a África en estas tierras recuerdo las palabras de un músico y poeta brasileño:<br />
“Primero me robaron de África, después robaron el África de mí”. Asimismo, Galeano dice que la<br />
memoria de América ha sido mutilada por el racismo y nuestra sociedad actúa como si fuéramos<br />
tan sólo hijos de Europa. Agrego que nuestra sociedad trata de ignorar que somos hijos de<br />
un continente maravilloso. Los africanos esclavizados trajeron a las Américas y al Caribe la<br />
antigua certeza de que todos tenemos dos memorias: una individual, vulnerable al tiempo y a la<br />
pasión, condenada como nosotros a morir, y otra memoria colectiva, destinada como nosotros<br />
a sobrevivir.<br />
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SEGUNDO PANEL