su historia y sus consecuencias - Unesco
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UNESCO<br />
Pero realicemos la pregunta a la inversa: si en Uruguay la educación expresase objetivamente<br />
la riqueza multicultural de nuestro pueblo, ¿necesitaríamos estar exigiendo que se desarrolle y se<br />
investigue la cultura afro? Si en nuestro país no comprobáramos que el 75 por ciento de nuestras<br />
mujeres son empleadas domésticas, ¿estaríamos generando un programa específico de mujer negra?<br />
Si la realidad de saber que no llegan a 60 los universitarios negros de una población de<br />
160.000, ¿estaríamos generando un programa de capacitación y desarrollo profesional? Si la vista<br />
no nos reprodujera la verdad de que la mayoría de nuestros hombres son barrenderos y que gran<br />
parte de nuestras familias viven en tugurios y “cantegriles” (villas, favelas, asentamientos), ¿estaríamos<br />
proponiéndonos un cambio <strong>su</strong>stancial de las condiciones de vida? Cuando comprendemos<br />
que esta situación se mantiene desde la época de la colonia hasta nuestros días y que nuestra<br />
movilidad social ha sido escasa o casi nula, las preguntas se responden por sí solas.<br />
Muchos plantean que la situación de empobrecimiento la vive la mayor parte del<br />
pueblo uruguayo. Es cierto. Pero por qué desde la época colonial hasta nuestros días es la<br />
totalidad, no sólo una parte del pueblo negro uruguayo que vive en situación de pobreza.<br />
Las demás colectividades que componen este mosaico multirracial que es la sociedad<br />
uruguaya, han tenido el derecho a conformar <strong>su</strong>s propios proyectos de vida. Las colectividades<br />
que han llegado a Uruguay sin el estigma de ser esclavos han realizado sin grandes impedimentos<br />
<strong>su</strong>s planes de desarrollo económico, social y cultural. Los negros en Uruguay también tenemos<br />
el derecho de forjar nuestro propio programa de desarrollo social antirracista.<br />
Cuando reivindicamos lo propio nos basamos en el hecho de que muchas veces, en<br />
forma consciente u obligados, apoyamos otras vías de desarrollo donde no fuimos beneficiados.<br />
Si así hubiese sido, re<strong>su</strong>ltaría inexplicable que después de veinte años de independencia se<br />
nos otorgara la abolición, que a treinta años de la abolición todavía se nos registrara en la<br />
Policía, que a cuarenta años del siglo XX aún no se nos dejara entrar en clubes, y que ya iniciado<br />
el siglo XXI somos la colectividad más pobre sin ninguna incidencia en el ámbito económico,<br />
ni tipo de representación política que pueda no sólo modificar sino desarrollar la descolonización<br />
de las ideas, única forma de terminar con el racismo.<br />
Años de invisibilidad y de exclusión comenzaron a desarticularse en Uruguay y se lo<br />
debemos en primer lugar al accionar de los sectores sociales, particularmente del colectivo afro.<br />
En los últimos años la ciudadanía comenzó a tomar conciencia de las <strong>consecuencias</strong> del<br />
racismo y la discriminación. Luego de años de denuncia y combate al mismo, el Estado y la<br />
sociedad han comenzado a transitar por los caminos de las reparaciones necesarias hacia los<br />
grupos que históricamente han sido golpeados por este flagelo.<br />
Gracias a la oportuna y necesaria Conferencia Mundial Contra el Racismo, la Discriminación,<br />
la Xenofobia y otras formas conexas de Intolerancia, impulsada por ONU y vanguardizada<br />
por la Alta Comisionada de los Derechos Humanos Dra. Mary Robinson, el mundo comenzó<br />
a reflexionar sobre orígenes, causas y formas conexas de la discriminación racial, la intolerancia<br />
y las prácticas contemporáneas.<br />
La inequidad estructural, la negación cultural, la negada diversidad y la compleja tipología<br />
de la negación para desconocer el proceso histórico y el respeto a los derechos sociales de los <strong>su</strong>jetos,<br />
hoy comienzan a ser tratados y analizados. El Parlamento, así como el Poder Ejecutivo y la sociedad<br />
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