su historia y sus consecuencias - Unesco
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UNESCO<br />
De acuerdo a la visión de los comerciantes europeos J. P. y W. P. Robertson (1838), en<br />
Paraguay había marcadas jerarquías de clases y grados, sin llegar al refinamiento europeo por el<br />
cual un hombre de cierto rango se sentiría humillado tratando a <strong>su</strong>s inferiores: “En ocasión de<br />
prepararse una fiesta, el cronista salió junto con la anfitriona, poderosa señora de ochenta y cuatro<br />
años, a repartir las invitaciones para la ocasión. La matrona iba acompañada por dos lindas mulatas<br />
y un sirviente negro”. A la vista de lacayos femeninos de piel oscura y esclavo de piel negra, no<br />
dejaba de señalar que “la gran masa de la población era una casta formada de elemento español y del<br />
indígena. A<strong>su</strong>nción por entonces no pasaba de una población de 10.000 almas donde había muy<br />
pocos negros y no abundaban los mulatos”.<br />
Como ocurría en otros países el esclavo podía comprar <strong>su</strong> libertad, pero el dueño debía<br />
ser resarcido de la pérdida que le significaba desprenderse de <strong>su</strong> valioso patrimonio. El valor de<br />
un esclavo dependía del estado de salud del mismo, de la edad y de las habilidades, siempre<br />
exageradas por el propietario con el fin de obtener una mejor remuneración o poner trabas a la<br />
operación de venta cuando convenía al caso. Podía tasarse desde 250 pesos hasta 700 o más. La<br />
primera cifra era el monto de costumbre fijado por los tasadores oficiales en los casos donde<br />
intervenía la Justicia, pues era común que al no llegar a un acuerdo de precio el esclavo acudiera<br />
al gobierno solicitando papel de venta. A fines de comparación es útil recordar que el valor de<br />
una vaca lechera no pasaba de siete pesos.<br />
Ya proclamado Gaspar Rodríguez de Francia Dictador Perpetuo del Paraguay, declaró<br />
mulatos a algunos de <strong>su</strong>s enemigos, nacionales o extranjeros; pues no conocía mote más indigno<br />
para calificarlos que este epíteto. Las autoridades tenían en <strong>su</strong>s manos el control de los<br />
matrimonios, pudiendo impedir la con<strong>su</strong>mación de aquel que presentara impedimentos, debido<br />
a la impureza de sangre de uno de los contrayentes. El re<strong>su</strong>ltado de esa arbitraria medida fue<br />
el incremento de las uniones clandestinas, siendo el concubinato desde entonces el modelo<br />
estructural de las familias paraguayas más pobres.<br />
Las propiedades confiscadas a los españoles y las incautadas después de la secularización<br />
de los conventos en 1824, formaron el grueso de la esclavatura del Estado. Así<br />
como anteriormente las extensas estancias de los je<strong>su</strong>itas y las propiedades particulares<br />
confiscadas se convirtieron en Estancias del Estado y la servidumbre en Esclavos de la<br />
Patria. Las que fueron en tiempos coloniales Estancias del Rey, pasaron a llamarse Estancias<br />
de la República: “Con el correr de los años crecieron en número, lo que permitió a nuestro<br />
país, con el aumento del ganado vacuno y equino de las estancias privadas, autoabastecerse en<br />
esos rubros luego de casi dos siglos de importarlos del Río de la Plata”. (Viola, “Anuario…”,<br />
1990)<br />
Parte de los pardos fue incorporada a las guardias nacionales constituyéndose las llamadas<br />
compañías de pardos establecidas algunas de ellas al <strong>su</strong>r en la localidad de Santiago. Williams<br />
(1971) afirma que en 1824 se hizo una leva de 600 mulatos que formó en ese entonces el cuerpo<br />
de lanceros comandados por blancos. Aclara el autor que “los mulatos no reciben paga alguna y el<br />
gobierno los viste y mantiene”. En una comunicación dirigida al delegado de Itapúa, el dictador<br />
Francia manifestaba “que fue preciso que él personalmente enseñara el manejo de la lanza y modo de<br />
traerla a caballo a los escuadrones de pardos lanceros que formé (...)” . Solamente en 1830 el<br />
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