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TOMO 2 Cuentos CPD p1-362.internet.indd - Banco de Reservas

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SÓCRATES NOLASCO | EL CUENTO EN SANTO DOMINGO – <strong>TOMO</strong> II<br />

ÁNGEL RAFAEL LAMARHE (N. 1900)*<br />

Pero él era así…<br />

Tomo II<br />

Rupert Lowell hacía rato que había regresado a la casa, y aún Catharine, su mujer, no<br />

se había atrevido a preguntar.<br />

Cuando Rupert llegó estaba anocheciendo, y ella, que lo estuvo esperando con ansiedad,<br />

precisamente por eso, todo el día, se dijo: “Aguardaré a que pase la cena”. La cena había<br />

terminado, y Catharine tuvo tiempo <strong>de</strong> ponerlo otra vez todo en or<strong>de</strong>n, sin que <strong>de</strong> sus labios<br />

brotara la pregunta.<br />

Ahora, sentados en la sala, frente a frente, por más <strong>de</strong> una ocasión lo intentó, pero apenas<br />

lo pensaba se arrepentía. Al fin logró <strong>de</strong>cidirse:<br />

—Rupert… ¿traerán hoy el retrato <strong>de</strong> Sim?<br />

El hombre, redoblando las chupadas a su pipa, habló sin mirarla:<br />

—Esta noche… Eustace Addison me lo enviará con un mensajero.<br />

Tosió y tras <strong>de</strong> golpear la pipa en el viejo cenicero <strong>de</strong> peltre y atacarla nuevamente <strong>de</strong><br />

tabaco rubio, continuó:<br />

—Tienen mucho trabajo…<br />

Hizo otra pausa para encen<strong>de</strong>r un fósforo. Con uno no le fue suficiente. Encendían mal.<br />

Y antes <strong>de</strong> proseguir, se cercioró <strong>de</strong> que estaban bien apagados los que tiró en el cenicero.<br />

—Trabajan también <strong>de</strong> noche.<br />

Había levantado los ojos grises <strong>de</strong> un azul acerado, como si realmente le interesaran<br />

las volutas <strong>de</strong> humo que arrojaba con alar<strong>de</strong> por la boca, y concluyó con voz indiferente en<br />

apariencia:<br />

—Me ha prometido que la ampliación quedará muy bien… Quiso que lo comprobara…<br />

pero yo no podía <strong>de</strong>tenerme, y preferí que tú y yo lo viéramos aquí juntos.<br />

Catharine Lowell no pronunció una sola palabra. Se puso en pie, aparentemente para<br />

rectificar un pliegue in<strong>de</strong>bido en el tapete <strong>de</strong> una mesa, y <strong>de</strong>spués salió <strong>de</strong> la sala.<br />

Rupert se volvió para verla salir. No ignoraba adon<strong>de</strong> se dirigía, y movió la cabeza con<br />

ese movimiento <strong>de</strong>l que ve confirmada sus previsiones. Murmuró:<br />

—Va a ser imposible…<br />

*Impresas ya las noticias preliminares <strong>de</strong> El Cuento en Santo Domingo, hemos tenido la satisfacción <strong>de</strong> conocer<br />

Los <strong>Cuentos</strong> que New York no sabe, <strong>de</strong> Ángel Rafael Lamarche.<br />

Más que un juicio particular, formulado bajo la sugestión <strong>de</strong> su inmediata lectura, vale recordar que los cuentos<br />

<strong>de</strong> Lamarche han merecido elogios <strong>de</strong> los venerables Baldomero Sanín Cano, Fe<strong>de</strong>rico <strong>de</strong> Onís y Ricardo Rojas; <strong>de</strong><br />

críticos renombrados <strong>de</strong> México, Cuba, Colombia, Ecuador, Puerto Rico, Uruguay, Chile, Argentina; <strong>de</strong> los catedráticos<br />

norteamericanos Frank Tannebaun, Robert G. Mead, Allen W. Phillip, H. R. Werfeld; <strong>de</strong>l crítico español Fe<strong>de</strong>rico C.<br />

Sainz Robles; <strong>de</strong>l célebre profesor florentino Oreste Macri; <strong>de</strong>l novelista francés Francis <strong>de</strong> Miomandre y <strong>de</strong>l crítico,<br />

también francés, George Pillment, quien afirma en su antología <strong>de</strong> cuentistas que Ángel Rafael Lamarche es “uno <strong>de</strong><br />

los dos representantes <strong>de</strong>l cuento en la República Dominicana”.<br />

Para prestigio <strong>de</strong>l autor <strong>de</strong> Los <strong>Cuentos</strong> que New York no sabe, si en el reconocimiento no figurara la aprobación<br />

<strong>de</strong> un Fe<strong>de</strong>rico <strong>de</strong> Onís, <strong>de</strong> B. Sanín Cano y Ricardo Rojas, bastaría el testimonio <strong>de</strong> tres gran<strong>de</strong>s escritores<br />

<strong>de</strong> hispanoamérica: José María Chacón y Calvo, Enrique Gandía y Martín Luis Guzmán, el autor <strong>de</strong> El Águila<br />

y la Serpiente.<br />

Clara i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> la calidad y <strong>de</strong> la técnica <strong>de</strong>l cuentista que es Ángel Rafael Lamarche, le dará al lector Pero él era<br />

así…, cuento psicológico admirablemente escrito, <strong>de</strong> intenso dramatismo, cuya acción discurre y termina en un momento<br />

y perdura en la memoria.<br />

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