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TOMO 2 Cuentos CPD p1-362.internet.indd - Banco de Reservas

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CoLECCIón PEnSaMIEnto DoMInICano | Vo l u m e n II | CuEntoS<br />

eso no fue bastante para que la tripulación lo creyese <strong>de</strong> buena fe y confiase en sus ofertas,<br />

y vino a persuadirla en sus falsas sospechas, lo que aconteció en la flota poco <strong>de</strong>spués <strong>de</strong><br />

la visita <strong>de</strong>l cacique.<br />

XI<br />

Como Catalina era muy hermosa al par que seductora, y teniendo Guacanagarí el<br />

corazón impresionable; pronto se enamoró <strong>de</strong> la isleñas a quien requirió <strong>de</strong> amores.<br />

La bella Catalina, <strong>de</strong> naturaleza viva y ardiente como casi todas las hijas <strong>de</strong>l trópico; y<br />

habiendo nacido para la vida sentimental, al ver al cacique, sintió algo extraordinario e<br />

inexplicable para ella; y cuando Guacanagarí le habló <strong>de</strong> su pasión, prometiéndole a la<br />

vez que sería la preferida entre sus <strong>de</strong>más mujeres; no pudo menos que correspon<strong>de</strong>rlo,<br />

enajenando así su corazón, libre hasta entonces como las brisas <strong>de</strong> las montañas <strong>de</strong> su<br />

patria.<br />

La bella Catalina amaba a Guacanagarí con todo el frenesí <strong>de</strong> un alma que por<br />

primera vez se abre a ese divino sentimiento, que es fuente <strong>de</strong> inefables fruiciones,<br />

como también almáciga <strong>de</strong> acerbos pesares; <strong>de</strong> ese vaso <strong>de</strong> miel con acíbar; <strong>de</strong> esa<br />

hermosa y fragante flor erizada <strong>de</strong> espinas que se llama amor. La mujer que ama con<br />

verda<strong>de</strong>ro cariño, todo lo reconcentra en el ser amado: él es, si <strong>de</strong>cimos, el astro; ella<br />

la atmósfera: él el cuerpo; ella la sombra. olmo y yedra. Por eso es que el amor es<br />

todo un poema en la mujer; por eso para anaibelca el mundo estaba con<strong>de</strong>nsado en<br />

un solo nombre: Guacanagarí.<br />

XII<br />

Lentos y monótonos pasarían los días para la enamorada isleña, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> aquel en que se<br />

ausentó el cacique <strong>de</strong> la carabela, hasta que volvió a verlo; porque los que se aman necesitan<br />

verse a menudo para referirse mutuamente sus cuitas y penas, sus temores <strong>de</strong> hoy y<br />

sus rientes esperanzas <strong>de</strong> mañana. Y es que la mujer, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que ama, <strong>de</strong>ifica el ser amado,<br />

y levantándole a su ídolo un altar en el corazón, no pue<strong>de</strong> menos <strong>de</strong> rendirle homenaje, <strong>de</strong><br />

adorarlo con inefable cariño, <strong>de</strong> entregarle, por <strong>de</strong>cirlo así, toda el alma; que para ellas el<br />

amor es una especie <strong>de</strong> fanatismo bello y sublime.<br />

Des<strong>de</strong> el instante en que Catalina amó a Guacanagarí, hubo <strong>de</strong> compren<strong>de</strong>r lo triste<br />

<strong>de</strong> su situación; pues arrebatada a los feroces caníbales, <strong>de</strong> los que era sierva, y conducida<br />

a bordo <strong>de</strong> un buque don<strong>de</strong> recibió muy buen trato por gente que no conocía, y don<strong>de</strong><br />

encontrara un amante; ni siquiera pensó en su suerte futura; pero convencida <strong>de</strong>spués que<br />

sólo cambió <strong>de</strong> amos, aunque ventajosamente, hubo <strong>de</strong> afligirse sobremanera, porque el<br />

cautiverio siempre es amargo. Siendo una pobre cautiva, no podía unirse a Guacanagarí;<br />

y ante esa triste i<strong>de</strong>a, sus ilusiones se velaron con negra nube. Vivir sin Guacanagarí era<br />

imposible porque ella lo llevaba incrustado en el corazón, habiendo tenido que arrancárselo<br />

para olvidarlo; y sin el corazón no se pue<strong>de</strong> vivir; permanecer cautiva, era también<br />

imposible; porque temprano o tar<strong>de</strong> tendría que abandonar al cacique, a lo que, para ella,<br />

era preferible la muerte. Cuando dos corazones llegan a unirse con estrechos vínculos;<br />

cuando dos almas se confun<strong>de</strong>n en una sola por la fusión misteriosa <strong>de</strong> las simpatías y <strong>de</strong>l<br />

amor; no es dable separarlas, sin herir <strong>de</strong> muerte aquellos dos seres que nacen el uno para<br />

el otro; porque las leyes naturales, si así pue<strong>de</strong>n llamarse esos po<strong>de</strong>rosísimos impulsos que<br />

arrastran al hombre, bien o mal su grado, a buscar a la mujer, como la piedra su centro <strong>de</strong><br />

gravedad, no se quebrantan nunca impunemente.<br />

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