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TOMO 2 Cuentos CPD p1-362.internet.indd - Banco de Reservas

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JUAN BOSCH | CUENTOS ESCRITOS EN EL EXILIO Y APUNTES SOBRE EL ARTE DE ESCRIBIR CUENTOS<br />

a que ese señor no le creyera, a que llamaría en su auxilio a la policía pensando que se<br />

trataba <strong>de</strong> un farsante que pretendía entrar en su hogar quién sabe con qué propósitos, o<br />

en último término que llamara a un manicomio para que cargaran con él. En tantos siglos<br />

conviviendo con ellos Santa Claus había aprendido a conocer a los hombres y sabía que<br />

muchos no creen en la existencia ni <strong>de</strong> Santa Claus ni <strong>de</strong> los Reyes Magos.<br />

La única solución que le pareció hace<strong>de</strong>ra fue la <strong>de</strong> meterse directamente en la habitación<br />

<strong>de</strong> un niño, <strong>de</strong> uno cualquiera, pues la mayoría <strong>de</strong> ellos es <strong>de</strong> alma pura y adivinan<br />

la verdad don<strong>de</strong> la oyen; llegar y <strong>de</strong>cirle: “Vengo a que me <strong>de</strong>s uno <strong>de</strong> esos juguetes que yo<br />

te traje hoy, porque <strong>de</strong>l lado mexicano, cerca <strong>de</strong> la frontera, hay un niño que no tiene con<br />

qué jugar esta noche”.<br />

Esa le pareció la solución correcta. Pero he aquí que tratando <strong>de</strong> ponerla en práctica pasó el<br />

risueño Santa Claus malos momentos. Uno <strong>de</strong> ellos fue en la primera casa don<strong>de</strong> entró, porque<br />

el padre <strong>de</strong>l niño oyó que alguien abría la ventana y comenzó a dar gran<strong>de</strong>s voces.<br />

—¡Ladrones, ladrones, socorro! –gritaba.<br />

Los gritos eran tan <strong>de</strong>saforados que Santa Claus tuvo que <strong>de</strong>sistir y buscar otro lugar.<br />

Escogió un barrio apartado; y ya estaba abriendo la verja <strong>de</strong> una <strong>de</strong> esas graciosas casitas<br />

norteamericanas <strong>de</strong> dos pisos, cuando <strong>de</strong> buenas a primeras sintió un rugido, oyó a su<br />

espalda algo como una exhalación, y se halló a seguidas con tamaño perrazo pegado a sus<br />

pantalones. No fue fácil <strong>de</strong>spren<strong>de</strong>rse <strong>de</strong> aquel feroz animal. Santa Claus no pudo explicarse<br />

nunca, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l episodio, cómo se las arregló él para saltar la verja con todo y perro.<br />

Este, muy persistente, creyó que su <strong>de</strong>ber era seguir prendido, por varias cuadras, <strong>de</strong> los<br />

fondillos <strong>de</strong> Santa Claus.<br />

Pero alguna vez tenían que terminar las tribulaciones <strong>de</strong>l bondadoso anciano. Un cuarto<br />

<strong>de</strong> hora <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> ese mal rato vio una casa abierta y a un matrimonio <strong>de</strong> mediana edad<br />

charlando a<strong>de</strong>ntro.<br />

—Buenas noches, señores –dijo Santa Claus con su mejor voz–. Vengo en busca <strong>de</strong>l algún<br />

juguete, aunque sea usado, para un niño que se ha quedado sin ellos.<br />

La señora fue muy gentil y atendió a Santa Claus graciosamente.<br />

—Aquí hay algunos <strong>de</strong> un sobrino nuestro que no ha venido a buscarlos –dijo–. Están<br />

bajo el árbol <strong>de</strong> Navidad. Escoja usted mismo el que le guste.<br />

Santa Claus escogió un pequeño automóvil. Se <strong>de</strong>spidió <strong>de</strong> prisa y salió más <strong>de</strong> prisa<br />

aún. Debía tratar <strong>de</strong> llegar a la frontera antes <strong>de</strong> que se hiciera tar<strong>de</strong>, y a<strong>de</strong>más tenía que<br />

<strong>de</strong>jar al reno en lugar seguro. Puesto que la noche no había sido afortunada, esperaba nuevos<br />

contratiempos antes <strong>de</strong> dar fin a su misión.<br />

CAPÍTULO VI<br />

Pero no sólo el viejo Santa Claus pasó apuros esa noche. También los estaban pasando los<br />

Reyes Magos, y no hay que tener mucha imaginación para sospechar que las tribulaciones<br />

<strong>de</strong> los Reyes Magos eran mayores que las <strong>de</strong> Santa Claus, pues el hecho <strong>de</strong> que fueran tres<br />

personas <strong>de</strong> caracteres tan distintos complicaba siempre los problemas.<br />

Los reyes iban saliendo ya <strong>de</strong> México, en camino hacia La Habana, cuando Baltasar, que<br />

estaba <strong>de</strong>jando un juguete en la casa <strong>de</strong> un niño cuyo padre tenía estación <strong>de</strong> radioaficionados,<br />

acertó a recibir la llamada <strong>de</strong> Santa Claus. Salió a saltos en busca <strong>de</strong> sus compañeros,<br />

y dio con Melchor, que disfrutaba, sobre su camello, <strong>de</strong> un corto sueño. Baltasar le contó en<br />

el acto lo que sucedía, a lo que respondió Melchor diciendo:<br />

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