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TOMO 2 Cuentos CPD p1-362.internet.indd - Banco de Reservas

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VIRGILIo DíaZ GRuLLón | CRónICaS DE aLtoCERRo<br />

Y efectivamente, arcadio tenía toda la razón. a partir <strong>de</strong> aquella entrevista, y cada vez<br />

más durante las subsiguientes, mi fe en él se robustecía y fui adaptándome a la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> la<br />

existencia <strong>de</strong> aquel ser extraordinario que me había escogido a mí entre todos para ofrecerme<br />

su amistad y protección.<br />

a tal punto llegué a habituarme a su presencia, que no vivía ya sino para gozar <strong>de</strong> sus<br />

visitas periódicas, y me parecían interminables las horas <strong>de</strong> espera que mediaban entre<br />

ellas. naturalmente, oculté a todos la existencia <strong>de</strong> arcadio, y mi amigo y yo nos citábamos<br />

<strong>de</strong> noche, en la galería posterior <strong>de</strong> la clínica, <strong>de</strong>sierta siempre a aquellas horas… ¡Cómo<br />

<strong>de</strong>scribirles aquellas veladas extraordinarias! Ro<strong>de</strong>ados <strong>de</strong> un profundo silencio y alumbrados<br />

sólo por la luz <strong>de</strong> las estrellas, analizábamos y discutíamos los más variados temas: los<br />

misterios <strong>de</strong> la filosofía, los secretos <strong>de</strong> la ciencia… Viví entonces los días más apasionantes<br />

e intensos <strong>de</strong> mi vida. La sabiduría <strong>de</strong> Arcadio era infinita, y su po<strong>de</strong>rosa personalidad iba<br />

influyendo en mi conducta y transformándola por completo.<br />

Me sometí estrictamente a las normas <strong>de</strong> la institución. Dejé <strong>de</strong> fumar a escondidas en el<br />

cuarto <strong>de</strong> baño. acepté sin protestas la aplicación <strong>de</strong> inyecciones y medicinas. Jamás volví a<br />

discutir con las enfermeras y el personal doméstico. Fui amable, dócil y servicial con todos,<br />

y mantenía gustosamente aquella actitud pensando en la amistad <strong>de</strong> arcadio y en lo que, a<br />

consecuencia <strong>de</strong> ella, podía reservarme el futuro.<br />

Mi conducta ejemplar apresuró mi salida <strong>de</strong> la clínica, y el Dr. Jordán me llamó una mañana<br />

para anunciarme que me daría <strong>de</strong> alta al día siguiente. Me sentía intensamente feliz al comunicarle<br />

aquella noche a arcadio la gran noticia. Sin embargo, él no pareció compartir mi alegría.<br />

Me expresó con voz entristecida que tenía algo penoso que anunciarme. Era su propia partida.<br />

Se le había encomendado una lejana misión que cumplir. no sabía por cuánto tiempo. no podía<br />

<strong>de</strong>cirme su <strong>de</strong>stino. Debíamos <strong>de</strong>spedirnos y resignarnos a una larga separación.<br />

El golpe inesperado me aturdió por completo. Le supliqué, le imploré, lloré como una<br />

criatura, pero todo fue inútil. nada podía variar aquella suprema y misteriosa <strong>de</strong>cisión cuya<br />

fuente ignorada ni siquiera me era dado conocer. arcadio me recomendó resignación y paciencia,<br />

y el único rayo <strong>de</strong> esperanza que me <strong>de</strong>jó entrever, alumbró tímidamente a través<br />

<strong>de</strong> las últimas palabras que pronunció antes <strong>de</strong> marcharse:<br />

Algún día volveremos a encontrarnos. Ten la absoluta confianza <strong>de</strong> que, no importa<br />

cuántos años pasen, seremos amigos <strong>de</strong> nuevo.<br />

—Pero, ¿dón<strong>de</strong>?, ¿dón<strong>de</strong> podré hallarte? –le grité casi, sumido en la <strong>de</strong>sesperación.<br />

Y con voz que ya se hacía lejana y comenzaba a per<strong>de</strong>rse en el espacio, arcadio me<br />

respondió:<br />

—Cuando llegue el momento, tú sabrás dón<strong>de</strong> encontrarme…<br />

<br />

Y don Carlos Zamorán se quedó callado, mientras las últimas palabras <strong>de</strong> arcadio parecían<br />

revolotear sobre nuestras cabezas inclinadas por la curiosidad a su alre<strong>de</strong>dor.<br />

Fui yo quien rompió el hechizo <strong>de</strong>l silencio total que había <strong>de</strong>scendido sobre el grupo.<br />

—¿Y nunca ha vuelto a saber <strong>de</strong> arcadio, don Carlos?<br />

El administrador <strong>de</strong> correos <strong>de</strong> altocerro, volvió hacia mí una mirada cargada <strong>de</strong> tristeza.<br />

—nunca más…, –me respondió. al principio, a pesar <strong>de</strong>l primer momento <strong>de</strong> <strong>de</strong>sesperación,<br />

no me importó tanto. Era entonces joven. tenía toda la vida por <strong>de</strong>lante, y salí <strong>de</strong> la<br />

clínica lleno <strong>de</strong> bríos y proyectos optimistas… Pero, <strong>de</strong>spués, a medida que fue pasando el<br />

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