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TOMO 2 Cuentos CPD p1-362.internet.indd - Banco de Reservas

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CoLECCIón PEnSaMIEnto DoMInICano | Vo l u m e n II | CuEntoS<br />

—Sí, mi hijo. Me lo <strong>de</strong>volverás cuando lleguemos <strong>de</strong> nuevo a la casa –le respondió el<br />

anciano poniéndole una mano sobre el hombro.<br />

—¿Y por qué me lo <strong>de</strong>jas hoy, abuelito…?<br />

—Porque ya eres un hombre… Es tiempo <strong>de</strong> que vayas aprendiendo a cuidar las cosas…<br />

El niño miró <strong>de</strong> nuevo el reloj observando el girar apresurado <strong>de</strong>l segun<strong>de</strong>ro.<br />

—¿Y por qué sólo se mueve la agujita dorada, abuelito?<br />

—Las otras también se mueven, pero más <strong>de</strong>spacio…<br />

—no, no… no se mueven… Míralas… –acercó el reloj al rostro <strong>de</strong>l anciano celosamente<br />

aprisionado entre sus manos juntas.<br />

—no se mueven cuando las estás mirando. Pero si te olvidas <strong>de</strong> ellas y no las miras,<br />

aprovechan entonces y corren para recuperar el tiempo perdido.<br />

—Pero por más que corran no podrán alcanzar nunca a la agujita dorada, ¿verdad,<br />

abuelito?<br />

—no, mi hijo, no pue<strong>de</strong>n alcanzarla nunca…<br />

—¿Y por qué no pue<strong>de</strong>n alcanzarla…?<br />

—Pues… porque esa agujita dorada en realidad no es una agujita es un rayito <strong>de</strong> sol<br />

que yo tengo aquí prisionero… Y tú sabes que <strong>de</strong> prisa corre el sol, que atraviesa todo el<br />

cielo en un solo día…<br />

El niño, pendiente <strong>de</strong> cada palabra <strong>de</strong>l abuelo, asintió con la cabeza y quedó un rato<br />

silencioso hasta que luego siguió en voz alta el curso <strong>de</strong> sus pensamientos:<br />

—¿Y cuándo conseguiste ese rayito <strong>de</strong> sol, abuelito?<br />

—anoche, mientras dormía…<br />

—¿anoche…? ¿Y quién te lo dio?<br />

—Me lo trajo un viejito con una barba muy blanca que le llagaba a la cintura.<br />

—¿Y por qué el viejito tenía el rayito <strong>de</strong> sol?… ¿Quién se lo regaló a él?<br />

—no era <strong>de</strong> él, era <strong>de</strong> Dios… Y Dios se lo había entregado para que me lo trajera a mí…<br />

—¿Dios? –El niño permaneció un instante abrumado, —Y por qué Dios te regaló el<br />

rayito <strong>de</strong> sol, abuelito?<br />

—no fue un regalo: fue un cambio… Yo le di algo mío también a Dios…<br />

—¿Y qué le diste tú?…<br />

El abuelo permaneció un momento en silencio y luego respondió sin mirar al niño:<br />

—Yo le regalé algo muy precioso hoy, mi hijito… –y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> una pausa: —Ven, vamos<br />

a sentarnos allí…<br />

Se dirigieron hasta una cerca <strong>de</strong> mampostería que circundaba un solar yermo y se sentaron<br />

sobre ella, el anciano apoyando sus manos en el bastón colocado verticalmente frente<br />

a él, y el niño a su lado, con el reloj entre las manos que reposaban en sus rodillas y el rostro<br />

expectante vuelto hacia el abuelo.<br />

Este por fin habló:<br />

—Fue un acuerdo entre Dios y yo, ¿sabes?… Él necesitaba <strong>de</strong> alguien a quien yo quería<br />

mucho, y <strong>de</strong>seaba tenerla a su lado para siempre… Cuando lo supe, le dije que Él era dueño<br />

<strong>de</strong> mí y <strong>de</strong> todo lo mío, y que podía llevársela cuando quisiera… Entonces Él me dio las<br />

gracias y me dijo: “Deseo darte algo a cambio <strong>de</strong>l sacrificio que te pido. Toma este rayito <strong>de</strong><br />

sol y guárdalo para ti…”.<br />

El abuelo, que había hablado con la cabeza inclinada sobre el pecho, hizo una pausa y<br />

luego agregó mirando al niño a los ojos:<br />

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