03.04.2013 Views

TOMO 2 Cuentos CPD p1-362.internet.indd - Banco de Reservas

TOMO 2 Cuentos CPD p1-362.internet.indd - Banco de Reservas

TOMO 2 Cuentos CPD p1-362.internet.indd - Banco de Reservas

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

SÓCRATES NOLASCO | EL CUENTO EN SANTO DOMINGO – <strong>TOMO</strong> I<br />

II<br />

En las vastas profundida<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l bosque tropical, a medida que avanzaban cautelosamente<br />

al través <strong>de</strong>l ramaje entrelazado en busca <strong>de</strong> un paraje bien retirado <strong>de</strong>l camino real don<strong>de</strong><br />

pudiesen conversar a sus anchas sin el más leve temor <strong>de</strong> ser oídos, empezaba la tar<strong>de</strong> a<br />

revestirse <strong>de</strong> tonos grises, a esparcir jirones <strong>de</strong> tenue sombra sumergiendo los objetos en una<br />

semi-obscuridad que se espesaba lentamente… Afuera, en el llano, todavía reinaba bastante<br />

claridad. En el fondo <strong>de</strong> la llanura, en la lejanía, los picos <strong>de</strong> las primeras estribaciones <strong>de</strong> la<br />

cordillera central se recortaban con perfecta limpi<strong>de</strong>z en el horizonte todavía iluminado por<br />

los resplandores <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong> que caía. Sobre la llanura vasta y silenciosa, corría un vientecillo<br />

sutil haciendo oscilar el tostado pajonal en que, aquí y allá, como hundidos en un mar<br />

<strong>de</strong> extraño verdor pastaban sosegadamente algunos animales… Fonso Ortiz y el coronel<br />

Virico, uno <strong>de</strong>trás <strong>de</strong>l otro, continuaban abriéndose paso por entre la maleza cada vez más<br />

inextricable. Ante ellos, a sus lados lo mismo que por <strong>de</strong>trás, surgían con profusión robustos<br />

troncos <strong>de</strong> árboles en cuyas copas frondosas, por entre las ramas estremecidas, penetraban<br />

los dardos solares a manera <strong>de</strong> largas rayas <strong>de</strong> luz, y a cada paso tropezaban con las raíces<br />

<strong>de</strong>sparramadas sobre el suelo como formidables tentáculos <strong>de</strong> animales pertenecientes a<br />

no sé que misteriosa fauna <strong>de</strong>sconocida… Suponiendo ya el lugar bastante resguardado,<br />

Fonso Ortiz se <strong>de</strong>tuvo algo cansado <strong>de</strong> aquella fatigosa caminata. Virico lo estaba también.<br />

El coronel era un mulato muy claro, casi blanco, <strong>de</strong> treinticinco a cuarenta años, corpulento,<br />

<strong>de</strong> fisonomía expresiva siempre iluminada por una sonrisa, verda<strong>de</strong>ro tipo militar que a<br />

todo el mundo resultaba extremadamente simpático… Nadie hubiera podido percatarse <strong>de</strong><br />

la presencia <strong>de</strong> ambos en aquel oculto rincón <strong>de</strong>l bosque visitado sólo por algunos animales.<br />

Era ya hora <strong>de</strong> que pusiesen en movimiento la lengua…<br />

—Y bien –interrogó Fonso– ¿qué ha sido <strong>de</strong> ti <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que nos separamos en Santiago, te<br />

acuerdas, aquella noche <strong>de</strong> Carnaval en que corrimos juntos tamaña juerga? Estabas alegre,<br />

lo que se dice muy alegre… Créelo, chico, con algunos tragos más eras hombre al agua…<br />

—Nunca he olvidado esa noche en que me salvaste el pellejo. Después <strong>de</strong> Dios, a ti te<br />

<strong>de</strong>bo el estarlo contando. La culpa la tuvo aquella mascarita <strong>de</strong>l baile a que fuimos en los<br />

Chachases. Coqueteó conmigo cuanto le dio la gana pero no pu<strong>de</strong> conseguir nada <strong>de</strong> ella;<br />

nada, créelo, ni pizca… Era una gran hembra… ¡Pero qué hombre aquel tan celoso, Virgen<br />

Santísima! Des<strong>de</strong> que principié a bailar con ella estaba acechándome… Y si tú no le <strong>de</strong>svías el<br />

brazo y lo sujetas en el momento en que me fue encima con un puñal, adiós coronel Virico…<br />

Dos días <strong>de</strong>spués, sin <strong>de</strong>spedirme <strong>de</strong> ti, pues me dijeron que estabas en el campo, regresé a<br />

Santo Domingo muy satisfecho <strong>de</strong> mi paseo a Santiago…<br />

—Se dijo poco <strong>de</strong>spués que te habías retirado <strong>de</strong>l servicio…<br />

—Estaba disgustado con lo <strong>de</strong> la anexión. Me había <strong>de</strong>dicado al comercio y empezaba<br />

a prosperar lo más quitado <strong>de</strong> bulla cuando al estallar la revolución me llamó el general<br />

para que lo acompañase al Cibao. No podía negarme, pues ya sabes que cuanto valgo se lo<br />

<strong>de</strong>bo al general. Pero soy dominicano, y cuando ayer en el campamento recibí el papel que<br />

me enviaste con el vale Goyo me dio el corazón un vuelco. Inmediatamente resolví acudir<br />

a tu llamada y aquí me tienes…<br />

—No esperaba menos <strong>de</strong> ti. Allá todos te consi<strong>de</strong>ran como un buen dominicano. Don<br />

Benigno me dijo que conocía mucho tu familia. En ella todos son santanistas, pero eso no<br />

quita que quieran la libertad <strong>de</strong> su país. En nombre <strong>de</strong> él te hablo. No pretendo que traiciones<br />

a Santana, pues ya sé que no lo harías. Lo que quiero es que me prestes tu ayuda para<br />

69

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!