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TOMO 2 Cuentos CPD p1-362.internet.indd - Banco de Reservas

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CoLECCIón PEnSaMIEnto DoMInICano | Vo l u m e n II | CuEntoS<br />

posible <strong>de</strong>l mundo <strong>de</strong> los vivientes, algo así como apéndice <strong>de</strong> monasterio, y también su<br />

poquito <strong>de</strong> oscura y nauseabunda; sin duda por exceso <strong>de</strong> previsión, o acaso <strong>de</strong> saludable<br />

rigor. En aquel tugurio estaban or<strong>de</strong>nados por lo general los durísimos bancos, o a <strong>de</strong>recha<br />

e izquierda <strong>de</strong> la silla pretorial o paralelos a él, y allí apretados unos contra otros los<br />

alumnos. ocupaba las cabezas <strong>de</strong> banco o los primeros bancos, según, la primera clase, y a<br />

ésta seguían por riguroso or<strong>de</strong>n la segunda, tercera, cuarta, hasta lo infinito. ¡Librara Dios a<br />

alguno que se mezclase siquiera por un instante en clase que no era la suya y menos en una<br />

superior! Serviría esto <strong>de</strong> algún estímulo, no hay duda, y por lo mismo, se era tan celoso<br />

en recompensar la aplicación trasegando al muchacho <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la última a la quinta, cuarta,<br />

tercera, segunda y primera clase con las solemnida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> estilo, en día sábado y en rígida<br />

formación la escuela, o bien <strong>de</strong>gradando a los <strong>de</strong>saplicados, haciéndoles repasar el río, esto<br />

es, <strong>de</strong>scen<strong>de</strong>r <strong>de</strong> una clase superior a una inferior.<br />

Semejantes evoluciones no eran, como se ve, <strong>de</strong> lo peor <strong>de</strong>l repertorio. Silencio, que no<br />

se oyese volar una mosca, pero ni una mosca (y ésta era luego la consigna textual, lo que<br />

no impedía que quisiesen tumbar la casa cuando daba la espalda el maestro) reinaba en<br />

aquellas benditas aulas.<br />

¿Y qué cuando los fijos, saltones y sangrientos ojos <strong>de</strong>l dómine discurrían por sobre las<br />

infantiles cabezas <strong>de</strong> las masas escolares en ciertos momentos solemnes en que se acababa <strong>de</strong><br />

turbar el or<strong>de</strong>n o <strong>de</strong> hacer una ejecución, o al empezarse a tomar la lección? Entonces era <strong>de</strong><br />

ver al dómine en toda la plenitud <strong>de</strong> su olímpica severidad, ro<strong>de</strong>ado <strong>de</strong> un como nimbo <strong>de</strong><br />

respeto temeroso y forzado; mientras los muchachos, disimulando con el libro pegado a las<br />

narices, pero sin osar levantar los ojos, le echaban maldiciones por almu<strong>de</strong>s. Porque moralmente,<br />

era una corriente tal <strong>de</strong> simpatías la que se <strong>de</strong>terminaba entre maestro y discípulos,<br />

que aquel habría <strong>de</strong>seado los más <strong>de</strong> los días que estos hubieran tenido una sola asenta<strong>de</strong>ra<br />

para sajársela <strong>de</strong> un rebencazo, y éstos cuando menos que a aquel le hubiese tomado una<br />

parálisis por más <strong>de</strong> la mitad <strong>de</strong>l cuerpo, sobre todo quedándole bien inutilizado el brazo<br />

<strong>de</strong>recho. ¡a dón<strong>de</strong> aquella solicitud paternal y afecto, que es lo que precisamente caracteriza<br />

la escuela mo<strong>de</strong>rna!<br />

La disciplina escolar, según las muestras, era <strong>de</strong> lo más atroz, bárbaro, inhumano y absurdo<br />

que se pueda imaginar. Ella exigía que se estudiasen o repasasen las lecciones en alta voz<br />

con una tonada monótona y fastidiosa que era un cacareo <strong>de</strong> gallinas o golpes acompasados<br />

sobre el yunque que se oía a leguas, y oído el cual, podía el caminante o el transeúnte <strong>de</strong>cir:<br />

por allí hay una fragua; porque, en realidad, fragua y escuela <strong>de</strong> antaño era todo uno.<br />

Si un infeliz interrumpía el lúgubre silencio que <strong>de</strong>bía reinar, caía sobre sus espaldas<br />

un chaparrón, inmediatamente, o si no inmediatamente, quedaba marcado para cuando<br />

concluyese la clase. Había <strong>de</strong> saberse <strong>de</strong> coro y retebién la lección <strong>de</strong> memoria, porque si<br />

no, o se recibían incontinenti cuatro palmetazos, o se enviaba a uno al rincón, casi siempre<br />

vuelta la cara a la pared, o se le ponía <strong>de</strong> pie en medio <strong>de</strong> la sala a estudiarla como un becerro<br />

hasta que <strong>de</strong> puro machacar, la daba como un papagayo; y el darla como papagayo<br />

era sabérsela perfectamente. otras veces se quedaba el <strong>de</strong>saplicado muchacho, <strong>de</strong>spedida la<br />

clase, en castigo <strong>de</strong> no ser memorioso.<br />

Los castigos… Haceos cargo <strong>de</strong> los castigos, cuando la escuela misma y la presencia <strong>de</strong>l<br />

ceñudo dómine eran <strong>de</strong> por sí castigos fieros para la alegre y bulliciosa infancia. Escuela<br />

y dómine, ambas invenciones <strong>de</strong>l peor género, habíanse fríamente calculado para estar en<br />

completo <strong>de</strong>sacuerdo con la naturaleza y en perfecta oposición con la tierna índole <strong>de</strong>l niño.<br />

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