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TOMO 2 Cuentos CPD p1-362.internet.indd - Banco de Reservas

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J. M. SANZ LAJARA | EL CANDADO<br />

sin rumbo dormitando entre árboles. Llegó alborotada y alegre porque quería vivir en el<br />

morro, a la orilla <strong>de</strong>l mar. Ángela tenía en el pecho un corazón pequeñito, <strong>de</strong> ambiciones<br />

pequeñitas. En sus ojos, también pequeñitos, Ángela lucía algunos sueños y una que otra<br />

ilusión, que también era <strong>de</strong> muy reducido tamaño.<br />

Cuando se casaron el negro Isaías y la negra Ángela los negros <strong>de</strong>l morro bebieron<br />

cachaza y saltaron como cascabeles en un carnaval. Hubo hasta trompeta irritando al<br />

viento y sambas sensuales y gritos sonoros y hojarasca pisada y las ventanas <strong>de</strong> la casa<br />

<strong>de</strong>l negro Isaías parecieron alegres en la noche <strong>de</strong> bodas. Y el cura, con su sotana negra,<br />

se retiró temprano porque no quería prohibir a los negros sus bailes y cánticos. El cura se<br />

fue persignando por el morro abajo, como una piedra gastada. Y los niños <strong>de</strong>l morro le<br />

dijeron, con mucho respeto, que rezara por ellos y por el negro Isaías y la negra Ángela,<br />

y porque Dios trajera agua al morro para que todos se pudieran bañar en las mañanas y<br />

nadie oliera mal.<br />

Porque el agua era el gran problema <strong>de</strong>l morro. La ciudad llena <strong>de</strong> autos y tranvías y<br />

<strong>de</strong> gente apresurada, ro<strong>de</strong>ó al morro y no le dio agua. La ciudad necesitaba su agua para<br />

lavar las calles y los tranvías y para llenar los baños y los frega<strong>de</strong>ros <strong>de</strong> las casas <strong>de</strong> muchos<br />

pisos, construidos <strong>de</strong> acuerdo a la ley, las casas don<strong>de</strong> vivía la gente que no baila sambas en<br />

los morros y mucho menos pone ventanas simuladas para engañar a los curiosos. La ciudad<br />

era muy celosa con su agua, su agua que venía <strong>de</strong> las chorreras en las montañas o <strong>de</strong> los<br />

ríos en la selva y que la ciudad se había cuidado <strong>de</strong> or<strong>de</strong>nar en canales y filtrar en <strong>de</strong>pósitos<br />

para que nadie se pudiera quejar <strong>de</strong> dolores en el vientre <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> beberla. Se entendía<br />

muy bien que la ciudad no tenía tiempo para darle agua al morro, un morro que, <strong>de</strong>spués<br />

<strong>de</strong> todo, nadie <strong>de</strong>seaba ver enclavado allí, a la misma orilla <strong>de</strong>l mar.<br />

Ángela era una negra muy limpia y cuando, a los dos días <strong>de</strong> casada, adquirió confianza<br />

con su esposo Isaías, le dijo:<br />

—Me quiero bañar.<br />

—No pue<strong>de</strong>s, mi amor; en el morro no hay agua para esos lujos. El agua es para cocinar<br />

y beber. No po<strong>de</strong>mos –aclaróle Isaías– malgastarla bañándonos. Para eso tenemos el mar.<br />

—¡No! –le dijo ella, rebel<strong>de</strong> como toda mujer–, el agua salada me pica en el cuerpo. Yo<br />

quiero agua dulce. Yo me quiero bañar.<br />

El negro Isaías, con su cuerpo tan largo como hilo <strong>de</strong> teléfono y su cabecita que parecía<br />

un alfiler, se sentó en lo alto <strong>de</strong>l morro, preocupado porque no tenía agua para que su mujer,<br />

la negra Ángela, se pudiera bañar.<br />

El negro Isaías nunca gustó <strong>de</strong> pensar, porque luego le dolía la cabeza. Las cosas se<br />

hacían según se presentaban. Eso <strong>de</strong> buscar mañana lo que hace falta hoy, no era acertado.<br />

Isaías era un negro <strong>de</strong>masiado simple. Seguramente que sus abuelos <strong>de</strong>bieron ser simples,<br />

como agua <strong>de</strong> lluvia o lágrimas <strong>de</strong> monja.<br />

—No hagas caso a Ángela –le aconsejó Mariano, un amigo suyo que no era tan negro<br />

como Isaías–, ya se le pasará. El agua es algo importante y no po<strong>de</strong>mos malgastarla.<br />

Mariano era un negro con preocupaciones. No muchas, pero algunas. Mariano se permitió<br />

añadir:<br />

—Lo que pasa con Ángela es que no es una negra <strong>de</strong> morro. Ángela <strong>de</strong>bería vivir en las<br />

matas. Edúcala, Isaías, edúcala.<br />

Isaías asustó sus ojos y se tiró <strong>de</strong> la oreja. Isaías se tiraba siempre <strong>de</strong> la oreja cuando algo<br />

no le gustaba, y ahora, a pesar <strong>de</strong> lo que le aconsejaba su amigo Mariano, él sólo <strong>de</strong>seaba<br />

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