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TOMO 2 Cuentos CPD p1-362.internet.indd - Banco de Reservas

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COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO | Vo l u m e n II | CUENTOS<br />

—Espérate, Gaspar; cálmate y atien<strong>de</strong>. Creo que vale la pena saber qué pasa.<br />

Ese que habló fue el rey Melchor, lo cual indignó más a Gaspar, ¿pues cómo se explica<br />

que un hombre sensato, un rey tranquilo y metódico como Melchor hablara <strong>de</strong> ir a ver qué<br />

ocurría?<br />

—¿Te has vuelto loco? –respondió Gaspar–. Ve tú, si quieres, y acompaña a este curioso<br />

entrometido. Yo no me muevo <strong>de</strong> aquí.<br />

—Pues vas a moverte, sí señor –terció Baltasar gesticulando a diestra y siniestra–. Tienes<br />

que ir, porque si se trata <strong>de</strong> algo bueno nosotros queremos compartirlo contigo.<br />

—¿Qué bueno ha <strong>de</strong> ser? ¿Cuándo has visto tú que ocurra nada bueno en el mundo?<br />

A<strong>de</strong>más, yo no voy a <strong>de</strong>jar mi reino abandonado. ¿Qué sería <strong>de</strong> mis tesoros?<br />

El calmoso rey Melchor puso una mano en el hombro <strong>de</strong> Gaspar, y habló:<br />

—Algo me dice que conviene que vayamos, Gaspar. En cuanto a tus tesoros, llévatelos<br />

contigo. Yo voy a ir <strong>de</strong> todas maneras y me llevaré los míos, porque no sé qué tiempo gastaré<br />

en el viaje.<br />

—¡No hay más que hablar! ¡Pronto, traigan dos camellos! –gritaba ya Baltasar; y casi<br />

antes <strong>de</strong> terminar, <strong>de</strong>cía:<br />

—Te quedarás aquí solo, rey Gaspar. Si te ataca alguna tribu guerrera per<strong>de</strong>rás la vida<br />

y los tesoros, porque Melchor y yo vamos a ver qué significa ese lucero.<br />

A regañadientes, sin ningún entusiasmo, el rey Gaspar admitió ir él también. Pidió un<br />

camello más, el mejor <strong>de</strong> los suyos; hizo que le colocaran sus tesoros en dos cofres y vigiló<br />

atentamente esa operación. Viéndole actuar, Baltasar y Melchor mandaron a buscar sus<br />

tesoros y en poco tiempo los tres reyes se hallaban sobre ricos arneses.<br />

Los guardias reales quisieron acompañarles, pero ellos dijeron que no, que irían solos.<br />

Ya al salir, Baltasar dijo:<br />

—Melchor, tú que eres el más juicioso, di hacia dón<strong>de</strong> alumbra el lucero.<br />

—Es hacia Belén.<br />

—Bien, ¡pues ya estamos andando hacia Belén! –gritó Baltasar.<br />

Y así fue. Sus súbditos se agolparon para verlos partir en la clara noche, y les gritaban<br />

adioses. Los reyes notaron que se alejaban muy <strong>de</strong> prisa, y <strong>de</strong>spués observaron que los camellos<br />

no trotaban, sino que parecían saltar, y cada vez eran más gran<strong>de</strong>s los saltos, mayores<br />

las distancias que recorrían en el aire. Apenas podía afirmarse que ponían las patas en tierra.<br />

Aquello era la cosa más rara que jamás le había sucedido a un grupo <strong>de</strong> reyes.<br />

Es oportuno consignar aquí que hasta el propio rey Gaspar se impresionó, y a tal punto<br />

que se vio en el caso <strong>de</strong> confesar:<br />

—En verdad, parece que el lucero anuncia algo extraño.<br />

Palabras a las que el rey negro respondió con una gran risotada, la cual le hizo tragar<br />

mucho aire porque a esa altura volaban a tremenda velocidad.<br />

CAPÍTULO IV<br />

Había sucedido que el Señor Dios también se enteró a tiempo <strong>de</strong> que los tres reyes iban<br />

camino <strong>de</strong> Belén. El Señor Dios estaba esa noche lleno <strong>de</strong> curiosidad, cosa que no <strong>de</strong>be causar<br />

asombro porque se trataba <strong>de</strong> que Su Hijo acababa <strong>de</strong> nacer, y quería saber quiénes estaban<br />

dispuestos a honrar a ese niño. El Señor Dios era <strong>de</strong> esta opinión: “Los hombres son locos y<br />

por eso parecen malos, pero uno solo, o dos o tres capaces <strong>de</strong> ser cuerdos, buenos y puros,<br />

justifican todo mi trabajo, y con que haya dos o tres en la Tierra me basta para pensar que<br />

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