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TOMO 2 Cuentos CPD p1-362.internet.indd - Banco de Reservas

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CoLECCIón PEnSaMIEnto DoMInICano | Vo l u m e n II | CuEntoS<br />

—¡Misericordia! gritaban sin consuelo las mujeres arrodilladas en medio <strong>de</strong> las calles a<br />

efecto <strong>de</strong> las trepidaciones irresistibles <strong>de</strong> la tierra: ¡Misericordia!<br />

Y los hombres, corriendo sin tino, para caer y volverse a levantar, respondían a la plegaria<br />

con estas palabras: —¡Es el terremoto! Encomen<strong>de</strong>mos al Cielo nuestras almas, porque no<br />

hay salvación sobre la tierra…<br />

Sanabria, que a las primeras indicaciones <strong>de</strong>l terremoto había salido <strong>de</strong> la casa <strong>de</strong>l Gobernador<br />

y montado en su corcel, se <strong>de</strong>stacó por la sabana con los cabellos <strong>de</strong>rechos <strong>de</strong> terror,<br />

pensando en la aflicción que <strong>de</strong>voraría entonces el alma <strong>de</strong> su única hija, niña <strong>de</strong> ocho años,<br />

al verse sola en una casa <strong>de</strong> campo y al lado <strong>de</strong> una anciana hermana <strong>de</strong> él mismo mientras se<br />

operaba aquel fenómeno. Dominado por esa i<strong>de</strong>a, y a pesar <strong>de</strong> la oscuridad que le ro<strong>de</strong>aba,<br />

clavaba sin compasión los ijares <strong>de</strong>l caballo, por manera que pronto atravesó el hermoso río,<br />

no sin peligro <strong>de</strong> que se hubiese sepultado en sus corrientes y entró por la misma arboleda<br />

en que habían herido al virtuoso sacerdote. un estremecimiento súbito agitó hasta el más<br />

débil <strong>de</strong> sus músculos, mientras el caballo lanzando roncos resoplidos, <strong>de</strong>tuvo la carrera<br />

indiferente al dolor que la espuela le causaba en sus costados, verda<strong>de</strong>ros manantiales <strong>de</strong><br />

sangre. La tierra en aquel momento dio una fuerte sacudida, haciendo que jinete y cabalgadura<br />

se <strong>de</strong>splomaran a la vez: un relámpago vivísimo cruzó el espacio… Sanabria paseó en<br />

<strong>de</strong>rredor sus atónitas miradas, y a la luz <strong>de</strong>l meteoro <strong>de</strong>scubrió un objeto pequeño, pero en<br />

parte muy brillante. acercóse a gatas, porque la tierra no le permitía mantenerse <strong>de</strong>recho,<br />

le tomó en sus manos, y volviendo a montar <strong>de</strong>sapareció.<br />

Entre tanto la ciudad <strong>de</strong> La Vega se había <strong>de</strong>struido totalmente. Sólo escaparon algunos<br />

<strong>de</strong> sus habitantes, dos paredones <strong>de</strong> la iglesia que aún existen en pie, una <strong>de</strong> las campanas<br />

<strong>de</strong> ésta, enganchada en la horqueta <strong>de</strong> un árbol corpulentísimo llamado Higo, don<strong>de</strong> sin<br />

duda la arrojó alguna columna <strong>de</strong>l vigoroso viento que soplaba, y las robustas murallas <strong>de</strong><br />

un Castillo. todo lo <strong>de</strong>más quedó convertido en una vasta tembla<strong>de</strong>ra.<br />

II<br />

Doce años <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> los dolorosos acontecimientos que se <strong>de</strong>jan referidos, se levantaba<br />

la nueva ciudad <strong>de</strong> La Vega en un pintoresco llano que se encuentra al S. E. <strong>de</strong>l río<br />

Camú; siendo la mayor parte <strong>de</strong> sus edificios sumamente humil<strong>de</strong>s, antes que por falta <strong>de</strong><br />

elementos para darles la elegancia y soli<strong>de</strong>z necesarias, por el temor justificado <strong>de</strong> un nuevo<br />

<strong>de</strong>sconcierto. En efecto: <strong>de</strong>s<strong>de</strong> esa fecha a la presente sólo se construyen casas <strong>de</strong> tablas <strong>de</strong><br />

palma y guano, salvo alguna excepción muy señalada. así, dado caso que se repitan, como<br />

aconteció en 1842, esas escenas in<strong>de</strong>scribibles en que la naturaleza parece que pier<strong>de</strong> el<br />

equilibrio y amenaza consumar un homicidio gigantesco, ni los <strong>de</strong>rrumbamientos producen<br />

en la humanidad tantas catástrofes con el peso <strong>de</strong> sus gran<strong>de</strong>s masas, ni los que sobrevivan<br />

tienen que unir a las lágrimas <strong>de</strong> la conmiseración las <strong>de</strong> una ruina absoluta que trueca en<br />

líquido y vaporoso humo sus haberes.<br />

Los fundadores <strong>de</strong> esta nueva ciudad, en su mayor parte restos <strong>de</strong> la antigua, vivían<br />

(como viven hoy) consagrados al culto <strong>de</strong> todas las virtu<strong>de</strong>s, no sólo porque ellas han sido<br />

siempre la brújula <strong>de</strong>l dominicano en general, sino porque <strong>de</strong> este modo y en cualquiera<br />

emergencia sobrenatural, jamás les abandonaba la dulcísima esperanza <strong>de</strong> merecer en la<br />

otra vida el galardón y <strong>de</strong>scanso que sobre la tierra pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>cirse son <strong>de</strong>lirios. Y como la<br />

pureza <strong>de</strong> las costumbres entra por mucho en la virtud, y como ellos las observan a cual más<br />

y mejor, resultó que todos constituían una familia; no oyéndose jamás una <strong>de</strong>savenencia,<br />

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