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TOMO 2 Cuentos CPD p1-362.internet.indd - Banco de Reservas

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COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO | Vo l u m e n II | CUENTOS<br />

—”Sube, Cielo Negro”. “Atrinca, Niña Linda”. “Cierra, Bagoruno”. “Arre, bueye”.<br />

“Arre, ¡carijo!”<br />

El sol mira <strong>de</strong>s<strong>de</strong> muy alto. Se recrea en la espalda <strong>de</strong> Marcial el carretero, agitando su<br />

látigo <strong>de</strong> fuego, sol y tierra negra. Hombres y cañas <strong>de</strong> azúcar. Hombres vencidos antes<br />

<strong>de</strong> ganar la esperanza.<br />

—A este buey lo quiero porque me entien<strong>de</strong>. Cuando llamo mueve las orejas y mira por<br />

<strong>de</strong>bajo <strong>de</strong>l yugo. No sé por qué le pusieron Cielo Negro. “¡Arre, Cielo Negro! ¡Arre!”<br />

El cariño <strong>de</strong>l boyero es ancho, como los brazos abiertos <strong>de</strong>l cielo. No importa que sea<br />

estrecho el camino a los bateyes. Cuando la miseria le golpea la frente, entonces Marcial<br />

piensa mejor y pasa los días recordando a La Negra, la novia que <strong>de</strong>jó en el Sur con su<br />

palabra envuelta en un pañuelo.<br />

—Le dije que la quiero y tengo que traerla, pa que viva conmigo. Si espero la mejoría,<br />

pasarán muchas zafras y cuando venga no servirá ni “pa oír los truenos <strong>de</strong> mayo”. ¿No<br />

es verdad, Cielo Negro?<br />

En el “tiro”, el capataz saborea comentarios <strong>de</strong> la gallera.<br />

Cuando la carreta <strong>de</strong> Marcial entra en el batey, aún queda un borrón <strong>de</strong> sol trepado<br />

sobre la tar<strong>de</strong>. La bomba suena lejos. Nino, el muchacho aguador, cruza el potrero<br />

cercano.<br />

La noche va cayendo sobre el silencio y sobre los hombres…<br />

Como luceros encendidos con luces <strong>de</strong> brujería, los fogones le hinchan el hambre a la<br />

noche <strong>de</strong>l batey. Las voces <strong>de</strong> los peones surgen apagadas y sin eco frente a la bo<strong>de</strong>ga, en<br />

don<strong>de</strong> la sombra <strong>de</strong>l último vagón asecha la algazara <strong>de</strong> Leticia Sanetils.<br />

—Bon nuit, carretero. ¿Comme sa va? ¿Tú ta bián?<br />

—Sí, Leticia, estoy bien.<br />

—¿Cuándo venez tu negrita, carretero?<br />

—Agora en el pago mandaré por ella. Ya no espero más.<br />

—Sí, tráila, carretero. Se vive mejor entonce. Bon nuit, carretero.<br />

La última palabra, huida <strong>de</strong> la voz <strong>de</strong> Leticia, cae sobre la primera lamentación <strong>de</strong> Nonino<br />

<strong>de</strong> Vargas.<br />

—Ay, Marcial, he pasado todo el día meloso <strong>de</strong> una fiebre loca, y esta mañana le puse<br />

la mano a una palma ver<strong>de</strong>cita.<br />

—Usté siempre quejándose, vale Nonino. Cuando no son la fiebre es la raquiña.<br />

—Marcial, por Dios, ¿qué quiere tú? Si te pasara dos o tres días entre el yerbaso <strong>de</strong>l tablón<br />

apren<strong>de</strong>rías una cosa buena. ¡Desconsi<strong>de</strong>rao! Estos blancos <strong>de</strong>l dianche.<br />

—Cállate. Si te oye un yuncú 1 tienes que <strong>de</strong>sgaritarte… Nonino, pronto traeré mi negrita.<br />

—Cuanto antes, Marcial. Así la vida te será mejor. Después que uno cae en este infierno<br />

no le queda otro camino.<br />

Cuando cantaron los ruiseñores la carreta <strong>de</strong> Marcial resbalaba ya sobre la grama: Clap,<br />

clap, clap…<br />

—”¡Sube, Cielo Negro!” “¡Eh, Niña Linda!” “¡Empuja Bagoruno!” “¡Arre, carijo!”<br />

El sábado en la tar<strong>de</strong>, cuando llegó La Negra <strong>de</strong>l Sur, Marcial veía los cañaverales muy<br />

lejos y el árbol más alto lo miraba pequeño.<br />

1 Yuncú: hombre po<strong>de</strong>roso.<br />

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