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TOMO 2 Cuentos CPD p1-362.internet.indd - Banco de Reservas

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CoLECCIón PEnSaMIEnto DoMInICano | Vo l u m e n II | CuEntoS<br />

parecía estar medio disvarioso. Que sin duda la sobrina blanca le había hecho algún <strong>de</strong>saire,<br />

<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> tó lo que le había mandao pá trapos pá la semana santa”.<br />

En todo aquel día Juan Caro no salió <strong>de</strong> su casa. al siguiente, apenas amaneció, púsose<br />

a quejarse, lo que atrajo al rancho todo el vecindario. Él se sentía malo; pero no quería que<br />

nadie se molestara por él, lo único que pedía era que le pusieran una carta a la madrina <strong>de</strong><br />

Catalina y se la enviaran con un propio, aquella misma mañana, para que mandara la muchacha,<br />

pues si era cosa <strong>de</strong> morirse quería verla a su lado; y a<strong>de</strong>más <strong>de</strong>seaba imponerla <strong>de</strong><br />

lo que él tenía y pensaba <strong>de</strong>jarle en testamento. Encareció también que le pasaran recado al<br />

escribano <strong>de</strong> San Cristóbal para que al otro día se llegara a su casa. Sus <strong>de</strong>seos no tardaron<br />

en quedar cumplidos; así como el <strong>de</strong> que lo <strong>de</strong>jaran <strong>de</strong>scansar solo.<br />

VI<br />

Era una noche hermosa, calma y fresca.<br />

La luna iba bajando, y festonaba las copas <strong>de</strong> los árboles con relieves <strong>de</strong> plateada luz sobre<br />

fondo <strong>de</strong> suave sombra. En el boscaje sombrío, enar<strong>de</strong>cidos <strong>de</strong> amor, los cocuyos trazaban<br />

fantásticos, instantáneos arabescos. a cada momento el grito grimoso <strong>de</strong> las lechuzas perturbaba<br />

la tranquila atmósfera. “Rendidos <strong>de</strong>l trabajo a la fatiga” los moradores <strong>de</strong> Los Piñones<br />

dormían profundo y tranquilo sueño. Sólo Juan Caro velaba. Con él velaba el crimen.<br />

La lamparilla <strong>de</strong> aceite iluminaba escasamente el interior <strong>de</strong>l bohío.<br />

En improvisado colchón <strong>de</strong> secas hojas <strong>de</strong> plátano, Catalina dormía, vestida, por si tenía<br />

que levantarse <strong>de</strong> repente, y porque, no acostumbrada a aquellos setos con rendijas, así se<br />

sentía más protegida en su pudor virginal y contra el fresco <strong>de</strong> la noche. Dormía sonriendo;<br />

soñaba acaso con el i<strong>de</strong>al amante <strong>de</strong> besos dulces y a la par ardientes, que estrechándola entre<br />

sus brazos <strong>de</strong>lirantes, en aquella noche venturosa en que los querubes <strong>de</strong>scien<strong>de</strong>n cargados<br />

<strong>de</strong> rayos <strong>de</strong> luz a la nupcial alcoba, le diría con voz temblorosa <strong>de</strong> emoción: te amo.<br />

Juan Caro, en tanto, velaba. Con él velaba el crimen.<br />

VII<br />

Cuando doña María oyó <strong>de</strong> los labios palpitantes <strong>de</strong> su ahijada la dolorosa confesión,<br />

tuvo un acceso <strong>de</strong> sincero y profundo pesar. Su conciencia la acusaba. no <strong>de</strong>bió mandar la<br />

muchacha. Era absurdo que hubiera caído en el torpe lazo <strong>de</strong> aquel salvaje. Lloró mucho, y<br />

sólo cuando se levantó <strong>de</strong>l confesionario, absuelta, sintió que su perturbado espíritu recobraba<br />

la perdida tranquilidad.<br />

La primera vez que recibió por conducto <strong>de</strong>l párroco <strong>de</strong> San Cristóbal la expresión <strong>de</strong>l<br />

arrepentimiento <strong>de</strong> Juan Caro, y sus proposiciones <strong>de</strong> reparación por el matrimonio, y la<br />

cesión <strong>de</strong> la mitad <strong>de</strong> sus bienes en favor <strong>de</strong> Catalina, a reserva <strong>de</strong> <strong>de</strong>jarle por testamento<br />

cuanto poseía, ni el respeto que le inspiraba el mediador –que era un venerable sacerdote,<br />

muy experto en flaquezas humanas– fue parte a que oyera con calma aquellas que calificó<br />

<strong>de</strong> cínicas proposiciones.<br />

Juan Caro insistió una y otra vez. un día se presentó en la casa, se arrojó a los pies <strong>de</strong><br />

doña María y le juró “por la virgen <strong>de</strong> altagracia <strong>de</strong> Higüey”, no levantarse <strong>de</strong>l suelo si no<br />

le perdonaban ella y su sobrina.<br />

ambas conferenciaron. Pidieron, <strong>de</strong> hinojos ante una imagen <strong>de</strong> nuestra Señora <strong>de</strong> los<br />

Dolores, auxilio divino, y al cabo <strong>de</strong> tres horas, perdonaron el crimen y aceptaron la reparación.<br />

Una semana <strong>de</strong>spués se verificó el matrimonio, <strong>de</strong> madrugada, muy temprano; y antes que<br />

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