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TOMO 2 Cuentos CPD p1-362.internet.indd - Banco de Reservas

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EMILIo RoDRíGuEZ DEMoRIZI | CuEntoS DE PoLítICa CRIoLLa<br />

metálico, a la escasa luz <strong>de</strong> una linterna, no los cubiertos, armas al servicio <strong>de</strong> la paz, sino<br />

sables y revólveres junto a la botella <strong>de</strong> tavares, –viejo ron popular ya célebre en la historia<br />

<strong>de</strong>l sancocho cibaeño,– y <strong>de</strong>l paquete <strong>de</strong> cigarros abierto sobre la mesa como una parda flor<br />

<strong>de</strong> vicio.<br />

La visión <strong>de</strong>l fiero cuadro llegó, como un relámpago, a conocimiento <strong>de</strong>l Gobernador,<br />

que sin pérdida <strong>de</strong> tiempo envió guardias con instrucciones muy secretas. a poco, disparos<br />

<strong>de</strong> fusilería alarmaron la ciudad, a tiempo en que los conspiradores huían precipitadamente<br />

abandonando el campo y <strong>de</strong>jando en po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> las autorida<strong>de</strong>s un muerto y cinco heridos.<br />

al día siguiente una vieja censuraba con dureza la actitud <strong>de</strong>l Gobierno por haber acabado<br />

a tiros el sancocho; pero un osado gobiernista que sabía lo <strong>de</strong>l sable llevado entre periódicos,<br />

al oír las duras recriminaciones <strong>de</strong> la vieja, cuya lengua fue siempre azote implacable <strong>de</strong><br />

aquel régimen, apresuróse a contestarle:<br />

“Sí, vieja, era un sancocho, porque yo vi pasar al general Yiyi con un tenedor <strong>de</strong>bajo<br />

<strong>de</strong>l brazo”.<br />

Una mala partida y una buena salida<br />

El general Basilio fue uno <strong>de</strong> los más distinguidos ases <strong>de</strong>l lilisismo en la provincia <strong>de</strong><br />

Santiago <strong>de</strong> los Caballeros. Vivía en Sabana Iglesia, <strong>de</strong> don<strong>de</strong> procedían los célebres andulleros<br />

<strong>de</strong>l 30 <strong>de</strong> Marzo que a1 mando <strong>de</strong>l general Fernando Valerio sobresalieron en la memorable<br />

batalla que en esa fecha histórica reafirmó la In<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia Nacional.<br />

Estaba hecho a la ru<strong>de</strong>za <strong>de</strong> las armas y no carecía <strong>de</strong> dotes para el mando. De él <strong>de</strong>pendían<br />

unos veinte jóvenes <strong>de</strong> probada temeridad en los combates tenidos por sus oficiales, y<br />

sobre quienes ejercía paternal autoridad. Estos oficiales le eran fieles con largueza.<br />

agricultura, política y faldas eran su trína ocupación. Le interesaba la agricultura, le<br />

subyugaba la política y le enloquecían las faldas. Para hallarlo fuera <strong>de</strong>l hogar, solían <strong>de</strong>cir<br />

los suyos: “Búsquenlo en casa <strong>de</strong> Chicha, y si no está, en la <strong>de</strong> Lula; si tampoco, en la <strong>de</strong><br />

Margarita”, y así sucesivamente.<br />

Valiente, era hombre <strong>de</strong> pantalones; mujeriego, era hombre <strong>de</strong> faldas. De lo primero respondían<br />

sus rojos calzones <strong>de</strong> general <strong>de</strong> Brigada y sus presillas; <strong>de</strong> lo segundo, sus setenta<br />

y más hijos y los pleitos gordos que se armaban entre guapas mujeres, que lo eran menos<br />

<strong>de</strong> cara que <strong>de</strong> puños.<br />

Se vio en muchas peleas sin que lo pellizcara bala alguna, y como él solía <strong>de</strong>cir, cuando<br />

iba al combate más <strong>de</strong> cien velas encendidas le cubrían la retaguardia. así que, siendo todo<br />

fortaleza para la política, era todo <strong>de</strong>bilidad para las mujeres. Y no es para extrañarlo si se<br />

piensa que lo uno suele ser, por lo general, causa <strong>de</strong> lo otro. Valor y amor suelen ser buenos<br />

amigos.<br />

Por su parte, la buena <strong>de</strong> Cecilia, que tal era el nombre <strong>de</strong> su mujer, no le reñía por estas<br />

cosas, antes bien le ayudaba a <strong>de</strong>senvolverse con las obligaciones creadas por el <strong>de</strong>sfogue<br />

pasional <strong>de</strong> Basilio fuera <strong>de</strong>l ambiente doméstico. Desprendida en este punto, transigía con<br />

el expansionismo <strong>de</strong> camino real <strong>de</strong> su marido. Sabía que ella era la mujer, y que las otras eran<br />

las mujeres, frases que, en el al<strong>de</strong>anismo <strong>de</strong> su jerga, querían <strong>de</strong>cir bastante. Y se complacía en<br />

repartir diariamente leche y víveres entre las mancebas <strong>de</strong> su esposo. Hacíalo por humanidad.<br />

Cargadas <strong>de</strong> hijos, esas pobres mujeres necesitaban protección. no temían ellas recibir el menor<br />

daño <strong>de</strong> Cecilia, y buenamente se comían cuanto aquélla les enviaba. Increíble parecerá<br />

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