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TOMO 2 Cuentos CPD p1-362.internet.indd - Banco de Reservas

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COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO | Vo l u m e n II | CUENTOS<br />

<strong>de</strong> madrugá. Beníamo <strong>de</strong> la tumba fransesa ¿sabe? Den<strong>de</strong> chiquita aprendí a bailala, pero ya<br />

no la bailamo má que lo biejo. ¡Ese si ‘e baile fino! Hay mucha gente <strong>de</strong> arriba que pasa por<br />

ayí pa bela bailá. Un fransé <strong>de</strong> Fransia tubo a bela una noche y dijo que se paresía a un baile<br />

<strong>de</strong> su tierra, <strong>de</strong>l tiempo <strong>de</strong> lo reye; <strong>de</strong>sía que la yamaban minué. Yo yebo siempre a mi nieta<br />

pa que me acompañe y pa que aprenda. Pero lo jóbene <strong>de</strong> ahora no tan má que por er son,<br />

cuando no tán pensando en que yeguen lo carnabale pa salí en la conga. Y esa conga que<br />

salen ahora no son má que un relajo…<br />

—¡Ay! ¡Ma Juana, no diga eso, que yo me muero por la conga! ¿No le guta ese cantico<br />

que dise:<br />

La conga se bá,<br />

Y yo me boy tras eya…?<br />

—Céllate, muchacha, que ni yo ni tu mamá, que en gloria eté, salimo nunca en una<br />

conga. Y tú no irá tampoco.<br />

—¿Y qué otra dibersión tenemo en lo carnabale <strong>de</strong> Santiago <strong>de</strong> Cuba? Mire, agüela, lo blanco<br />

jasen su carnabale en febrero, con flore y papelito; pero lo bueno son lo carnabale <strong>de</strong> nosotro<br />

en julio, con mucha conga… El año pasao pasó por casa una conga gran<strong>de</strong>, gran<strong>de</strong>… ¡Cuánta<br />

gente!… Cuando la cabesa yegaba a Carbario, la cola pasaba toabía por la otra esquina…<br />

—Ahí taba yo –dijo Mario.<br />

—¿No lo dije? –interrumpió la abuela–. Si eta jubentú tá perdía. ¿Qué saca un muchacho<br />

como tú, que paese buena persona, con andá en ese relajo? Un día saldrá <strong>de</strong>ay con la boca<br />

rota y jata con puñalá en er corasón…<br />

—¡Ay, agüela, no diga eso, por su madre!<br />

Mario soltó la carcajada.<br />

—¿Qué quiere usté, bieja? –dijo–. La jubentú ‘e pa dibertirse. Tó er que entra en la conga<br />

se siente alegre. En lo periódico se quejan a vese <strong>de</strong> que la autoridá <strong>de</strong>ja salí las conga. Pero<br />

si le quitan eso ar pueblo ¿qué le ban a <strong>de</strong>já?<br />

—Aquí ‘e –dijo la abuela <strong>de</strong>teniéndose ante una vetusta casucha que en su reducido<br />

frente lucía un amplio portón y una ventana con barrotes <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra–. Ya sabe, Mario, que<br />

aquí tiene tu casa. Date tu bueta por acá uno <strong>de</strong> eto día. Y que Dió te bendiga…<br />

—Grasia, bieja. Adiós, Juaniquita.<br />

—Adiooós, Mario.<br />

II<br />

Mario volvió días <strong>de</strong>spués y gradualmente se habituó a frecuentar aquella casa y a oír<br />

<strong>de</strong> labios <strong>de</strong> Ma Juana el recuento <strong>de</strong> toda su vida. Ma Juana entretejía sus recuerdos como<br />

quien piensa en alta voz. El nombre <strong>de</strong> su marido, Esteban Lafori –criollo, mitad francés,<br />

mitad cubano–, brotaba a cada momento en su charla: Esteban fue en su tiempo el mejor<br />

carpintero <strong>de</strong> Santiago <strong>de</strong> Cuba; Esteban había torneado los barrotes <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra recia que<br />

lucía la ventana, y a él se <strong>de</strong>bía casi toda la obra <strong>de</strong> carpintería <strong>de</strong> aquella casa, que era el<br />

fruto <strong>de</strong> sus ahorros. Cuando estalló la guerra <strong>de</strong> in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia, Esteban se fue al monte,<br />

y ella se puso a trabajar como lavan<strong>de</strong>ra para ganar su propio sustento y el <strong>de</strong> la única hija<br />

<strong>de</strong>l matrimonio. Después no hubo más noticias <strong>de</strong> Esteban; parece que murió en la invasión<br />

a Occi<strong>de</strong>nte, no se sabe si <strong>de</strong> fiebre o <strong>de</strong> bala. ¡Qué lástima que Esteban no alcanzara a ver<br />

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