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TOMO 2 Cuentos CPD p1-362.internet.indd - Banco de Reservas

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<strong>de</strong> Puerto Plata engrosándose <strong>de</strong> manera que cuando llegaron eran ya un po<strong>de</strong>roso ejército<br />

al cual se rindió la guarnición.<br />

Pancho, entre tanto, había sido conducido a Blanco, don<strong>de</strong> se curaba lentamente, sin médico<br />

y con pocas medicinas. En su lecho supo todas las noticias <strong>de</strong> la guerra, <strong>de</strong>l triunfo <strong>de</strong> los<br />

suyos, <strong>de</strong> la constitución <strong>de</strong>l nuevo Gobierno, y cuando se trató <strong>de</strong> nombrar Jefe Comunal en<br />

propiedad <strong>de</strong> Blanco, todavía sólo podía andar apoyado en una muleta en su aposento.<br />

El Gobierno pidió entonces informes sobre candidatos y todos estuvieron contestes en<br />

que Jerónimo era el hombre, y en su favor fue expedido el nombramiento.<br />

una tar<strong>de</strong> estaba Pancho sentado a la puerta <strong>de</strong> su casa, contemplando la plaza <strong>de</strong> un<br />

ver<strong>de</strong> suave que reposaba los ojos, cubierta <strong>de</strong> cabras, vacas y cerdos que pastaban tranquilamente,<br />

mientras por el lado <strong>de</strong>l monte, en el camino que llega a Bajabonico, aparecían <strong>de</strong><br />

tar<strong>de</strong> en tar<strong>de</strong> al<strong>de</strong>anas que venían <strong>de</strong> la laguna con una lata o una damesana <strong>de</strong> agua en la<br />

cabeza, cuando llegó Jerónimo a visitarlo.<br />

—¿Cómo le va, compadre? –preguntó.<br />

—aquí, cada vez más convencido <strong>de</strong> la verdad que usted me dijo en la yola. no vuelvo<br />

a correr más nunca. Y no porque esté cojo, sino porque creo que más se alcanza cuando uno<br />

sabe dón<strong>de</strong> <strong>de</strong>be sentarse.<br />

¡Pa’ la caise!<br />

CoLECCIón PEnSaMIEnto DoMInICano | Vo l u m e n II | CuEntoS<br />

no ha mucho se encontraban en el café El Túnel, <strong>de</strong> Puerto Plata, algunos jóvenes tertuliando<br />

en la galería, gozando <strong>de</strong>l fresco terral que soplaba y <strong>de</strong> la poesía <strong>de</strong>l paisaje formado<br />

por el jardín bellísimo <strong>de</strong>l parque, en el cual hacía maravillas la potente luz <strong>de</strong> las lámparas<br />

Kitson <strong>de</strong>shaciéndose como rayos <strong>de</strong> sol sobre los chorros <strong>de</strong> agua atomizada <strong>de</strong> las fuentes,<br />

el enorme ramaje <strong>de</strong> los laureles, y los rosales en flor que parecían el alma <strong>de</strong> la juventud<br />

femenina: piras <strong>de</strong> rosado tinte como el amor ferviente y entusiasta; lampos <strong>de</strong> alba nieve<br />

como esas conciencias impolutas; ramilletes amarillos, color <strong>de</strong> la <strong>de</strong>cepción y el <strong>de</strong>sengaño<br />

que aniquilan en flor los corazones.<br />

Hablaban los mozos <strong>de</strong> amor, <strong>de</strong> fiestas, <strong>de</strong> las manifestaciones <strong>de</strong> la vida inquieta y<br />

vivaracha <strong>de</strong> la juventud, cuando uno <strong>de</strong> ellos la<strong>de</strong>ó la charla hacia la mal llamada política, y<br />

se habló <strong>de</strong> las últimas prisiones, discutiendo unos en pro y otros en contra <strong>de</strong> su justicia.<br />

Como siempre, la tertulia se hizo anecdótica. Cada uno refirió un caso afirmador <strong>de</strong> la<br />

opinión que sustentaba.<br />

—Pues yo –dijo Luis, un joven moreno, <strong>de</strong> gran<strong>de</strong>s ojos oscuros y bigote más negro que<br />

el café tostado– voy a referirles mi caso auténtico que presencié en Santiago. Había un joven<br />

<strong>de</strong> la honorable familia Pujol, el cual tenía la costumbre <strong>de</strong> restregarse las manos con frecuencia.<br />

un día las tropas <strong>de</strong>l Gobierno fueron <strong>de</strong>rrotadas en Puñal, y el Gobernador, apenas<br />

amaneció, salió a la calle. En la acera <strong>de</strong> enfrente vio a Pujol restregándose las manos, y al<br />

instante supuso que el joven conocía la noticia y la estaba celebrando con ese movimiento.<br />

Se <strong>de</strong>volvió a la Gobernación, y dirigiéndose al Comisario <strong>de</strong> Policía, le dijo:<br />

—¡Mán<strong>de</strong>me a meter en la cárcel a ese conspirador <strong>de</strong> Pujol!<br />

La or<strong>de</strong>n fue trasmitida a dos agentes, y cinco minutos <strong>de</strong>spués la víctima sentía dos<br />

bocas <strong>de</strong> carabina en las espaldas, mientras una voz aguar<strong>de</strong>ntosa le gritaba:<br />

—¡Pa’ la caise!<br />

Entonces Eudoro, un joven <strong>de</strong> la Capital, que oía a Luis, dijo:<br />

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