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TOMO 2 Cuentos CPD p1-362.internet.indd - Banco de Reservas

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COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO | Vo l u m e n II | CUENTOS<br />

fijamente. Me parecieron sus ojos, bajo las cejas gruesas, dos ascuas encendidas por un<br />

fuego<br />

–Mas un día, patrón, llegó una playa y en ella una mujer. ¡Je, je! Como si no hubiera<br />

millones <strong>de</strong> mujeres en el mundo esperándome, me enamoré <strong>de</strong> una solita, misterioso.<br />

Como un borrego, necesitaba sus besos y los <strong>de</strong> nadie más; como un imbécil, me la enterré<br />

aquí –y se golpeó el pecho– y no me la pu<strong>de</strong> sacar. ¡Y traté! Agarré un carguero y me<br />

largué a Australia, me bebí mil botellas <strong>de</strong> whiskey, trasnoché durante meses, me hundí en<br />

una orgía que me hiciera olvidar. ¡En vano! El hombre nace, ama y muere una sola vez: es<br />

ley, patrón. Quien diga lo contrario, miente.<br />

—Sin embargo, todo hombre civilizado se jacta <strong>de</strong> haber tenido muchas veces el corazón<br />

empeñado –me atreví a disentir.<br />

—De la boca afuera –contestóme el viejo– somos tenorios; <strong>de</strong> la boca a<strong>de</strong>ntro llevamos<br />

todos prendidos a una novia buena y dulce que nos amó <strong>de</strong> muchachos o a un amor duro<br />

y difícil <strong>de</strong> la madurez; pero convénzase, patrón, sólo se ama una vez.<br />

Las palabras roncas y <strong>de</strong>spaciosas <strong>de</strong>l anciano iban cayendo musicalmente en mis oídos,<br />

mientras la noche danzaba sus galas con el An<strong>de</strong> y los lagos. El zumbido <strong>de</strong>l yate retornaba,<br />

vibrando entre los copudos eucaliptos, los olmos y los cedros.<br />

—Un día, patrón, me convencí <strong>de</strong> lo inútiles que eran mis esfuerzos en olvidar a Irmgard<br />

y regresé, más viejo en mis canas, más enclenques mis rodillas <strong>de</strong> alcohólico, todo lleno <strong>de</strong><br />

parches el corazón resquebrajado.<br />

Miré al viejo y no sé por qué presentí dos lágrimas en sus entrecerrados ojos. Evité así<br />

su mirada y le alenté a seguir.<br />

–La historia ya no se alarga, patroncito –prosiguió–, porque cuando volví por ella, mi<br />

Irmgard estaba muerta. ¡Muerta, patrón, muerta como los ruiseñores que mata el frío <strong>de</strong>l<br />

invierno! Sólo que a Irmgard la mató mi amor. ¡Y yo <strong>de</strong> bruto huyendo <strong>de</strong> ella! ¡De bruto,<br />

patrón, <strong>de</strong> brutísimo…!<br />

—Pero entonces, ¿por qué vino usted tan lejos? ¿Qué le hizo buscar a Bariloche y el<br />

Nahuel Huapí como refugio? –pregunté.<br />

—Porque en las aguas <strong>de</strong> los mares y <strong>de</strong> los ríos que he conocido, siempre me imaginé<br />

ver reflejados los ojos <strong>de</strong> las mujeres que me amaron y en las aguas <strong>de</strong>l Nahuel Huapí sólo<br />

se reflejan los ojos <strong>de</strong> mi Irmgard.<br />

—¿Únicamente los <strong>de</strong> ella?<br />

—Sólo los <strong>de</strong> ella, patrón, solitos y tristes, como invitándome a seguirla en la muerte.<br />

En lo alto <strong>de</strong>l cielo, por encima <strong>de</strong> la cordillera gigantesca, explotó un trueno lejano, que fue<br />

luego huyendo por el horizonte. La luna, tímidamente, se acostaba en dirección <strong>de</strong> la pampa.<br />

—¿Se llamaba realmente Irmgard la moza <strong>de</strong> sus amores? –pregunté.<br />

—¡Ah, patrón! –aclaró el viejo, alargando interminablemente las palabras, como si le<br />

dolieran–, eso es cosa mía, y <strong>de</strong> mi corazón. El nombre <strong>de</strong> Irmgard me ha gustado siempre,<br />

pero el nombre <strong>de</strong> mi amada no se lo digo a nadie.<br />

—¿Y por qué?<br />

—Porque a lo mejor es ésa la condición para que yo vea, noche a noche, sus ojos en<br />

el lago. Es nuestro secreto, que me llevaré a la tumba, cuando Dios me pida estos huesos<br />

prestados o cuando yo suba <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> la luna, en el humo <strong>de</strong> mi pipa.<br />

Me levanté y quise dar unas monedas al viejo, que fueron rechazadas. Di las buenas<br />

noches y caminé <strong>de</strong> vuelta al hotel, don<strong>de</strong> las luces <strong>de</strong>l comedor y <strong>de</strong>l salón <strong>de</strong> baile se<br />

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