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TOMO 2 Cuentos CPD p1-362.internet.indd - Banco de Reservas

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COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO | Vo l u m e n II | CUENTOS<br />

sobre las patas traseras, <strong>de</strong> escarbar la tierra con las manos, que hacía, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> luego, reír a la<br />

peonada, satisfecha <strong>de</strong> aquel fracaso, y mover lentamente la cabeza al Patrón. Cada día le<br />

fueron <strong>de</strong>scubriendo nuevas imperfecciones. Era imposible que empezara alguna <strong>de</strong> esas<br />

cabriolas que todos los potros <strong>de</strong>l mundo y <strong>de</strong> todas las razas ejecutan con tanta gracia, sin<br />

que antes no disparara un par <strong>de</strong> coces sobre lo que tuviera más a su alcance: animal, cosa<br />

o persona. A esto y a que muy pronto <strong>de</strong>jó ver una irrefrenable voluntad <strong>de</strong> mor<strong>de</strong>rlo todo,<br />

se <strong>de</strong>bieron las primeras palizas. Los primeros palos, naturalmente, se los administró la<br />

peonada fuera <strong>de</strong>l alcance <strong>de</strong> la vista <strong>de</strong>l Patrón y los recibía, invariablemente, por allí por<br />

don<strong>de</strong> más pecaba: las patas y la boca. El día en que logró introducirse, no se pudo averiguar<br />

mediante qué artes, en el jardín <strong>de</strong> la casa y tragarse <strong>de</strong>liberadamente un sembrado <strong>de</strong><br />

claveles, sin contar las más bellas rosas <strong>de</strong> un rosal, azucenas, gar<strong>de</strong>nias y lirios, recibió la<br />

primera tunda oficial, pública, or<strong>de</strong>nada con voz frenética por la Doña, la propia mujer <strong>de</strong>l<br />

Patrón, que sostenía su histeria, su nostalgia y su aburrimiento, sembrando flores en aquel<br />

tropical olor <strong>de</strong> estiércol fresco y <strong>de</strong> caballo sudado.<br />

Mucho antes <strong>de</strong> cumplir el año <strong>de</strong> vida, ya tenía un nombre propio: “EL LOCO”, dado<br />

<strong>de</strong> común acuerdo por todos y cada día se las arregló para hacer algo que justificara más, si<br />

ello hubiera sido posible, aquel bautizo calificador.<br />

Sus principales y más extraordinarias fantasías fueron, al comienzo, realizadas en lo<br />

que se refería a su propia alimentación. Muy pronto <strong>de</strong>jó andar sola a su madre, la yegua<br />

andaluza, y se las arreglaba caminando <strong>de</strong>sperdigado por el potrero, triscando y tragando<br />

hojas extrañas al pasto, mascando raíces amargas. Su predilección, sin embargo, fue siempre,<br />

entonces y <strong>de</strong>spués, la ropa mojada que ponían a secar al sol: le encantaban los pantalones<br />

azules y las camisas blancas y los pañuelos rojos ya tenían que ser secados al humo apestoso<br />

<strong>de</strong> la cocina para que “EL LOCO” no los viera. Con todo eso, las palizas aumentaron ya sin<br />

ór<strong>de</strong>nes previas, a cualquier hora y por cualquier motivo. De cuando en cuando, también<br />

le llovía, <strong>de</strong> lejos, alguna tremenda pedrada.<br />

Así fue como, cuando “EL LOCO” llegó a cumplir dieciocho meses <strong>de</strong> edad, tenía un<br />

aspecto bien poco agradable. Los golpes le habían hinchado las cañas, los manudillos y<br />

las cernejas; tenía la testera pelada, roto el belfo, maltratados los ollares, enmarañadas las<br />

crines, <strong>de</strong>formados los cascos, hundidos los sulcos; pero, así y todo, tan lamentable como<br />

estaba, los peones no podían acercársele sin llevar algún leño en las manos; pateaba las vacas<br />

los terneros y cuando tiraba las orejas hacia atrás y agachaba la cabeza casi a flor <strong>de</strong> tierra,<br />

<strong>de</strong>rrotaba a los perros y era el terror <strong>de</strong>l patio.<br />

Como era “EL LOCO”, no supo <strong>de</strong> esos pacientes mimos que los <strong>de</strong>más potros <strong>de</strong> la finca<br />

recibían en las largas horas <strong>de</strong> limpieza, ni <strong>de</strong> la caricia larga y voluptuosa <strong>de</strong>l cepillo. Cambió<br />

el pelo cuando buenamente se le quiso caer aquel ominoso <strong>de</strong> burro que trajo al mundo<br />

y le nació otro <strong>de</strong>steñido color <strong>de</strong> caoba sin brillo. Al fin y al cabo, llegó a parecer algo así<br />

como un alambre retorcido en forma <strong>de</strong> caballo y entonces comenzó la época en que <strong>de</strong>bía<br />

fijarse su extraordinario <strong>de</strong>stino.<br />

El Patrón sabía que “EL LOCO” no podía ser vendido a “nadie que tuviera ojos en la cara”.<br />

Felizmente, el mejor mercado para los potros <strong>de</strong> Puerto Rico había sido, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> siempre, la<br />

República Dominicana, situada al otro lado <strong>de</strong>l Canal <strong>de</strong> la Mona y en don<strong>de</strong> guerras y<br />

distancias mantenían firme el medioeval concepto <strong>de</strong> “Dios y hombre a caballo”. Había que<br />

prepararlo, pues, para la exportación y con esa i<strong>de</strong>a dio comienzo una <strong>de</strong> las más tremendas<br />

épocas en la vida <strong>de</strong> “EL LOCO”. A fuerza <strong>de</strong> cuerdas, voces y palos, estirado hasta romperlo<br />

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