03.04.2013 Views

TOMO 2 Cuentos CPD p1-362.internet.indd - Banco de Reservas

TOMO 2 Cuentos CPD p1-362.internet.indd - Banco de Reservas

TOMO 2 Cuentos CPD p1-362.internet.indd - Banco de Reservas

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

Luis experimentó la sensación <strong>de</strong> que se ahogaba. Le faltaba el aire y la camisa apretaba<br />

en su cuello como una soga <strong>de</strong> buey. El grito seguía caminando por la casa gran<strong>de</strong>, como<br />

caminaba la angustia por el pecho <strong>de</strong> Luis. Pero el grito volvió y con él otra cara muy rara,<br />

como la <strong>de</strong> un cirio que pudiera hablar.<br />

—Yo soy María, ¿qué quieres?<br />

Luis miró dos veces. Y hasta una tercera vez.<br />

—Usted no es María –aseguró.<br />

La cara <strong>de</strong> cirio que hablaba se rió. Y la risa hizo eco en otras risas que salieron <strong>de</strong> los<br />

cuartos <strong>de</strong> la casa gran<strong>de</strong>. “¡Ja! ¡Ja! ¡Ja!” Así fue la risa, pero en la cabeza <strong>de</strong> Luis sonó como<br />

el pum, pum, pum <strong>de</strong> un cañón.<br />

—¡Usted no es María! ¡Quiero ver a María!<br />

Las dos cabezas <strong>de</strong> colores se reunieron y echaron humo <strong>de</strong> cigarrillos sobre Luis. Y<br />

nuevamente, la más vieja <strong>de</strong> ellas, dijo:<br />

—¿Conque María? ¿Eh? ¡María…! ¡Ven acá, <strong>de</strong>sgraciada…!<br />

Y entonces respondió la María que Luis <strong>de</strong>seaba ver, porque las risas <strong>de</strong> la casa gran<strong>de</strong><br />

enmu<strong>de</strong>cieron y hasta las cabezas <strong>de</strong> colores <strong>de</strong>jaron <strong>de</strong> reír. Era curiosa la sensación que<br />

tuvo Luis en el pecho, y en los ojos, y hasta en la boca. Pecho, ojos y boca estaban secos.<br />

Asomó la cabeza suave y menuda <strong>de</strong> María, su María, en la puerta <strong>de</strong> la casa gran<strong>de</strong>.<br />

—María –dijo Luis.<br />

—Luis –dijo María, y añadió–: ¡Luis! ¿Tú aquí?<br />

—Quiero verte, María. ¡Quería verte tanto!<br />

—Yo también quería verte, Luis.<br />

De las ventanas y <strong>de</strong> las puertas, por los pasillos, caras <strong>de</strong> mujeres y <strong>de</strong> hombres se<br />

alzaron silenciosamente. Era una floración <strong>de</strong> cabezas y <strong>de</strong> ojos, como un abanico <strong>de</strong> carne<br />

y <strong>de</strong> humo. Y el abanico ro<strong>de</strong>ó, poco a poco, a María y a Luis.<br />

Cesó la música <strong>de</strong> la casa gran<strong>de</strong>. Y el silencio estuvo <strong>de</strong> pronto en la balconada, también<br />

ro<strong>de</strong>ando a los dos muchachos que se miraban y remiraban.<br />

—María –dijo la voz <strong>de</strong> Luis, encalmadamente–, quiero que vengas conmigo, quiero<br />

que <strong>de</strong>jes la casa gran<strong>de</strong>.<br />

—¿Estás seguro, Luis? ¿Estás seguro?<br />

—Lo estoy, María, lo estoy. Te cargaré hasta el horizonte. Soy fuerte, más fuerte que<br />

nadie, más fuerte que todos los hombres <strong>de</strong> la casa gran<strong>de</strong>.<br />

—Lo eres, Luis. Yo lo sé, Luis.<br />

Y en la noche silenciosa <strong>de</strong> la casa gran<strong>de</strong>, María dijo:<br />

—¡Llévame contigo, Luis, llévame contigo!<br />

No se volvieron, ni miraron nuevamente las cabezas raras enganchadas en puertas y<br />

ventanas, ni oyeron el murmullo, ni repararon en las risas recién nacidas que explotaban en<br />

la balconada, ni en la música que <strong>de</strong> nuevo inundaba la casa gran<strong>de</strong>.<br />

El otro<br />

J. M. SANZ LAJARA | EL CANDADO<br />

Con las manos enlazadas en la nuca, Jorge cerró los ojos y trató <strong>de</strong> dormir. Sabía que<br />

sería el último sueño en su cama, en su cuartucho, en aquella ciudad. Pero no pudo dormir.<br />

Y eso también lo había presentido, porque no se pue<strong>de</strong> dormir con sudor en las manos, hielo<br />

en el estómago y pensamientos gastados en el cerebro.<br />

203

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!