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TOMO 2 Cuentos CPD p1-362.internet.indd - Banco de Reservas

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SÓCRATES NOLASCO | EL CUENTO EN SANTO DOMINGO – <strong>TOMO</strong> II<br />

Una cálida tar<strong>de</strong> <strong>de</strong>l mes <strong>de</strong> agosto regresaba José por el camino real cansado <strong>de</strong> un<br />

largo día <strong>de</strong> trabajo infructuoso en una cacería. El crepúsculo comenzaba a purpurar las<br />

nubes sobre las lomas. Al doblar un recodo, vio <strong>de</strong> lejos la casa <strong>de</strong> a viuda Gonzalito, y una<br />

sonrisa <strong>de</strong> inefable ternura asomó a sus labios cuando se encendió en una <strong>de</strong> las ventanas<br />

<strong>de</strong> la casa una luz como un pálido luminar.<br />

—Es Alicia que me espera–, dijo José en voz alta y un íntimo regocijo lo invadió.<br />

Ya cerca <strong>de</strong> la casa, José se <strong>de</strong>tuvo en medio <strong>de</strong>l camino, y entonces notó que un caballo<br />

estaba atado junto a la puerta principal <strong>de</strong> la casa, y el corazón le dio un vuelco.<br />

—¡Es él! –Exclamó José–. Es el forastero que vino en busca <strong>de</strong> Alicia. No hay duda, ese<br />

es su potro tordillo.<br />

Mientras José permanecía como petrificado en el camino, lleno <strong>de</strong> confusión y temor,<br />

dos figuras humanas aparecieron en el umbral <strong>de</strong> la puerta <strong>de</strong> la casa <strong>de</strong> la viuda Gonzalito.<br />

Una era Alicia y la otra un hombre alto y <strong>de</strong>lgado. Ambos reían alegremente. Uno <strong>de</strong> los<br />

brazos <strong>de</strong>l hombre ceñía la cintura <strong>de</strong> Alicia.<br />

Paniagua se <strong>de</strong>slizó entre los matorrales cercanos, ocultándose en atisbo. Su boca estaba<br />

seca y su respiración era anhelante.<br />

Alicia y su acompañante vacilaron un momento y luego se encaminaron hacia el sitio<br />

don<strong>de</strong> José acechaba, caminando <strong>de</strong>spacio. Y cuando ellos se acercaron, José notó que el<br />

compañero <strong>de</strong> Alicia era todo un buenmozo, y su bigote luengo y rizado.<br />

Lentamente José levantó la escopeta hasta que el cañón reposó sobre una rama próxima,<br />

apuntando bacia el hombre que acompañaba a Alicia. José tenía el <strong>de</strong>do en el gatillo.<br />

La pareja pasó a veinte pasos <strong>de</strong> distancia <strong>de</strong>l lugar don<strong>de</strong> José vigilaba. Hablaban en<br />

voz baja, con risas ocasionales.<br />

El cañón <strong>de</strong> la escopeta <strong>de</strong> José <strong>de</strong>scribió un amplio círculo, en dirección <strong>de</strong> la pareja<br />

que se alejaba.<br />

Repentinamente el forastero se <strong>de</strong>tuvo y atrajo hacia él a Alicia, estrechándola en apretado<br />

abrazo, y ella luchó con bríos por escapar, rehuyendo la boca ardorosa que se empeñaba en<br />

besarla, hasta que logró <strong>de</strong>sasirse <strong>de</strong> los tentáculos que la aprisionaban, huyendo en dirección<br />

<strong>de</strong>l aserra<strong>de</strong>ro. En ese mismo instante el forastero dio media vuelta, trató <strong>de</strong> mantener<br />

el equilibrio y cayó <strong>de</strong> bruces, echando sangre por la boca.<br />

Una columna <strong>de</strong> humo blanco y ligero fluía <strong>de</strong> la escopeta <strong>de</strong> José, dispersándose. El<br />

ruido <strong>de</strong> un disparo <strong>de</strong> arma <strong>de</strong> fuego se repitió, retumbando en ecos prolongados por el<br />

valle y las lomas.<br />

Un momento <strong>de</strong>spués José salió <strong>de</strong> su escondite, encaminándose hacia la casa <strong>de</strong> la<br />

viuda Gonzalito a buscar su montura. En su rostro se podían leer los efectos turbadores<br />

<strong>de</strong> la tragedia acaecida. El caballo <strong>de</strong>l forastero lo saludó con un relincho y él acarició su<br />

grupa al pasar.<br />

Dentro <strong>de</strong> la casa reinaba el silencio. Sólo se escuchaba el mecánico tic-tac <strong>de</strong>l reloj<br />

<strong>de</strong> pared y se sentía el grato olor <strong>de</strong> la cena ya dispuesta. José llamó en voz alta. Nadie<br />

le respondió. Entonces su mirada se <strong>de</strong>tuvo en un pedazo <strong>de</strong> papel blanco clavado con<br />

un alfiler sobre el paño <strong>de</strong> la mesa <strong>de</strong>l comedor. Lo <strong>de</strong>sprendió <strong>de</strong> un tirón, acercándose<br />

a la lámpara para leerlo. Decía: “Querido Pepe: Volveré tan pronto me sea posible. Salí a<br />

dar un paseo con un agente <strong>de</strong> la policía. Él se <strong>de</strong>tuvo para pedir un vaso <strong>de</strong> agua; pero<br />

<strong>de</strong>scubrí quien era y lo que buscaba. Él ha venido a hacerte preso por el hombre aquel<br />

que mataste en Los Mameyes. Déjame recado para don<strong>de</strong> irás, y vete pronto, porque yo<br />

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