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TOMO 2 Cuentos CPD p1-362.internet.indd - Banco de Reservas

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COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO | Vo l u m e n II | CUENTOS<br />

—¿Sabes que me llaman loca?<br />

—¿Quién?<br />

—Ellas, las envidiosas, las que odian mis cabellos porque él los besa, y mis ojos porque<br />

él se mira en ellos.<br />

—¿Él?<br />

—Sí, el Príncipe <strong>de</strong>l mar, mi novio. Y al <strong>de</strong>cir así, sacudió con arrogancia sus cabellos.<br />

—Cuéntame tus amores, preciosa niña.<br />

Miróme breves instantes en silencio; <strong>de</strong>spués, con acento que mi recuerdo doloroso<br />

convertía en murmullo, me contó:<br />

—Tú sabes que la tar<strong>de</strong> que enterraron a mi pobre madrecita quedé sola, sola en el<br />

mundo. Yo estaba muy triste, y una noche, para llorar con más <strong>de</strong>sahogo, vine a orillas <strong>de</strong>l<br />

mar y aquí caí dormida. Súpolo el Príncipe, y en su carro <strong>de</strong> perlas tirado por cuatro tritones<br />

acudió a consolarme. Me rogó que no sufriera y me dijo que yo era muy bonita y que él se<br />

casaría conmigo.<br />

—¿Cuándo es la boda?<br />

—No sé; ¡mucho tarda ya esa hora <strong>de</strong> suprema ventura! ¡Oh!, ¡esperar!… ¡Qué duro es<br />

esperar cuando el tiempo no marcha con la violencia que palpita el corazón!<br />

Y mientras exclamaba así, miraba con sus gran<strong>de</strong>s pupilas azules las ondas que alegres<br />

murmuraban su canción.<br />

—¿Por qué esperar?<br />

—Mi palacio aún no está concluido. Un palacio hermosísimo <strong>de</strong> granito más blanco que<br />

el mármol, con galerías <strong>de</strong> nácar, grutas <strong>de</strong> perlas y bosques inmensos <strong>de</strong> coral. Serán mis<br />

pajes los <strong>de</strong>lfines y las ondinas mis doncellas. ¡Qué feliz voy a ser! ¿no es verdad?<br />

—Sí, muy feliz.<br />

—Todas las noches durante mi sueño viene el Príncipe a visitarme. ¿Ves estos caracolitos?<br />

Cuentan las veces que nos encontramos. Tengo muchos, muchos; ellos alfombran mi cabaña.<br />

Hoy estamos a trece y ya tengo doce.<br />

Después prosiguió como en un ensueño:<br />

—Mi Príncipe, ¡cuán bello es! Tiene la cabellera negra y ensortijada, la frente pálida y<br />

hermosa, los ojos tristes y soñadores, el pecho alto y vigoroso, el talle elegante y fino, el<br />

a<strong>de</strong>mán firme y cortés. Cuando cierro los ojos y le contemplo tan bello, siento impulsos <strong>de</strong><br />

correr a su encuentro y lanzarme al mar…<br />

—Te ahogarías.<br />

—No. Los tritones me recogerían y en su carro conduciríanme al palacio; pero temo que<br />

mi Príncipe se enoje.<br />

Y se alejó susurrando dulcemente un canto <strong>de</strong> amor.<br />

Tres días <strong>de</strong>spués ocurrió el hecho fatal. Corrí a la playa don<strong>de</strong> yacía tendida sobre el<br />

abrupto peñón que tantas veces había servido <strong>de</strong> soberbio pe<strong>de</strong>stal a su hermosura. Un hilo<br />

<strong>de</strong> sangre corríale por la sien y manchaba <strong>de</strong> púrpura el oro <strong>de</strong> sus cabellos; por sus labios<br />

amoratados parecía aún vagar una sonrisa, sonrisa <strong>de</strong> mujer enamorada que corre al encuentro<br />

<strong>de</strong>l amado, y <strong>de</strong>l cándido cuello pendía la sarta <strong>de</strong> caracolitos que habían marcado<br />

las horas felices <strong>de</strong> aquel mes.<br />

Los conté: ¡doce! ¡Eran los mismos que me había enseñado! Des<strong>de</strong> aquel día no había<br />

vuelto el Príncipe y la visionaria se había lanzado al mar en su busca.<br />

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