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TOMO 2 Cuentos CPD p1-362.internet.indd - Banco de Reservas

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SÓCRATES NOLASCO | EL CUENTO EN SANTO DOMINGO – <strong>TOMO</strong> II<br />

sorpren<strong>de</strong>ría otro sol sentado en el taburete forrado <strong>de</strong> cuero crudo, con las pupilas enrojecidas<br />

y exigentes clavadas en las bocas <strong>de</strong> los caminos.<br />

<br />

A pesar <strong>de</strong> los lamentos y <strong>de</strong> un repentino ladrar <strong>de</strong> los perros, pudo percibir trote <strong>de</strong><br />

cabalgaduras que avanzaban por el lado <strong>de</strong> Azua. Un oficial <strong>de</strong> alto rango, guiado por un<br />

práctico y seguido <strong>de</strong> seis militares –españoles y criollos– se acercó luego preguntando<br />

por él, que empezó a acariciarse la <strong>de</strong>scuidada y puntiaguda barba. En la travesía, ellos no<br />

habían visto siquiera un hombre <strong>de</strong> armas, <strong>de</strong>svaneciéndose las presunciones <strong>de</strong> Puello y<br />

confirmándose el criterio <strong>de</strong> La Gándara:<br />

En Azua fue <strong>de</strong>struida la resistencia <strong>de</strong>l Sur.<br />

Uno <strong>de</strong>l grupo se acercó anunciando título absurdo:<br />

—El Marqués <strong>de</strong> la Concordia.<br />

El ojo experto <strong>de</strong>l que anunciaron fiscalizó:<br />

—Rústico escenario. Bohío con puertas ausentes, (los vanos miran al norte y al sur).<br />

Enramada, sin cerca, sirve <strong>de</strong> cocina. De las soleras, suspensos en colmillos <strong>de</strong> cerdos monteses,<br />

cuelgan ordinarios aperos <strong>de</strong> montar, útiles <strong>de</strong> labranza, y excusabaraja, sin tapa, que<br />

amenaza caer sobre apagado fogón. ¿No habrán comido aquí hoy? Patio casi yermo. Pocas<br />

gallinas, poca gente… Un hombre, mujer <strong>de</strong> garbo, muchacha apetitosa, una niña y… miseria…<br />

miseria… ¿De qué vivirán en esta al<strong>de</strong>a?<br />

—Muy buenas tar<strong>de</strong>s, General.<br />

—Muy buena se la dé Dios.<br />

Al respon<strong>de</strong>r al saludo se iba incorporando el hombre. Botó en el taburete y pegó en la<br />

corva curvo sable pendiente <strong>de</strong> terciada y galana banda.<br />

Prosiguió el ligero examen:<br />

Alta, seca estatura. Pobre indumento. Nervios en lugar <strong>de</strong> carnes. Cara dura. Duras barbas<br />

<strong>de</strong> chivo que rozan el pecho. Duros, rígidos mostachos. Duro mirar que se va suavizando<br />

hasta ganar triste dulzura en mi presencia… Este mulato es persona.<br />

—General, vengo en misión <strong>de</strong> mi Gobierno, con plenos po<strong>de</strong>res, para tratar con usted.<br />

—Lo supongo. Haga el favor <strong>de</strong> sentarse y beba conmigo un cafecito. Dispensará el<br />

ajuar: no es aparente y fino como los que se usan allá lejos, en su país.<br />

Se <strong>de</strong>jaba examinar y parecía no interesarse en averiguar cómo era el recién llegado.<br />

Había oído <strong>de</strong>cir que era Brigadier y jefe <strong>de</strong> la artillería realista. Ahora le bastaba advertir<br />

que se trataba <strong>de</strong> hombre <strong>de</strong> mando, que tenía gracia natural, y <strong>de</strong>seos disimulados <strong>de</strong> ser<br />

agradable, sin duda para ganárselo.<br />

El café humeaba en dos diminutas vasijas <strong>de</strong> güira silvestre. Estaban solos. Del lado<br />

afuera <strong>de</strong> la cerca se agazapaban sombras armadas <strong>de</strong> fusiles.<br />

—Des<strong>de</strong> El Seybo hasta la frontera, se ha impuesto la paz –continuó el español. Se restaura<br />

en El Cibao, don<strong>de</strong> los facciosos, carentes <strong>de</strong> los recursos más elementales y <strong>de</strong> la más<br />

elemental disciplina, se divi<strong>de</strong>n en ban<strong>de</strong>rías.<br />

Él aprobaba y callaba moviendo afirmativamente la cabeza.<br />

—Este pliego fue retirado <strong>de</strong> los papeles <strong>de</strong>l infortunado General Pedro Florentino. Le<br />

suplico que lo lea. Habla <strong>de</strong>l <strong>de</strong>stino <strong>de</strong>parado al General Gregorio Luperón.<br />

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