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TOMO 2 Cuentos CPD p1-362.internet.indd - Banco de Reservas

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EMILIo RoDRíGuEZ DEMoRIZI | tRaDICIonES Y CuEntoS DoMInICanoS<br />

La Magdalena se encontraba en dominios <strong>de</strong>l nitaíno Guatiguaná, uno <strong>de</strong> los jefes más<br />

valientes <strong>de</strong>l Cibao, digno vasallo <strong>de</strong> Caonabo, Señor <strong>de</strong> la Casa <strong>de</strong> oro. no era hombre<br />

Guatiguaná para soportar mucho tiempo en su vecindad la presencia <strong>de</strong> aquellos extranjeros:<br />

no temió intentar expulsarlos <strong>de</strong> sus tierras; y <strong>de</strong> repente se vio ojeda asediado por<br />

numerosas huestes indígenas.<br />

El valor y la pericia y las armas <strong>de</strong> los castellanos fueron suficientes para rechazar<br />

los asaltos <strong>de</strong>l enemigo. Pero cada día se renovaban los ataques; cada día era preciso<br />

hacer frente a nuevos combates, con gran perjuicio <strong>de</strong> los cristianos, cuyas fuerzas<br />

mermaban en cada jornada, mientras que los indios sus numerosas pérdidas fácilmente<br />

reponían.<br />

Días pasaron en esas alternativas y asaltos; ya los cristianos veían escasear el alimento:<br />

ya apenas les permitían sus fuerzas bajar al río por agua, las armas en la mano.<br />

una tar<strong>de</strong> se encontraba ojeda en la trinchera, contemplando la caída <strong>de</strong>l sol, que parecía<br />

augurarle su próxima caída. noches antes, había <strong>de</strong>spachado al indio cristiano Juan<br />

Mateo para que fuese a noticiar al almirante su <strong>de</strong>sesperada situación, y ni aún noticias<br />

había <strong>de</strong>l mensajero, que sin duda, pensaba él, habría caído en po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> Guatiguaná. Sumergido<br />

estaba en sus amargas reflexiones, cuando <strong>de</strong> repente, levantó la cabeza… creyó<br />

haber oído un toque lejano <strong>de</strong> trompeta… ¿acaso será ilusión <strong>de</strong> sus sentidos <strong>de</strong>bilitados?<br />

¡no! los toques se repiten y se acercan, anunciando la llegada <strong>de</strong> un auxilio. Sus soldados<br />

también los han oído y acu<strong>de</strong>n presurosos. también los ha oído y reconocido el enemigo:<br />

los indios, levantándose como un solo hombre, <strong>de</strong> entre matorrales, saltan sobre sus armas<br />

y se aprestan a recibir el ataque.<br />

ojeda también forma sus escasos soldados, y se dispone a secundar a sus amigos con<br />

una vigorosa salida.<br />

Ya se trabó el combate. Los certeros disparos <strong>de</strong> los arcabuces, la carga <strong>de</strong> la caballería,<br />

los furiosos embistes <strong>de</strong> los perros corsos no tardan en dominar el inútil valor <strong>de</strong>l indio mal<br />

armado. Cediendo a la necesidad, Guatiguaná da la señal <strong>de</strong> retirada; sus guerreros bajan<br />

precipitadamente las cuestas, se lanzan al río, lo atraviesan y <strong>de</strong>saparecen entre las malezas<br />

<strong>de</strong> la orilla opuesta.<br />

Sólo un pequeño grupo, cercado por el enemigo, resiste, con <strong>de</strong>sesperación; pero no<br />

tarda en sucumbir casi todo. un guerrero permanece <strong>de</strong> pie, <strong>de</strong>fendiéndose <strong>de</strong> las lanzas y<br />

espadas con su pesada macana. Es un hombre joven, <strong>de</strong> cuerpo atlético, cuyos ojos lanzan<br />

rayos <strong>de</strong> enérgica resolución. De repente, cae él también; y un soldado castellano se abalanza,<br />

espada en mano, para darle el golpe <strong>de</strong> muerte; pero ojeda lo ha visto, y, admirador <strong>de</strong>l<br />

valor enemigo; ¡<strong>de</strong>tente! grita al soldado, ¡sálvale la vida!” Y acudiendo rápido, arranca la<br />

macana <strong>de</strong> la mano <strong>de</strong>sfallecida <strong>de</strong>l indio, lo levanta en sus robustos brazos, sube hacia el<br />

fuerte y allí lo <strong>de</strong>posita en su propio bohío.<br />

oscurecía ya, cuando las tropas castellanas penetraron en la fortaleza libertada; y los<br />

soldados <strong>de</strong> ojeda pudieron, esa noche, gozar <strong>de</strong> un <strong>de</strong>scanso bien merecido.<br />

Después <strong>de</strong> tomar nuevas disposiciones que hicieran inútil cualquier nueva agresión, y<br />

<strong>de</strong> dar nuevo refuerzo a la guarnición, el almirante, al otro día, pasó a tener con ojeda un<br />

largo coloquio. Conclúyese aquella secreta conferencia con estas palabras <strong>de</strong> Ojeda: “Confiad<br />

en mí, señor almirante, lo pondré en vuestras manos”. Habiendo asegurado la <strong>de</strong>fensa <strong>de</strong><br />

la Magdalena, Colón tomó <strong>de</strong> nuevo el camino <strong>de</strong> la Isabela.<br />

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