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TOMO 2 Cuentos CPD p1-362.internet.indd - Banco de Reservas

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EMILIo RoDRíGuEZ DEMoRIZI | CuEntoS DE PoLítICa CRIoLLa<br />

las cosas es estar vivo. Así fue que tuve que quedarme en las filas hasta que me quebraron<br />

un brazo. Y supóngase, un agricultor pobre con un ala menos…<br />

—¿De manera que los pobres <strong>de</strong> la segunda clase son los que van a la guerra?<br />

—Ellos solos no. En el mundo hay dos clases <strong>de</strong> circunstancias. Las que un hombre<br />

<strong>de</strong> talento pue<strong>de</strong> prever y las que ningún talento en el mundo pue<strong>de</strong> calcular. al hombre<br />

<strong>de</strong> fortuna todas las circunstancias incalculables le favorecen. al <strong>de</strong>sgraciado todas le son<br />

adversas, y nunca pue<strong>de</strong> salir <strong>de</strong> pobre.<br />

—La <strong>de</strong>sgracia lo ha hecho a usted pesimista, vale Juan.<br />

—Ello no; es que las cosas son así, y no tengo culpa. no fui yo quien hizo el mundo con<br />

tantas jorobas y torceduras. Insisto en que al pobre no lo llaman para cosa buena, y voy a<br />

contarle un cuento que lo prueba.<br />

Cuando gobernaba en Puerto Plata el General Lovera, que era malo con colmo, convocó<br />

para un día señalado a todos los pobres <strong>de</strong>l Distrito, a que se reunieran en la plaza <strong>de</strong>l pueblo<br />

arriba. Cada quien calculaba sacar la tripa <strong>de</strong> mal año. “Que nos va a dar ropa”, <strong>de</strong>cía<br />

uno. “no, que lo que va a dar es dinero, que recibió muchísimo por un vapor que llegó <strong>de</strong><br />

la Capital”. Y así cada uno echaba alegremente sus cuentas…<br />

Llegó el día <strong>de</strong> la reunión y la plaza parecía una Corte <strong>de</strong> los Milagros. Cojos, mancos,<br />

tullidos, ciegos, tuertos, llagosos… era aquello una florescencia <strong>de</strong> cementerio, como si cada<br />

tumba se hubiese abierto y echado al exterior su tétrico contenido.<br />

Momentos <strong>de</strong>spués llegó el General Lovera seguido <strong>de</strong> mil hombres <strong>de</strong> tropa que cercaron<br />

la plaza. avanzó el jefe, con su cara <strong>de</strong> estrafalario furibundo y con ronca voz comenzó<br />

a interrogar a los pobres uno a uno.<br />

—usted, ¿<strong>de</strong> qué vive?<br />

—Yo, <strong>de</strong> la caridad pública. Ya ve que me falta un brazo y no puedo trabajar.<br />

—Pues pase a aquel lado –le contestaba él señalándole el flanco izquierdo <strong>de</strong> la plaza.<br />

Ya sólo faltaba un pobre por ser interrogado, y el General Lovera le hizo la pregunta<br />

consabida.<br />

—Yo –le contestó aquél, que era un hombrecillo flaco y <strong>de</strong>smedrado, con cara <strong>de</strong> gato,<br />

—yo vivo <strong>de</strong> lo mío. no me falta nada. Y se sonó los bolsillos <strong>de</strong>l pantalón que produjeron<br />

un ruido argentino.<br />

Pues váyase a su casa, que con usted no es la cosa, –le contestó con su voz atronadora<br />

el General Lovera.<br />

Entonces, dirigiéndose al Comandante <strong>de</strong> la fuerza, le gritó:<br />

—Cumpla la or<strong>de</strong>n. ¡Fusíleme a todos estos sinserviles!– Y se fue.<br />

Se armó una gritería <strong>de</strong> lamentos entre la multitud <strong>de</strong> pobres. todos gemían y lloriqueaban<br />

su <strong>de</strong>sgracia, y anatematizaban el nombre <strong>de</strong> su sacrificador Lovera.<br />

El que se las dio <strong>de</strong> rico se acercó entonces al grupo <strong>de</strong> los con<strong>de</strong>nados a muerte, y un<br />

compadre suyo llamado Juan José, que se encontraba allí, le increpó diciéndole:<br />

—Hombre, compadre toño, sólo usted es malo. Si usted sabía esto, ¿cómo no me dijo<br />

algo, en vez <strong>de</strong> <strong>de</strong>jar que me sacrifiquen así, como un marrano?<br />

—Compadre, –le contestó el falso rico: —Yo no sabía nada. Lo único que yo sé es que<br />

ai probe no lo yaman pa na güeno. Por eso me preparé, llenándome los bolsillos <strong>de</strong> tiestos<br />

<strong>de</strong> platos.<br />

así terminó su cuento el vale Juan, y yo, pensativo, le dije:<br />

—Demontre, con usted y el general Lovera, cualquiera teme ser pobre.<br />

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