03.04.2013 Views

TOMO 2 Cuentos CPD p1-362.internet.indd - Banco de Reservas

TOMO 2 Cuentos CPD p1-362.internet.indd - Banco de Reservas

TOMO 2 Cuentos CPD p1-362.internet.indd - Banco de Reservas

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO | Vo l u m e n II | CUENTOS<br />

con una niña <strong>de</strong> brazos que siempre chupaba objetos; un oficial <strong>de</strong> policía, una señora carente<br />

<strong>de</strong> <strong>de</strong>talles y yo.<br />

El convoy se componía <strong>de</strong> la locomotora, negra, pequeña, aguda y femenina, como llena<br />

<strong>de</strong> precoz <strong>de</strong>saliento <strong>de</strong>l que se sabe inútil. Su aspecto era enfermizo; daba la impresión <strong>de</strong><br />

que sufría un gravísimo complejo <strong>de</strong> inferioridad: entonces comprendí que ella, y sólo ella,<br />

pudo transmitir a la mañana ese ambiente <strong>de</strong> pesadumbre que llevaba <strong>de</strong>ntro. Después, diez<br />

y ocho vagones para la carga, gruesos, hondos, largos pero vacíos, y, por último, el carro<br />

<strong>de</strong> pasajeros, con sus sillones pareados, adulterados por el tiempo y su riente water-closet,<br />

como <strong>de</strong> tienda <strong>de</strong> juguetería.<br />

Hacía muchos, muchos años que rendía servicio. Tantos, que podía echarse el lujo<br />

<strong>de</strong> hacer juegos <strong>de</strong> palabras, y <strong>de</strong>cir, por ejemplo, décadas, en lugar <strong>de</strong> años. Su nombre<br />

oficial era Ferrocarril <strong>de</strong> Santana a Santiago. Sin embargo, era notorio que nunca pudo salir<br />

<strong>de</strong> Santana ni llegar a Santiago. Su servicio se limitaba a ir y venir <strong>de</strong> Moca a Santos, dos<br />

estaciones intermedias entre Santana y Santiago, distantes setenta y cuatro millas. En ese<br />

pequeño trayecto había diez y nueve diminutas estaciones, y en cada una <strong>de</strong> ellas el tren<br />

<strong>de</strong>bía hacer una parada. Una parada, solamente; vale <strong>de</strong>cir: <strong>de</strong>tenerse, pitar, esperar…<br />

pitar, esperar <strong>de</strong> nuevo el transcurso <strong>de</strong>l tiempo: ese tiempo que siempre está atrasado, con<br />

ese fuerte empeño <strong>de</strong> atrasarse que tiene el tiempo en todas las estaciones <strong>de</strong> ferrocarril;<br />

luego pitar, seguir a<strong>de</strong>lante un poco, apenas un poco, pero siempre a<strong>de</strong>lante hasta llegar<br />

a la próxima estación, a la próxima solamente, nunca a la última, porque nunca arribaba<br />

a la última…<br />

Algo me indicó que el tren se estaba poniendo en marcha. Sí: un leve resoplido salió <strong>de</strong><br />

lo hondo <strong>de</strong> la locomotora: un pitido largo, como <strong>de</strong> viejo <strong>de</strong>tective; más tar<strong>de</strong>, una campanada;<br />

<strong>de</strong>spués, el chirriar <strong>de</strong> todo el convoy. Observé que avanzaba diez metros; luego<br />

<strong>de</strong>sanduvo quince; otros diez <strong>de</strong> avance; treinta <strong>de</strong> retroceso y, por fin, la marcha <strong>de</strong>finitiva<br />

hacia Santos, la meta <strong>de</strong>l viaje.<br />

Los primeros pasos fueron leves, tranquilos, acor<strong>de</strong>s. Después, poco a poco, el carro<br />

fue tomando un movimiento ondulatorio y <strong>de</strong>sarticulado, <strong>de</strong> arriba hacia abajo; a los cinco<br />

minutos <strong>de</strong> marcha, ya aquel raro movimiento había alcanzado las proporciones <strong>de</strong> un trote<br />

fuerte como <strong>de</strong> mula embravecida. Y se <strong>de</strong>tuvo en seco.<br />

Todos los pasajeros caímos al suelo. Todos… ¡ay!… menos el oficial <strong>de</strong> policía. Se había<br />

atado fuertemente al pasamanos <strong>de</strong>l sillón. ¡Hombre precavido aquél! ¿Habrá ascendido en<br />

los grados <strong>de</strong> su cuerpo <strong>de</strong> seguridad pública?…<br />

Nos levantamos, ilesos, aunque llenos <strong>de</strong> profunda vergüenza. Puedo asegurar que la<br />

señora sin <strong>de</strong>talles recibió una pequeña herida en el temporal izquierdo; yo vi su sangre,<br />

que ella disimuló rápidamente. El esposo que fue el primero en reponerse, quiso reír, pero<br />

sólo un vago gemido salió <strong>de</strong> su boca: un pequeño gemido, casi microscópico. ¡Pobrecillo!<br />

No sabía él las terribles pruebas que el <strong>de</strong>stino le reservaba…<br />

Me avergüenza contar cuál fue mi actitud; pero <strong>de</strong>bo hacerlo. Tan pronto comprendí que<br />

estaba <strong>de</strong> bruces en el suelo, calculé lo incorrecto <strong>de</strong> mi posición y tomé en levantarme. Un<br />

abundantísimo rubor <strong>de</strong>bía cubrir mi rostro. Quise sonreír, y cuando comprendí que me era<br />

imposible, me puse a mirar hacia afuera, por el ventanillo. ¡Horror! Allí estaba la mañana, fija<br />

en mí, con la bravura <strong>de</strong>l enfermo que se siente perturbado en su anhelada y nunca satisfecha<br />

soledad; y sus olores, que se me fueron cuerpo a<strong>de</strong>ntro, hasta agarrotarme la garganta.<br />

Escupí, a través <strong>de</strong> la ventana. Parece que el choque había hecho caer el cristal <strong>de</strong>l ventanillo,<br />

184

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!