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TOMO 2 Cuentos CPD p1-362.internet.indd - Banco de Reservas

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Penson se dio a la tarea <strong>de</strong> recoger las tradiciones que figuran en su libro Narraciones, cuya edición<br />

nos confió en 1946.<br />

a su muerte era Presi<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> la aca<strong>de</strong>mia Dominicana <strong>de</strong> la Historia.<br />

obras: Elementos <strong>de</strong> <strong>de</strong>recho administrativo, 1939; La ocupación <strong>de</strong> Santo Domingo por Haití, 1942; El<br />

Brigadier don Juan Sánchez Ramírez, 1944, Narraciones dominicanas, 1946, La génesis <strong>de</strong> la Convención<br />

dominico-americana, 1946; Sucre, 1951; y Antología (Colección Pensamiento Dominicano, <strong>de</strong> la Librería<br />

Dominicana, dirigida por don Julio D. Postigo).<br />

El cuento reproducido proce<strong>de</strong> <strong>de</strong> Narraciones dominicanas.<br />

Una <strong>de</strong>cepción<br />

CoLECCIón PEnSaMIEnto DoMInICano | Vo l u m e n II | CuEntoS<br />

¡Qué cosas las <strong>de</strong> tronquilis!<br />

Era <strong>de</strong> oírle sobre todo cuando en la prima noche, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la cena, tomaba asiento en<br />

su silla rústica, frente al mostrador <strong>de</strong>l ventorrillo, a la luz <strong>de</strong> una vela <strong>de</strong> sebo y aspirando<br />

un oloroso ambiente <strong>de</strong> guineos, guayabas, zapotes, piñas y otras frutas <strong>de</strong> esta zona.<br />

acompañado siempre <strong>de</strong> la mujer y no pocas veces <strong>de</strong> algunos vecinos <strong>de</strong> su calle, la <strong>de</strong><br />

El Con<strong>de</strong>, tronquilis llevaba casi constantemente la palabra. ¿Quién como él para ver claro?<br />

Y lo cierto es que en ocasiones empleaba al platicar una lógica asombrosa, contun<strong>de</strong>nte,<br />

digna <strong>de</strong> quien, al revés <strong>de</strong> él, hubiese calentado los bancos <strong>de</strong> la escuela.<br />

Era gallego. Había venido a Santo Domingo en busca <strong>de</strong> fortuna y poco a poco, a fuerza<br />

<strong>de</strong> economías, llegó a reunir unos realitos. Ya cuarentón, abandonó la vida <strong>de</strong> célibe, uniendo<br />

su suerte a la <strong>de</strong> una criolla, muchacha más buena que el pan y trabajadora como una abeja.<br />

Con la mujer ¿quién lo duda? el viento <strong>de</strong> bonanza que le había estado soplando arreció, y<br />

tanto, que <strong>de</strong> dos subieron a cuatro las mesitas <strong>de</strong> frutas y hasta dieron las ganancias para<br />

establecer una regular venta <strong>de</strong> licores, en cuarto reservado, adon<strong>de</strong> los <strong>de</strong> la cofradía <strong>de</strong> saco<br />

acudían a saborear el dulce y picante Licor Rosolio, lucidor <strong>de</strong> los colores <strong>de</strong>l iris y dispuesto<br />

en damajuanitas <strong>de</strong> cuello <strong>de</strong>lgado y ancho fondo, la confortadora ginebra holan<strong>de</strong>sa Mañana<br />

Imperial o el bravo aguardiente Cañete, insustituible diluidor <strong>de</strong> penas.<br />

Por varios años estuvieron la nata sobre la leche tronquilis y su costilla. Habríales augurado<br />

cualquiera, para la vuelta <strong>de</strong> algún tiempo, una riqueza completa.<br />

¿Qué más sino persistir en el trabajo y economizar cuanto se pudiera?<br />

II<br />

Los tiempos cambian, sin embargo.<br />

un día el gobierno se equivocó ¡quién lo creyera! y para aumentar el numerario hizo llover<br />

sobre el país un diluvio <strong>de</strong> “papeletas”, con lo cual no pocos se ahogaron y algunos quedaron<br />

con el agua al cuello. tronquilis entre éstos. Por grados fue reduciéndose hasta limitarse a una<br />

mesa el ventorrillo y la botillería disminuyó consi<strong>de</strong>rablemente. ¡Como que ya cada copete <strong>de</strong><br />

Rosolio salía por un ojo <strong>de</strong> la cara y la caneca <strong>de</strong> ginebra se había subido hasta las nubes! Y a<br />

todas éstas, para colmo <strong>de</strong> males, el sitio. Porque es <strong>de</strong> saberse que a modo <strong>de</strong> irresistible alud,<br />

habían irruido <strong>de</strong>l norte, <strong>de</strong>l Sur y <strong>de</strong>l Este los revolucionarios <strong>de</strong>l 7 <strong>de</strong> julio contra Báez.<br />

tronquilis estaba <strong>de</strong>scorazonado. Gracias que el “cuarto reservado” sostenía aún parte <strong>de</strong>l<br />

negocio. a libar en él iban con frecuencia Benito “el gambao”, azuano, que allá en Santomé<br />

cortó <strong>de</strong> sendos tajos la cabeza a dos “mañeses”; ugenito Lantigua, coplero y soldado, capitán<br />

<strong>de</strong> cívicos; Martín “el brujo”, embaucador <strong>de</strong> campesinos y gran tocador <strong>de</strong> “cuatro”; “Gollito”<br />

Rodríguez, muchacho <strong>de</strong> la orilla, más malo que coger lo ajeno y encabezador habitual <strong>de</strong><br />

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