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TOMO 2 Cuentos CPD p1-362.internet.indd - Banco de Reservas

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sus camisas viejas. Sólo en un sueño tan cansado como el suyo podía surgir aquel amor pequeñito<br />

<strong>de</strong> la infancia. Paulo no pudo sonreírse nuevamente y el amor pequeñito se subió<br />

al muro, al lado <strong>de</strong>l ojo que había vuelto a danzar. Paulo pensó que su sueño era un sueño<br />

bastante <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>nado.<br />

Del amor <strong>de</strong> la infancia Paulo pasó a la angustia. En el primer momento fue una angustia<br />

controlada, como las angustias <strong>de</strong> las niñas <strong>de</strong> buenas familias, pero luego su angustia fue<br />

una angustia mayor, como la angustia <strong>de</strong> los animales que se pier<strong>de</strong>n en un bosque. O como<br />

la angustia que Paulo sintió, ya hacía mucho tiempo, frente a su primer cuerpo <strong>de</strong>snudo<br />

<strong>de</strong> mujer. Entonces tuvo la sensación <strong>de</strong> caer en un abismo y a pesar <strong>de</strong> agitar sus brazos<br />

<strong>de</strong>sesperadamente, sus brazos no pudieron agarrar nada, porque los sollozos <strong>de</strong> una virgen<br />

no son como las i<strong>de</strong>as, ni siquiera como los sentimientos.<br />

En el muro <strong>de</strong>l sueño <strong>de</strong> Paulo apareció una boca. Era una boca sin pintura, carnosa y<br />

sensual. Indudablemente que Paulo había besado alguna vez aquella boca o <strong>de</strong>jado en ella<br />

gran parte <strong>de</strong> sus instintos, pero la boca nada le <strong>de</strong>cía ahora, porque era una boca <strong>de</strong> un<br />

sueño y las bocas <strong>de</strong> los sueños no pue<strong>de</strong>n hablar. Paulo no le dio importancia. En la vida<br />

<strong>de</strong> Paulo muchas bocas habían quedado esperando. Algunas porque Paulo no quiso besarlas<br />

más y otras porque Paulo las besó <strong>de</strong>masiado. Sin embargo, la boca <strong>de</strong>l sueño era una<br />

boca diferente, como una boca que va a <strong>de</strong>cir una mala palabra o proferir una maldición. Lo<br />

último le pareció más acertado y Paulo miró a la boca. Paulo <strong>de</strong>seó que la boca se colocase<br />

<strong>de</strong>bajo <strong>de</strong>l ojo. Quizás así pudiera formar un rostro y or<strong>de</strong>nar un poco su sueño, pero la<br />

boca comenzó a bailar. Y la cerradura se <strong>de</strong>spegó <strong>de</strong>l ojo y los tres –la cerradura, el ojo y la<br />

boca– dieron gran<strong>de</strong>s saltos por el muro blanco <strong>de</strong>l sueño <strong>de</strong> Paulo.<br />

Paulo se estremeció. No porque recordara a aquella hermosa muchacha que él había<br />

seducido para abandonar en la esquina triste <strong>de</strong> una ciudad cualquiera, sino porque el avión<br />

había <strong>de</strong>jado <strong>de</strong> volar or<strong>de</strong>nadamente y estaba cayendo por el cielo en una forma tan precipitada<br />

que hasta el angustiado sueño <strong>de</strong> Paulo comenzó a caer junto con el avión.<br />

La muchacha seducida no apareció en el muro blanco. Por el contrario, la boca y el ojo<br />

y la cerradura y hasta el muro no quisieron caer con el avión y se quedaron arriba, todos<br />

encaramados en el cielo color chocolate. En cambio Paulo bajó con el avión. Y con Paulo su<br />

sueño, que ya era un sueño <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>nado y un sueño angustiado, con la angustia <strong>de</strong> todos<br />

los sueños que no van a terminar.<br />

El avión se hizo pedazos sobre una tierra negra, una tierra que lo abrazó con lujuria,<br />

porque era una tierra que odiaba a los aviones gran<strong>de</strong>s y rígidos que solían volar sobre ella<br />

sin <strong>de</strong>tenerse. Y en el avión se quedó Paulo, con su sueño cansado, que era un sueño que<br />

no tenía <strong>de</strong>spertar.<br />

El milagro<br />

COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO | Vo l u m e n II | CUENTOS<br />

El morro era chato y negro, pegado al mar que lo lamía con olas cansadas <strong>de</strong> tanto viajar.<br />

En el morro había muchas chozas llenas <strong>de</strong> negros que cantaban canciones tristes y canciones<br />

alegres. Y en lo alto <strong>de</strong>l morro, Isaías había fabricado una casa <strong>de</strong> tablones, con techo <strong>de</strong><br />

latón y ventanas simuladas, como heridas sin cicatrizar. Los negros <strong>de</strong>l morro tenían mucha<br />

estimación por el negro Isaías.<br />

La negra Ángela llegó al morro en una noche estrellada vestida <strong>de</strong> rojo y con perfume<br />

<strong>de</strong> coco en el grueso cabello irre<strong>de</strong>nto. La trajo un camino enredado en la selva, un camino<br />

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