03.04.2013 Views

TOMO 2 Cuentos CPD p1-362.internet.indd - Banco de Reservas

TOMO 2 Cuentos CPD p1-362.internet.indd - Banco de Reservas

TOMO 2 Cuentos CPD p1-362.internet.indd - Banco de Reservas

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

CoLECCIón PEnSaMIEnto DoMInICano | Vo l u m e n II | CuEntoS<br />

La cosa se volvió un sport para mí. tan pronto doblaba una esquina, como me metía<br />

en una tienda, como hacía una visita intempestiva por evitar el saludo <strong>de</strong>l Gobernador.<br />

Cuando yo salía a la calle era una ocupación seria la <strong>de</strong> estar atento para evitar al Gobernador.<br />

Y, sin embargo, yo no lo odiaba, yo no lo juzgaba un mal hombre. no era más<br />

sino que el exceso <strong>de</strong> orgullo me hacía creer que <strong>de</strong>bía darle esas pruebas al Gobernador<br />

cesante.<br />

En eso hubo un bochinche revolucionario, y me mandó a buscar la autoridad, para<br />

que asistiera a la Fortaleza <strong>de</strong> San Felipe. Yo creía que era para mandarme a campaña, o<br />

encargarme <strong>de</strong> cualquier servicio importante. Llego, y al momento me intiman la or<strong>de</strong>n <strong>de</strong><br />

prisión y me encierran en el Cubo.<br />

Des<strong>de</strong> el primer día mandé a <strong>de</strong>cir a casa que no hicieran <strong>de</strong>ligencia ni súplica alguna<br />

por mi libertad, y que pusieran en la puerta a un tal Fellé, pretendiente <strong>de</strong> mi hija titica,<br />

pues sabía que ese joven trataba al Gobernador.<br />

así pasaron algunos meses, hasta que Jacinta me informó que ya no tenía un medio, ni qué<br />

ven<strong>de</strong>r, para el sostenimiento <strong>de</strong> la casa. Mi dolor fue muy gran<strong>de</strong>; pero empecé a transigir<br />

con mi conciencia; y resolví escribirle una cartita muy zalamera al amigo X, pidiéndole cinco<br />

pesos prestados. a los cinco días se había concluido el dinero, y tuve que recurrir al amigo<br />

H, y así sucesivamente recorrí todo el alfabeto, encontrando unas veces y recibiendo otras<br />

rotundas negativas. Por supuesto, yo no comprendía cómo era que <strong>de</strong> casa me mandaban<br />

con regularidad la comida, hasta que Jacinta me informó <strong>de</strong> que un amigo anónimo, a quien<br />

no había podido <strong>de</strong>scubrir, le mandaba diariamente un peso.<br />

Hace el necio al fin lo que el sabio hace al principio. Por don<strong>de</strong> <strong>de</strong>bí comenzar acabé.<br />

un día escribí al Gobernador diciéndole “que hasta cuándo estaba yo en el Cubo; que era su<br />

amigo y me sentía dispuesto a probárselo como él quisiera”.<br />

Mandó a buscarme, y yo me fui <strong>de</strong> bruces en ofertas. Le prometí que publicaría en los<br />

periódicos una manifestación diciendo que no había Gobierno mejor que el existente, el<br />

cual superaba a todos los pasados y los futuros. Salió el esperpento ese en El Porvenir, y yo<br />

quedé libre <strong>de</strong> persecuciones.<br />

Entonces apareció aquello: lo <strong>de</strong>l peso diario. Fellé había abusado en mi ausencia. Enviaba<br />

secretamente el dinero; pero mi pobre titica estaba encinta, ya en meses mayores.<br />

Mi hijito varón iba y venía infructuosamente con mis papelitos. nada ¡nadie me prestaba<br />

un medio, nadie me socorría! un día <strong>de</strong> hambre fui a la Gobernación y le dije al Gobernador:<br />

“¡Déme un empleo, o métame otra vez en la cárcel, o fusíleme!”<br />

—Lo siento mucho –me contestó;– pero no puedo complacerle. ahora no hay ninguna<br />

vacante propia <strong>de</strong> su categoría.<br />

—¡Qué categoría, ni categoría! –respondí yo–. Déme lo que haya, que el hambre no<br />

tiene rango.<br />

—Pues sólo hay disponible una plaza <strong>de</strong> policía.<br />

—Vengan el uniforme y la ración. Pero <strong>de</strong>s<strong>de</strong> ahora mismo le repliqué. Salí <strong>de</strong> allí<br />

vestido <strong>de</strong> peje con unos centavos en el bolsillo, para que comieran mis hijos. no recuerdo<br />

si estaba triste o alegre; pero aquello era un clavo ardiendo <strong>de</strong> que podía agarrarme en mi<br />

<strong>de</strong>rrumbamiento, y no sé si consi<strong>de</strong>rarle como ascua o como apoyo.<br />

—Pobre toribio –exclamé con verda<strong>de</strong>ra pena.<br />

—Tú tienes razón en compa<strong>de</strong>cerme, –me contestó él levantándose– pero reflexiona,<br />

apren<strong>de</strong> a hacer las cosas a tiempo. Quien no hace oportunamente una pequeña vagabun<strong>de</strong>ría,<br />

406

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!