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TOMO 2 Cuentos CPD p1-362.internet.indd - Banco de Reservas

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EMILIo RoDRíGuEZ DEMoRIZI | tRaDICIonES Y CuEntoS DoMInICanoS<br />

—Mucho os dais a valer, señor –repuso aquel en son <strong>de</strong> burla y haciendo el postrer esfuerzo–<br />

¡y muy necio también os atrevéis a suponer cuando queréis atribuir a causas superiores lo que<br />

sólo es efecto <strong>de</strong> una singular casualidad! Vamos; soltadme ya, y acabemos por convenir en<br />

que si vos tenéis razón para <strong>de</strong>sesperaros no soy ciertamente quien a costa <strong>de</strong> una calumnia<br />

abominable os pue<strong>de</strong> reponer en vuestra antigua calma y vuestro honor… ¡Eh! Soltadme.<br />

—Señor Mariano: exclamó frenético Sanabria sin quitar la mano <strong>de</strong> su cuello.<br />

Y la campana reprodujo con una lentitud <strong>de</strong> muerte el mismo número <strong>de</strong> golpes.<br />

—¡oídla otra vez!<br />

Mariano arrojó entonces un grito espantoso cuya espontaneidad se compartían la <strong>de</strong>sesperación<br />

y la locura; seguidamente exclamó:<br />

—Y bien… qué queréis <strong>de</strong>cirme…?<br />

Entre tanto sus ojos parecían prontos a escaparse <strong>de</strong> las órbitas, y una convulsión general<br />

se había apo<strong>de</strong>rado hasta <strong>de</strong> sus más débiles arterias.<br />

—Digo que esa campana anunció por dos veces vuestra agonía…<br />

—¡Mi agonía!<br />

—¡Y digo que <strong>de</strong>béis encomendar vuestra alma a quien mejor os plazca, porque vais a<br />

morir ahora mismo!<br />

al escuchar Mariano esta fatídica sentencia reunió en un instante todo el volumen <strong>de</strong><br />

sus fuerzas, y lo empleó con tanta habilidad que logró <strong>de</strong>sasirse <strong>de</strong> la férrea mano que le<br />

torturaba la parte posterior <strong>de</strong>l cuello. acto continuo tiró a correr en dirección <strong>de</strong> su caballo,<br />

y así como llegara a él quiso extraer <strong>de</strong> la cañonera, medio floja, una pistola; pero Sanabria,<br />

que viniendo sobre sus huellas lo había adivinado todo, llegó a tiempo para evitar que<br />

tomase el arma, y hundiendo en la espalda <strong>de</strong> su ofensor la hoja entera <strong>de</strong>l puñal le hizo<br />

<strong>de</strong>splomarse con estrépito.<br />

—¡ah cobar<strong>de</strong>! –exclamó aquel revolviéndose en su sangre:– me hieres cuando estoy<br />

<strong>de</strong>sarmado!<br />

—Desarmados estaban el Padre Eduardo y mi Florinda… –contestó Sanabria balbuceando.<br />

¡Recuérdalo, infame! Desarmados estaban; y sin embargo… ¡les heriste! ¡ay! una existencia<br />

y una reputación que valían mucho más que las existencias y las reputaciones <strong>de</strong> todo<br />

tu linaje, <strong>de</strong>saparecieron en un momento a impulsos <strong>de</strong> tu mal corazón y tu cinismo…<br />

—Por… la… por la espalda… –murmuró Mariano con voz <strong>de</strong>sfallecida.<br />

—¡Sí, miserable! ¡traición por traición! –repuso Sanabria con solemnidad.<br />

—¡ah!…<br />

—¡Y por un hecho provi<strong>de</strong>ncial mueres al filo <strong>de</strong> tu mismo acero!<br />

Diciendo así el terrible viejo quitaba la jáquima a su caballo y hacía con ella un lazo<br />

corredizo. Luego continuó:<br />

—¡Vamos! acaba <strong>de</strong> expirar para darte la sepultura que tus crímenes merecen.<br />

—¡¡Sanabria!!<br />

un sordo ronquido se escapó <strong>de</strong>l pecho <strong>de</strong>l moribundo… Sus ojos se voltearon presentando<br />

dos gran<strong>de</strong>s formas blanquecinas… Sus dientes rechinaron bajo dos labios horriblemente contraídos;<br />

su estatura se dilató, y, sus cabellos, erizados un momento, cayeron luego con lentitud<br />

sobre las sienes, <strong>de</strong>jando manifiesta la frente, ya sombreada por una siniestra pali<strong>de</strong>z…<br />

¡Mariano había <strong>de</strong>jado <strong>de</strong> existir!<br />

Sanabria entonces echó y ciñó el lazo al cuello <strong>de</strong>l cadáver, arrastrándolo con fuerza.<br />

La campana comenzó a doblar pausadamente.<br />

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