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TOMO 2 Cuentos CPD p1-362.internet.indd - Banco de Reservas

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que por ser un cohete tirado, se mereció todo el homenaje rendido en el momento <strong>de</strong> conducirlo<br />

al campo santo un numeroso cortejo. La verdad sea dicha, fue obra <strong>de</strong> la casualidad el<br />

rendido homenaje militar en la forma que se hizo. Había que tributarle respetuosamente,<br />

prestigiosamente, los honores militares al general Culebro, pues éste, que aunque en las<br />

postrimerías <strong>de</strong> su vida era un cohete tirado, fue ni más ni menos uno <strong>de</strong> los próceres <strong>de</strong><br />

nuestras gloriosas epopeyas nacionales. Pero es el caso que el día <strong>de</strong>l sepelio no había elementos<br />

suficientes en el bohío-comandancia <strong>de</strong>l pueblecito, don<strong>de</strong> rindió la jornada <strong>de</strong> la<br />

vida el general Culebro, y para salvar el conflicto, un hábil pirotécnico fabricó unos cuantos<br />

cohetes <strong>de</strong> los más gran<strong>de</strong>s, y con cohetes a la salida <strong>de</strong> la Iglesia, en el primero y segundo<br />

<strong>de</strong>scansos, y al colocar el ataúd en la cripta, se sustituyeron las merecidas <strong>de</strong>scargas militares<br />

al prestigioso general que concluyó por ser un cohete tirado.<br />

Yo no conozco a nadie<br />

EMILIo RoDRíGuEZ DEMoRIZI | CuEntoS DE PoLítICa CRIoLLa<br />

La corneta <strong>de</strong>jó oír sus belicosos puntos <strong>de</strong> guerrilla, ejecutados diestramente por uno<br />

<strong>de</strong> los españoles expedicionarios que habían <strong>de</strong>sembarcado por las costas <strong>de</strong> Higüey bajo<br />

las ór<strong>de</strong>nes <strong>de</strong>l general Guillermo.<br />

Hizo firme la vanguardia <strong>de</strong> la gente <strong>de</strong>l Gobierno, y allá en la empinada loma, tocó<br />

marcha <strong>de</strong> frente la retaguardia. El plan <strong>de</strong>l general troncoso, como buen conocedor <strong>de</strong>l terreno,<br />

era envolver a los expedicionarios en una red sin salida, y al efecto les tenía ocupados<br />

los puntos más estratégicos <strong>de</strong>l lugar.<br />

Los puertorriqueños que acompañaban al general Guillermo temblaron al oír los toques<br />

<strong>de</strong>l clarín por diferentes lugares y hubieron <strong>de</strong> arrepentirse <strong>de</strong>l compromiso pactado en<br />

Mayagüez. Ellos no estaban acostumbrados a esta clase <strong>de</strong> giras campestres y se ofrecían<br />

a Nuestra Señora <strong>de</strong> Monserrate sin fijarse en las burlas <strong>de</strong> los criollos ni en las sazonadas<br />

palabrotas <strong>de</strong> los españoles.<br />

Por los cuatro puntos cardinales sonaron los primeros tiros y fue nutriéndose el fuego<br />

hasta imitar uno como prolongado y rugiente trueno.<br />

El humo ennegrecía las hojas <strong>de</strong> los árboles y el filo <strong>de</strong> los sables brillaba en el aire <strong>de</strong>scribiendo<br />

líneas ondulosas.<br />

La pelea fue ensañándose hasta que llegó el momento <strong>de</strong>cisivo; casi se fueron al arma<br />

blanca y los guillermistas, cuyo campamento <strong>de</strong> retaguardia estaba compuesto <strong>de</strong> puertorriqueños,<br />

dispersáronse como pudieron por entre breñas y zanjones.<br />

El número <strong>de</strong> bajas <strong>de</strong> ambos combatientes fue consi<strong>de</strong>rable y muchos <strong>de</strong> los expedicionarios<br />

cayeron prisioneros. aquí recibe uno <strong>de</strong> éstos un culatazo, allá es aplaneado otro y<br />

más allá hay algunos cruelmente amarrados a los troncos <strong>de</strong> los árboles. Quien se ofrece con<br />

armas y bagajes, quien jura no ser jamás hostil al Gobierno, todos tiemblan ante el peligro<br />

común <strong>de</strong> la muerte.<br />

al pie <strong>de</strong> una copuda ceiba está atrincado un mozo <strong>de</strong> ojos azules, rubio como la espiga<br />

<strong>de</strong>l arroz y pálido como un cadáver. a cuantos pasan por su lado los llama y les dice que lo<br />

perdonen, que no lo maten, que él es nacido y criado en el pueblo <strong>de</strong> Higüey y que se llama<br />

Panchito Fernán<strong>de</strong>z, que él ofrece por la Virgen <strong>de</strong> su pueblo, la altagracia, no meterse en<br />

nada y que en lo sucesivo, si se lo exigían, sería lilisista neto.<br />

—Mentira –le grita un soldado– tú eres español, cacharro, ¡patasucias!<br />

—Muera –dice otro.<br />

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