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TOMO 2 Cuentos CPD p1-362.internet.indd - Banco de Reservas

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EMILIo RoDRíGuEZ DEMoRIZI | tRaDICIonES Y CuEntoS DoMInICanoS<br />

XIII<br />

En tan crueles angustias pasó largo tiempo la bella Catalina, pero se consoló un tanto<br />

al pensar que Guacanagarí podría conseguir su libertad con el almirante; lo cual fue un<br />

lenitivo a sus pesares. Solicitada ésta por el cacique, y negada por Colón, se creyó la isleña<br />

perdida para siempre; pero como las mujeres ven en su amador un ángel tutelar en quien<br />

confían ciegamente, la pobre Catalina no tuvo otra esperanza que Guacanagarí; y resuelto<br />

éste a poseerla, no vaciló en proponerle el único arbitrio <strong>de</strong> que pudo echar mano en aquel<br />

momento.<br />

transcurrió ese día, tan terrible para los dos amantes, en las más crueles incertidumbres,<br />

hasta que por fin vino la noche con sus nieblas, augusto silencio e imponente majestad.<br />

todo era calma en el mar, en los buques, en la naturaleza. ni aún se escuchaba siquiera el<br />

monótono canto <strong>de</strong>l alción, que siempre pasa la noche en algún peñasco <strong>de</strong> la costa. La luna<br />

recorría el firmamento como un globo <strong>de</strong> fuego perdido en la inmensidad <strong>de</strong>l espacio; sus<br />

rayos, quebrándose en la azulada superficie <strong>de</strong>l océano, semejaban millares <strong>de</strong> serpientes<br />

luminosas. ¡Qué noche tan bella y serena! El cielo tachonado <strong>de</strong> rubios luceros a modo <strong>de</strong><br />

hermosos blandones; la brisa esparciendo la fragancia <strong>de</strong> las florestas vecinas a la costa; las<br />

blancas nubes, formadas por los vapores <strong>de</strong> la tierra y las emanaciones <strong>de</strong>l mar, que ascendían<br />

a la zafirina bóveda como graciosas y gigantescas espirales <strong>de</strong> humo; todo era encantador<br />

y poético aquella noche apacible…<br />

XIV<br />

De repente la bella Catalina, que sin duda estaba en vela, vio brillar la luz <strong>de</strong> un hacho<br />

en la lejana ribera; y el corazón le palpitó con violencia por el inminente peligro que iba a<br />

correr <strong>de</strong>s<strong>de</strong> ese momento; pero hizo un gran<strong>de</strong> esfuerzo, como el náufrago que <strong>de</strong>spués<br />

<strong>de</strong> haber luchado mucho tiempo con las olas, <strong>de</strong>scansa un instante para tomar aliento y<br />

proseguir <strong>de</strong> nuevo su lucha entre la vida y la muerte. Entonces anaibelca se <strong>de</strong>slizó con<br />

cautela por uno <strong>de</strong> los costados <strong>de</strong>l buque, y con atento oído y ojo avizor, esperó un instante<br />

asaz largo y peligroso para ella. Al fin aquella luz que la bella Catalina miraba con tanta<br />

ansiedad, <strong>de</strong>scribió algunos círculos en el aire, y como sin duda esa era una señal convenida<br />

<strong>de</strong> antemano entre ella y el cacique, la hermosa india, suelto el cabello cuan largo era, y casi<br />

<strong>de</strong>snuda, se arrojó al mar, en el mismo momento en que, bien porque alguien en la carabela<br />

hubiese visto aquella antorcha agitada varias veces en la ribera y en la misma forma siempre;<br />

o bien porque Catalina hiciese algún ruido no obstante sus muchas precauciones, es lo cierto<br />

que la tripulación se sobresaltó, porque casi todos <strong>de</strong>sconfiaban <strong>de</strong>l cacique Guacanagarí,<br />

e incontinenti, se echó un bote al agua en persecución <strong>de</strong> la persona que nadaba hacia la<br />

playa, sin sospechar que fuese la bella Catalina, como todos la llamaban.<br />

Pero la india, cortando las ondas con gracia y ligereza a modo <strong>de</strong> una sirena, ganó al<br />

cabo <strong>de</strong> algún tiempo la costa por el lugar en que la esperaba el cacique; por manera que<br />

pudo burlarse <strong>de</strong> los que iban en su perseguimiento. Guacanagarí le extendió los brazos, en<br />

los cuales se arrojó Catalina casi <strong>de</strong>smayada por el peligro y la fatiga; pero éste, dándole un<br />

beso en la frente y abrazándola con cariño, murmuró algunas palabras a su oído; en tanto<br />

que la luna se ocultaba entre algunas nubes, como para que el séquito <strong>de</strong>l cacique no fuese<br />

testigo <strong>de</strong> esa escena <strong>de</strong> amor y ternura.<br />

así que hubo pasado tan gratísima emoción, Guacanagarí y la bella Catalina huyeron<br />

a lo más profundo <strong>de</strong> las montañas, don<strong>de</strong> es fama que vivieron felices. El amor sin celos<br />

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