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TOMO 2 Cuentos CPD p1-362.internet.indd - Banco de Reservas

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COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO | Vo l u m e n II | CUENTOS<br />

Paco, hijo <strong>de</strong> un militar amargado que jamás pasó <strong>de</strong> teniente y <strong>de</strong> una acapulqueña<br />

que soñaba con la playa distante, fue confundido al nacer, por su flacura, con un bastón.<br />

Esta flacura, en vez <strong>de</strong> <strong>de</strong>saparecer, continuó con los años, hasta perfilarlo por todos lados,<br />

como una varilla <strong>de</strong> acero. Las comadres <strong>de</strong> Cuernavaca refieren que un día <strong>de</strong> lluvia<br />

su madre, colocándole en la cabeza una escoba, lo usó para barrer el patio <strong>de</strong> las aguas<br />

inundantes.<br />

Paco y Lola fueron a la misma escuela y mientras Paco se chupaba los <strong>de</strong>dos, quizás<br />

en la creencia <strong>de</strong> que la saliva era alimento, Lola se relamía con caramelos, indicio <strong>de</strong><br />

que la niña era precoz. Paco estudió en Ciudad <strong>de</strong> México y Lola en Guadalajara, pero<br />

Paco tuvo que abandonar la universidad porque los profesores tenían dificultad en<br />

ver con quién hablaban y Lola regresó <strong>de</strong> Jalisco porque un alcal<strong>de</strong>, viejo politicastro<br />

marrullero, consi<strong>de</strong>ró que aquella gorda <strong>de</strong>sentonaba con las clásicas bellezas <strong>de</strong> la<br />

tierra <strong>de</strong> María Félix.<br />

Y así fue como, jóvenes ambos, Lola y Paco se encontraron en Cuernavaca sin tener<br />

dón<strong>de</strong> ir y con una amargura infinita hacía la vida y la humanidad en general. Eran dos<br />

jóvenes <strong>de</strong>formes, pero con dos corazones <strong>de</strong> oro.<br />

Vivían relativamente tranquilos, Lola engullendo bombones en cantida<strong>de</strong>s astronómicas<br />

y Paco chupándose los <strong>de</strong>dos o tocando una guitarra que le regalara un tío compasivo,<br />

por ver si el muchacho se agarraba en algo y el viento no se lo llevaba hasta la cumbre <strong>de</strong>l<br />

Popocatepelt.<br />

Un día murieron los padres <strong>de</strong> ambos. Lola puso, con el dinero heredado, una confitería<br />

especializada en bombones. Paco, casi en la misma calle, montó una tienda <strong>de</strong> alfileres,<br />

negocio cómodo para él porque podía confundirse con la mercancía cuantas veces algún<br />

amigo o acreedor venía a conversarle.<br />

Lola siguió engordando hasta convertirse en una curiosidad turística que los norteamericanos<br />

retrataban tan pronto llegaban a Cuernavaca y Paco enflaqueció más todavía,<br />

acercándose peligrosamente a la invisibilidad. De ahí que los guías comenzaron a llamar a la<br />

calle <strong>de</strong> los dos infortunados como la <strong>de</strong> los Pacolola. Luego alguien compuso una canción<br />

ranchera acerca <strong>de</strong> un elefante y un puñal y la gente en seguida la <strong>de</strong>nominó el Canto <strong>de</strong><br />

los Pacolola.<br />

–Aquí –le anunciaban a uno en los gran<strong>de</strong>s hoteles <strong>de</strong> Ciudad <strong>de</strong> México–, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong><br />

ver las pirámi<strong>de</strong>s, hay que ver a los Pacolola.<br />

—¿Y eso qué ser…? —preguntaban los gringos.<br />

—Pues la mujer más gorda <strong>de</strong>l mundo y el hombre más flaco, más requeteflaco <strong>de</strong> México<br />

y <strong>de</strong>l mundo, mano… –solían <strong>de</strong>cir los cicerones <strong>de</strong> las agencias turísticas.<br />

Pasaron los años y con ellos crecieron las hacendillas <strong>de</strong> Paco y Lola hasta convertirse<br />

en verda<strong>de</strong>ras fortunas, la fama <strong>de</strong> los dos <strong>de</strong>sgraciados y un sentimiento <strong>de</strong> mutua comprensión<br />

y ayuda entre ambos, cada vez más señalados por el infortunio <strong>de</strong> la curiosidad<br />

populachera.<br />

Una noche <strong>de</strong> diciembre Lola, vestida y acicalada para irse a la iglesia y rezar una salve,<br />

tropezó con Paco, que venía <strong>de</strong> ver en el cine una película <strong>de</strong> vaqueros.<br />

—Lola, ¡está usted rechula!<br />

—Vamos, Paco, lo que estoy es muy gorda.<br />

—No, Lola, se ve usted esta noche pero que muy bien…<br />

—Án<strong>de</strong>le, Paco, y no sea mentiroso. ¿Está tomado?<br />

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