03.04.2013 Views

TOMO 2 Cuentos CPD p1-362.internet.indd - Banco de Reservas

TOMO 2 Cuentos CPD p1-362.internet.indd - Banco de Reservas

TOMO 2 Cuentos CPD p1-362.internet.indd - Banco de Reservas

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

Doña ana parecía negada a compren<strong>de</strong>r.<br />

—¿Preguntó eso? –articuló vagamente. Y <strong>de</strong> pronto buscó con la mirada a su marido–.<br />

¿Dón<strong>de</strong> está Pepe? –inquirió volviendo la cara a todos lados, como si tuviera miedo <strong>de</strong> que<br />

Fragata lo hubiese fascinado.<br />

Pero en eso oyó la voz <strong>de</strong> su marido que sonaba en el patio or<strong>de</strong>nando a un sirviente<br />

que buscara una carreta o, en su falta, algo que sirviera para una mudanza pequeña.<br />

—Ella dijo que quería irse hoy mismo, ahora mismo –explicó don Pedrito.<br />

Doña ana salió a la puerta. Estaba pálida y silenciosa. Durante más <strong>de</strong> media hora, mientras<br />

llegaba la carreta y la cargaban, esperó allí, sin moverse y sin hacer un comentario. Vio a Fragata<br />

salir, tan pintarrajeada como siempre, con un traje azul claro y vaporoso que la hacía ver más gorda<br />

aún. El sol ardía en la pequeña calle, llena <strong>de</strong> polvo, yerbajos y piedras, orillada <strong>de</strong> casuchas<br />

miserables. La carreta iba <strong>de</strong>spacio, bailoteando. Fragata marchaba a su lado. al llegar a la<br />

esquina la muchacha se <strong>de</strong>tuvo un instante y volvió la cara. Des<strong>de</strong> su puerta, doña ana estaba<br />

observándola. Durante unos segundos Fragata contempló la calleja, triste y sucia, y los árboles<br />

que ocultaban a lo lejos el camino <strong>de</strong> Pontón; <strong>de</strong>spués giró y echó a andar <strong>de</strong> nuevo.<br />

La carreta empezaba a doblar la esquina. En el silencio <strong>de</strong> la mañana se oían distintamente<br />

sus crujidos, los golpes <strong>de</strong> sus ruedas contra las piedras. no tardó en <strong>de</strong>saparecer,<br />

con su marcha bamboleante. tras ella <strong>de</strong>sapareció también Fragata.<br />

Mujer al fin, doña Ana pensó un momento en aquella mujer que se iba así, sola, nadie<br />

sabía adón<strong>de</strong>. Le pareció que la vida era dura con Fragata. Pero reaccionó <strong>de</strong> pronto.<br />

—Se lo merece, por sinvergüenza –dijo en alta voz.<br />

Y antes <strong>de</strong> entrar contempló la callecita, que volvería a ser apacible a partir <strong>de</strong> ese momento.<br />

—Por vivir en este barrio miserable –aseguró como si hablara con alguien.<br />

Y cerró la puerta con un golpe rotundo.<br />

Dos amigos<br />

CoLECCIón PEnSaMIEnto DoMInICano | Vo l u m e n II | CuEntoS<br />

Duck oyó <strong>de</strong>cir varias veces que un viaje cambia siempre algún aspecto <strong>de</strong> la vida <strong>de</strong>l<br />

viajero. así, pues, cuando la familia <strong>de</strong>cidió el traslado a un pueblo <strong>de</strong> la costa con el propósito<br />

<strong>de</strong> pasar el verano, él se llenó <strong>de</strong> aprensión y se puso nervioso.<br />

Sin duda que tal manera <strong>de</strong> sentir indicaba timi<strong>de</strong>z, lo cual no podía enorgullecer a Duck.<br />

Pero el mal no tenía remedio. acaso no hubiera sido tímido si hubiera vivido con más libertad.<br />

Metido día y noche en la casa, sin haber hecho una locura en lo que tenía <strong>de</strong> existencia, siempre<br />

sujeto a ór<strong>de</strong>nes, a paseos limitados por las cercanías <strong>de</strong>l hogar, siempre atemorizado a la<br />

sola i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> disgustar a la señora, a la niña, a los sirvientes, al chófer, se acostumbró tanto a<br />

no atreverse a nada, que hasta el pensamiento <strong>de</strong> cambiar <strong>de</strong> casa le asustaba.<br />

todas esas cosas iba pensando Duck mientras el automóvil se <strong>de</strong>slizaba en rauda marcha<br />

por la carretera. Sombras fugaces <strong>de</strong> casas pequeñas, <strong>de</strong> árboles y <strong>de</strong> vehículos pasaban<br />

junto al coche. Se cansó <strong>de</strong> ver y se durmió. Cuando abrió los ojos estaba en un poblacho <strong>de</strong><br />

aspecto extraño, con casas bajitas, calles sucias, niños <strong>de</strong>snudos, gente extravagantemente<br />

vestida –o <strong>de</strong>svestida–, una playa don<strong>de</strong> se veían mujeres con escasa ropa, y un mar azul.<br />

observando ese mar estaba Duck cuando oyó que le llamaban. Bajó <strong>de</strong>l automóvil <strong>de</strong> un<br />

salto y se puso a ver la casa. Sin duda que en nada se parecía a la hermosa construcción<br />

don<strong>de</strong> él había vivido hasta ese día. ¿Empezarían los cambios por ahí? no muy seguro <strong>de</strong><br />

sí, Duck entró, recorrió las habitaciones, estudiándolas con <strong>de</strong>tenimiento, y al fin escogió<br />

482

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!