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TOMO 2 Cuentos CPD p1-362.internet.indd - Banco de Reservas

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no bastaba al indomable aventurero <strong>de</strong>speñar, cuerpo a cuerpo, a centenares <strong>de</strong> adversarios,<br />

porque por todos los lados subían tenaces luchadores que venían a sustituir a los que<br />

el fiero castellano ponía fuera <strong>de</strong> combate. Era aquello inmenso mar <strong>de</strong> oleaje formidable,<br />

empeñado en hacer trizas el obstáculo.<br />

El español, que había ya vencido en Jánico, don<strong>de</strong> le faltó poco para perecer, al empuje<br />

<strong>de</strong> cuantos cacicazgos aglomeró, y echó sobre él el intrépido jefe <strong>de</strong> Maguana, iba tal vez a<br />

ser vencido.<br />

Mas <strong>de</strong> pronto habló el milagro.<br />

Cerca <strong>de</strong>l níspero gigantesco, que vive todavía, que conozco yo y que conoce también la universalidad<br />

<strong>de</strong> mis compatriotas; a dos pasos <strong>de</strong> una gran cruz que habían plantado los invasores,<br />

apareció una figura <strong>de</strong> mujer, con un niño en los brazos y unos grillos en las manos…<br />

Ciegas <strong>de</strong> ira las ígnaras huestes quisqueyanas, arremeten contra la visión gloriosa,<br />

cubriéndola <strong>de</strong> una nube <strong>de</strong> flechas. Los proyectiles, sin embargo, golpeaban el pecho <strong>de</strong> la<br />

virgen, rebotaban e iban a herir, certeros, a los <strong>de</strong>snudos combatientes.<br />

Prodújose el estrago; el espanto cundió; y no ya empujados por la espada <strong>de</strong> los invasores,<br />

sino al irresistible impulso <strong>de</strong> su propio asombro, la furiosa avalancha <strong>de</strong> asaltantes<br />

se echó a rodar por la pendiente, y <strong>de</strong>sapareció, quedando la victoria <strong>de</strong> parte <strong>de</strong> los signos<br />

que indudablemente la causaron.<br />

alzóse allí <strong>de</strong>s<strong>de</strong> entonces, un santuario a que fueron nuestros antepasados y a que va<br />

ahora en romería, no ya toda la República, sino también toda la Isla.<br />

Allí está, en su gloria, recibiendo el incesante homenaje <strong>de</strong> los fieles, y custodiada por el<br />

amor <strong>de</strong>l vecindario, la Virgen <strong>de</strong> las Merce<strong>de</strong>s, la misma que protegió al conquistador.<br />

Don<strong>de</strong> estuvo la cruz hicieron lo que llamamos el Santo Hoyo.<br />

Está éste <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>l templo, y medirá sobre poco más o menos una vara en cuadro.<br />

Su profundidad dicen que varía, verificándose el prodigio <strong>de</strong> estar unas veces más<br />

profundo que otras.<br />

Cuantos van en peregrinación, hacen abrir el hoyo milagroso, introdúcense allí y hay la<br />

creencia <strong>de</strong> que salen curados los enfermos.<br />

tanto la tierra <strong>de</strong>l Santo Hoyo, como el aceite <strong>de</strong> la lámpara que ar<strong>de</strong> hace cuatro siglos <strong>de</strong>lante<br />

<strong>de</strong> la Virgen, son codiciadísimas reliquias que obtienen y guardan religiosamente los romeros.<br />

Yo he orado, <strong>de</strong> niño, arrodillado <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> la imagen, y también he sido introducido,<br />

<strong>de</strong>scalzo, en el hoyo milagroso.<br />

Mi santa madre creyó, y yo creí también, curarme alguna vez ungiéndome con el bendito<br />

aceite <strong>de</strong>l santuario.<br />

ahora, la tierna poesía <strong>de</strong> estas sencillísimas creencias se ha disipado en el alma; y sin<br />

embargo, diera yo la vida por po<strong>de</strong>r, como en tiempos venturosos, salir en brioso corcel, a<br />

la madrugada, <strong>de</strong> mi pueblo; subir, al romper el día a la cima, envuelta en nieblas, <strong>de</strong> aquel<br />

clásico monte; sumergir mi espíritu, a esa hora apacible y <strong>de</strong>liciosa, en la contemplación <strong>de</strong><br />

aquella vega inmensa <strong>de</strong> que suben efluvios aromosos, neblinas que parecen humo <strong>de</strong> incensario,<br />

tristezas intensas, inspiraciones hondas, ansias insensatas <strong>de</strong> tener alas y <strong>de</strong> ten<strong>de</strong>r el<br />

vuelo por aquella inmensidad para bañarnos en el esplendor <strong>de</strong>l infinito; y <strong>de</strong>spués, ya en el<br />

templo, junto al Hoyo, y en presencia <strong>de</strong> la Virgen, gustar a mis anchas, con inefable amor,<br />

<strong>de</strong> las miradas hurañas dirigidas a mis impíos <strong>de</strong>screimientos por las infantiles creencias<br />

<strong>de</strong> mi madre…<br />

1895.<br />

CoLECCIón PEnSaMIEnto DoMInICano | Vo l u m e n II | CuEntoS<br />

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