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TOMO 2 Cuentos CPD p1-362.internet.indd - Banco de Reservas

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CoLECCIón PEnSaMIEnto DoMInICano | Vo l u m e n II | CuEntoS<br />

Había <strong>de</strong> todo en el catálogo <strong>de</strong> la escuela <strong>de</strong> antaño, para todos los gustos. ¡Cuántos<br />

tormentos inquisitoriales podían inventarse para mortificar las carnes, la paciencia, la inocencia,<br />

el pudor, la santidad <strong>de</strong> la infancia!…<br />

Como era <strong>de</strong> esperar, no siempre para el impasible dómine había <strong>de</strong> ser todo vida y dulzura.<br />

El irascible temperamento <strong>de</strong> no pocos alumnos, incapaces <strong>de</strong> sufrir golpes y vejaciones,<br />

y la escasa paciencia <strong>de</strong> algunos padres <strong>de</strong> familia (que eran habas contadas), daba lugar<br />

a inci<strong>de</strong>ntes cómicos y semi-trágicos <strong>de</strong> que no salía el dómine muy bien librado. Mocitos<br />

hubo que se encararan con él, que se resistieran a ser azotados, que le endosaran ternos y<br />

tacos valientes, y que, arremetiéndoles aquel, le recibieran a patadas y a trompis o con él se<br />

enredaran en porfiada brega. Hubo ya quien le amenazara con un pistolete <strong>de</strong>stornillado <strong>de</strong><br />

los que por acaso podía haber entonces a la mano un muchacho o le enseñara una navaja;<br />

quien le disparase tinteros a la cabeza y aún buenos pedruscos. alguno que otro padre <strong>de</strong><br />

familia, cuyo hijo había salido apostemado por aquella sabia mano, no paraba hasta personarse<br />

en la clase, insultarle, amenazarle con llevarlo a un tribunal, o cuando menos con<br />

pegarle un tiro. todo lo cual llovía sobre la resignada cabeza <strong>de</strong>l dómine como aguacero <strong>de</strong><br />

Mayo, tanto más horroroso cuanto que todo era hacer él gracias, sufrir las ajenas costillas y<br />

celebrárselas los papás.<br />

así era que no había i<strong>de</strong>al para éstos como el pensar que podrían, aunque fuese cuando<br />

gran<strong>de</strong>s, romperle un ojo al maestro en justo <strong>de</strong>sagravio <strong>de</strong> tanta injusticia. Hay quienes hoy,<br />

ya padres <strong>de</strong> familia (lo he oído con mis oídos) al recordar eso, querrían hallarse <strong>de</strong> un golpe<br />

en aquellos tiempos, sólo por el placer <strong>de</strong> pasearle la costilla a su sabor al que fue su maestro,<br />

en recompensa <strong>de</strong> lo mucho que hizo por su perfeccionamiento intelectual y moral.<br />

Hasta el espionaje se hacía ejercitar allí para enseñar también a aborrecerse los hombres<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> sus primeros años, y a ser serviles. ¿Sabéis cómo? Por el sistema que llamaban <strong>de</strong> los<br />

<strong>de</strong>curiones. A son <strong>de</strong> mantener aquel or<strong>de</strong>n artificial y violento, encargaba el dómine, cuando<br />

se ausentaba, acaso al mejor <strong>de</strong> la escuela, acaso al peor <strong>de</strong> ella, <strong>de</strong> la conservación <strong>de</strong> la paz<br />

varsoviana. Y el <strong>de</strong>curión, redomado canalla tal vez, hacía con cualquier pretexto víctima suya<br />

al que no quería bien, al que en alguna ocasión le había acusado o apuntado <strong>de</strong>sempeñando el<br />

propio oficio. Y <strong>de</strong> aquí una serie <strong>de</strong> malas volunta<strong>de</strong>s y <strong>de</strong> rencores que han durado parte <strong>de</strong><br />

la vida, porque muchas veces habían tenido origen en una flagrante injusticia <strong>de</strong> esa índole, a<br />

lo que se añadía el exagerado celo <strong>de</strong>l <strong>de</strong>curión y el <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> halagar al maestro, y este empeño<br />

<strong>de</strong>l <strong>de</strong>curión rebajaba su dignidad porque le hacía servil, aún a costa <strong>de</strong> ser injusto.<br />

Esas faltillas leves daban ocasión para que el dómine repartiese palmetazos y latigazos<br />

como granizo a justos y pecadores, y se enconasen los rencorcillos.<br />

¡Miserias! Pero no ¡qué digo! ¡admirable organización <strong>de</strong> la escuela <strong>de</strong> antaño! Los padres<br />

<strong>de</strong> familia no <strong>de</strong>jaban <strong>de</strong> contribuir a ella, quitando y poniendo, según ellos <strong>de</strong>cían, a sus<br />

hijos <strong>de</strong> una escuela en otra, o porque no aprendían nada ¡como si en esas benditas fraguas<br />

se pudiese apren<strong>de</strong>r cosa alguna! o porque el maestro no pegaba casi, o por el mero gusto <strong>de</strong><br />

trasegar al muchacho <strong>de</strong> la escuela <strong>de</strong>l señor Fulano a la <strong>de</strong>l señor Mengano, pues recorriendo<br />

las existentes sin duda apren<strong>de</strong>rían más, lo que también es auténtico.<br />

He aquí ahora la pintura <strong>de</strong> algunas <strong>de</strong> estas escuelas, que acabarán <strong>de</strong> dar i<strong>de</strong>a cabal<br />

<strong>de</strong> cómo estaban constituidas.<br />

Estas eran, diremos, como excepción <strong>de</strong> la regla, o más bien, matices más fuertes o más<br />

débiles <strong>de</strong> la <strong>de</strong> antaño. En la que se consi<strong>de</strong>raba la mejor en su género, (el summun escolar)<br />

sólo se enseñaba francés, todo en francés, hasta el modo <strong>de</strong> andar; pero no por eso faltaba<br />

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